La comunidad de la parroquia San Luis Gonzaga celebró ayer una misa en honor al santo italiano, en el marco de su fiesta patronal.
La ceremonia religiosa, oficiada por el hermano Paul Berahino, incluyó bendición de material de estudio, procesión a la vuelta de la plaza Mayo, actuación del Coro Estable de la Provincia y, para concluir, un "chocolate fraterno".
Vale mencionar que el triduo comenzó el miércoles pasado y que la fiesta patronal fue el último viernes.
Sobre San Luis Gonzaga
San Luis Gonzaga nació el 9 de marzo de 1568 en Castiglione, Italia.
Hijo del marqués de Gonzaga, aprendió las artes militares y el más exquisito trato social. Su madre, Marta Tana Santena, le enseñó la cortesía y la oración hacia Dios y la Virgen María.
Una vez arrodillado ante la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, le pareció que la Virgen le decía: "¡Debes entrar en la compañía de mi Hijo!". Con esto entendió que su vocación era entrar en la Comunidad Compañía de Jesús, o sea, hacerse jesuita.
Su entrega a Dios en su infancia fue completa y absoluta, y ya en su adolescencia, ingresó a la Compañía de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre.
Durante los años siguientes, el santo dio pruebas de ser un novicio modelo: en 1591 atacó con violencia a Roma una epidemia de fiebre; los jesuitas abrieron un hospital y el santo desplegó una actividad extraordinaria; instruía, consolaba y exhortaba a los enfermos, y trabajaba con entusiasmo y empeño en las tareas más repugnantes del hospital.
Un día, ayudando a los enfermos, se contagió de la fiebre amarilla y su salud se debilitó y esto produjo como consecuencia su muerte.
San Luis Gonzaga falleció a los 23 años el 21 de junio de 1591.
Después de muerto se apareció a un jesuita enfermo, lo curó y le recomendó que no se cansara nunca de propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
La Iglesia Católica lo declaró patrono de los jóvenes y estudiantes, destacando en San Luis Gonzaga a un joven valiente, estudiante brillante en la Compañía de Jesús y con amor al servicio por el prójimo, especialmente a los pobres y enfermos, además del amor hacia Nuestro Señor Jesucristo.
