Creo que tenía 13 o 14 años cuando en una librería vi la portada de una historieta que mostraba la cabeza de un hombre, con una máscara de buceo dejaba asomar unos ojos, una mirada intensa de un personaje de historieta. Y arriba el título decía “El Eternauta”. Me quedó resonando esa palabra, no sabía qué significaba. Tiempo después, mientras me pasaba varias horas dibujando mis propios personajes de historietas sin diálogos y con muchas luces y sombras, lo dibujé pero a mí estilo. De ahí lo dejé olvidado y con una promesa interna de leer la historieta. Pero con ese nombre resonando levemente en mi mente. Y ya estando en la universidad, con la facilidad que te daba internet logré encontrar una edición de este personaje.
Así fue como pude leerla. Me llamó mucho la atención, primero, el inicio del relato. La aparición de un personaje en la casa del guionista de la misma historia. Era, lo que en ese momento en la carrera de comunicación en la universidad, estábamos estudiando como técnicas de intertextualidad. Tiempo después lo entendí mucho más. Pero era el relato dentro del relato. O llevado a lo que amo, el cine hablando del cine. Y si haríamos otra analogía, cuando también la televisión habla de la televisión. En este caso, el autor de esta historieta lo usaba como una técnica narrativa muy llamativa y propia, que me dejó atrapado. Esas viñetas resonaron en mí y potenciaron mis ganas de seguir dibujando. Podría decir que fue una de las cosas que influyeron para que hasta el día de hoy siga dibujando.
En esos momentos nunca pasó por mi cabeza que podía llegar el día de una adaptación audiovisual. Porque me quedé con la magia, con la mística que te plantean las historietas, donde vos mismo construyes y generas los movimientos como un rompecabezas mental. Las voces, la banda sonora, las escenas, los planos, los movimientos y angulaciones de cámaras, todos esos elementos propios del lenguaje audiovisual los armaba uno mismo en su mente. Como un director de cine interno. Esa es la magia de cada historieta o de cada comic. Y años después, todos esos personajes que yo había leído en algún momento en viñetas comenzaron a tener sus películas o sus series en plataformas. Hoy pululan por todo internet, por las redes y por tus dispositivos. Y Juan Salvo no podía faltar, y fue Netflix quien se animó y apostó.
Una historia muy argentina
La serie de “El Eternauta” se estrenó el 30 de abril, por la plataforma Netflix y está dirigida por Bruno Stagnaro. Vi los primeros dos capítulos ese mismo día, pero fui viéndola después de uno en uno y este fin de semana la pude terminar. Menos mal que decidieron hacerla en contundentes seis episodios y no hacerla larga a 8 o 10 capítulos. Eso, en primera medida, fue una muy buena decisión. Y es lo que dejó que muchos hoy puedan decir “Ya la vimos”.
Después de tanta espera, llegó la adaptación. Y es que su estreno fue pospuesto dos veces el año pasado. Hasta que a fines del 2024 confirmaron que se estrenaba este 2025 sí o sí. Y el 30 de abril no llegaba más, y muchos la “devoramos” en tan sólo tres o cuatro días máximo por esa espera tan larga. Incluso, algunos directamente la vieron en un día. Un día, así es. Es que, la historieta supo cosechar y mantener una importante comunidad de seguidores. Entre los que estaban los que adoraban la historia misma, otros seguían la carrera de su autor, Oesterheld, y unos pocos lo seguían por curiosos.
Pero la historia no deja de tener en la serie una fuerte identidad bien marcada. Es bien argentina. Desde el juego del Truco al estilo argentino, con modismos propios, frases “picarescas”, enredos y las técnicas de mentira que ya fueron definidas por las redes sociales estos días como un factor determinante y complicado para poder ser traducido a otros idiomas. O peor aún, a otras culturas que directamente no conocen nada de ese juego o no podrían interpretar “la picaresca” o el carácter tramposo de la modalidad de juego. Eso como un puntapié. Pero a lo largo de toda la serie hay referencias a la cultura argentina, dejando de lado que la historia se sitúa geográficamente en Capital Federal. Por lo que los escenarios o locaciones son muy cercanos.
Luego podríamos nombrar algunas escenas como ejemplos de la cultura propia, más precisamente de Santiago, como el baile y la cantata de la “Chacarera del Rancho”, en un episodio donde los personajes se refugian en un supermercado; la introducción de una tortilla bien santiagueña, preparada por uno de los personajes en medio del escape y la acción; el tarareo de canciones del tango por parte de algunos personajes, como así también de algunas frases o palabras propias de los argentinos. Pero eso es un claro mensaje a la carga ideológica que ha tenido siempre la historia, establecida por parte del mismo autor. Estaba a propósito, más en la segunda parte que en la primera, de la historieta, me refiero.
