Nunca he pensado que esto me podría suceder, el Zoco me ha enviado una carta documento intimándome a que a la brevedad realice un abrazo poético literario a su persona en un papel, y como siendo él un ser creado por mí (a la manera de un Golem), de no cumplir con tal intimación me condenará a escribir ilusiones del futuro.
El texto del colacionado (como debió llamarse, se ve que cuando dejo de frecuentarlo por un tiempo su lenguaje rejuvenece, es evidente que es controversial, perjudicial, dejarlo solo).
No sólo me intima a un acercamiento a la brevedad, sino que además me acusa de ser un inservible burócrata, de estar pobre de ensoñaciones y recuerdos, de haber puesto punto final a la historia de la ciudad perdida; de ser inepto para la escritura y otras tantas cosas que no vale la pena recordar ni contestarle ni a él ni a toda la gente que por la calle me preguntan por él.
La carta documento tiene aproximadamente cuarenta líneas, donde además consigna que a pesar de mi negligencia y vagancia literaria, él anda girando las calles por mí, pensando y tomando notas, hablando con la gente, por si algún día yo lo vuelvo a necesitar.
En efecto, aún guarda la esperanza de que un abrazo poético literario de papel nos convoque con debida premura, y como detalle no menor, su carta documento (su telegrama colacionado, para decir como corresponde) llegó a mi casa una tarde de domingo, nada menos.
Veremos qué le respondo al inefable remitente, de cualquier manera, las calles de esta ciudad siguen siendo aledañas a mis pasos. Pero es mi deber aclararles que a mí no me ata ningún compromiso con la poesía ni la literatura. Y que quede él debidamente notificado en forma y tiempo con que la vida otorga a mis palabras.
CUADERNO
DE BITÁCORA
“Las hojas de otoño no me hacen ni queu”.
Victoriano Samsa