Eso nos señala que la historia deja un primer concepto como base y como reflexión de este análisis en relación a que toda sociedad es dueña de su historia y de su identidad. Y este relato llega en el momento en que el contexto mundial exige que haya una resignificación de identidades. Y no es casual, puesto que mantiene la esencia de quien escribió la historia original; contiene una gran carga ideológica. Por eso, nada es casual. Nada.
¿De qué va la historia?
Para los que nunca la leyeron, “El eternauta” es una historieta argentina seriada de ciencia ficción creada por el guionista Héctor Germán Oesterheld (1919‑1978) y el dibujante Francisco Solano López (1928‑2011). Publicada en Hora Cero Semanal desde 1957 hasta 1959.
La trama se centra en una invasión alienígena a la Tierra mediante una tormenta de nieve tóxica que acaba con la mayor parte de la población, y la resistencia de supervivientes en Buenos Aires. Su protagonista es Juan Salvo, quien en un ejercicio de metaficción narra lo sucedido ante Oesterheld.
Y ahí volvemos al recurso narrativo de incluirse a él mismo, el autor, como un personaje más de la historia. Lo hace para generar una especie de “inmersión” mucho más profunda con el lector. Ya que el personaje que se presenta ante el autor le cuenta lo que ha sucedido, como una especie de preludio de una gran “odisea”. Sería la calma que antecede a la tormenta. Eso genera suspenso, que Stagnaro logró manejar con una sutileza admirable.
Carga simbólica
Igualmente, el propósito no es esconder el mensaje y la fuerte carga simbólica que hay presente en todo el relato. Pero en resumen, la frase que lo remarca es: nadie se salva solo. Un claro llamado a la resistencia, al agruparse para resistir contra una amenaza mucho mayor a las individualidades. Y el peligro no es el enemigo contundente o externo, el peligro es la división interna, las individualidades. Y volvemos a ese otro gran concepto que hoy en día tiene mucha más carga simbólica, política, ideológica, cultural: el individualismo, como un virus que destruye todo lugar donde va. Por eso, nada es casual.
Y los enemigos externos, en este caso, los invasores, no son más que una representación de los que en esos años (fines de los 60) eran los militares, los que lideraron las dictaduras en nuestro país. Por eso utiliza en su momento la definición de los “Ellos” o los “otros” para representar a los enemigos, los villanos. Eso es muy propio de la sociología, ya que el concepto de otros se define por contraposición a la definición de “nosotros”.
Las escenas con una fuerte carga simbólica y un claro mensaje son varias, pero puedo hacer referencia a una que es la del ataque de los escarabajos a la iglesia. Este lugar abandonado, pero usado como refugio de los sobrevivientes es atacada por estos insectos gigantes, para ser entrampados, mientras suena de fondo una trunca, “Credo”, en la voz de Mercedes Sosa. Dejando una de las escenas más épicas de la serie y que ya ha causado furor en redes sociales, y en los millones de argentinos que vieron la serie.
Y en cuanto a lo técnico y el lenguaje audiovisual, tenemos que recordar o destacar, para quienes no lo sabían, que el director, Bruno Stagnaro, nunca había hecho ciencia ficción. Conocido por su película “Pizza, birra, faso”, o series como “Okupas” y “Un gallo para esculapio”, entre otras realizaciones. Entonces, doble mérito para un director que cumplió su sueño de niño; Un niño que había soñado con ver una adaptación de esa historieta que lo volvió loco.
Y nos deja un fuerte mensaje: en Argentina también se puede hacer ciencia ficción. No hay nada que envidiar a las megaproducciones internacionales. Marca un precedente, de aquí en más se podrán hacer otras grandes obras, seguramente. ¿Qué mejor combinación que el nivel actoral de los argentinos con el nivel de producción y efectos especiales de grandes ligas? Bueno, sale un producto así, exquisito. Atrapante, con dosis de suspenso y tensión correctas y un nivel dramático colosal.
A sólo dos días de su estreno, "El Eternauta" quedó en el primer puesto de lo más visto en Netflix de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, República Dominicana, Alemania, Guatemala, Honduras, Hungría, Italia, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, El Salvador, Eslovenia, España, Turquía, Uruguay y Venezuela.