Al principio del Evangelio, Mateo ha colocado unos breves relatos que nos presentan sucesivamente la “genealogía de Jesús, su nacimiento, la visita de los magos, la huida a Egipto, la matanza de los niños en Belén, la vuelta de Egipto y el establecimiento en Nazaret. A este conjunto se le suele llamar “relato de la infancia”, que si bien sitúa a Jesús en el contexto de la historia de la salvación del pueblo de Israel, no puede considerarse histórico en el sentido moderno de la palabra.
Estos pasajes ubican al lector ante el hecho manifiesto de Jesús llamado el Cristo (1,16.18), salvador de su pueblo (1,21) rey de los judíos (2,2), adorado por los magos (2, 11), pero desconocido y rechazado por las autoridades oficiales de su pueblo (2, 13-23).
Mateo vincula el nacimiento de Jesús a la historia de su pueblo caracterizada en la “genealogía” y pone al relato en relación con las Escrituras judías del AT, introduciendo el tema del “cumplimiento” de las mismas en la historia de Jesús (1, 22; 2, 5.15.17.23). Desde el comienzo de su narración pone en evidencia las consecuencias públicas, políticas y universales de este nacimiento.
El Cristo de Mateo viene a salvar a su pueblo de los pecados (1, 21), por eso, la idea del rey salvador va de la mano de la del pueblo de Dios.
Un elemento característico de estos dos capítulos son las alusiones al “ángel del Señor” unidas a la de los “sueños” de José y los magos. Los ángeles actúan en el corazón del pueblo de Dios, en una familia de Judea, hablando y dando órdenes que expresan la intervención de Dios en la historia política-religiosa del pueblo judío.
Genealogía de Jesús (Mt 1,1-17)
La genealogía es un género literario bien conocido en el AT que expresa la fe del cristianismo primitivo. Su único fin es mostrar que Jesús, descendiente de David y Abrahán, es el depositario de la promesa hecha al patriarca y el nuevo David (Gal 3,6). Puesto al fin de una serie de seis veces siete generaciones, inaugura, con el comienzo de la séptima serie, la plenitud de los tiempos. El evangelista utiliza el verbo “engendrar” que tiene no solo un sentido biológico, sino sobre todo refleja la acción de Dios que “engendra un pueblo con Abrahán y, sobre todo, con Jesús. Mateo quiere demostrar que los antepasados de Israel han encontrado en Jesucristo su historia y que, la historia de Jesucristo es anunciada en ellos.
Nacimiento de Jesús (Mt 1, 18-25):
Inmediatamente después de la genealogía, Mateo relata el nacimiento de Jesús. En la genealogía la acción de Dios se manifestaba de manera velada, en el nacimiento es el mismo creador y salvador el que interviene en la aparición de Jesús. En la intimidad de una familia judía, a la que nada señala para este destino, interviene soberanamente el Señor mediante su Espíritu y después mediante su ángel que explica la acción del Espíritu.
La narración no subraya tanto la divinidad de Jesús, sino su humanidad. Jamás ningún hombre se adentró tan profundamente en la existencia humana que Jesús, y esto, por la acción del Espíritu de Dios.
La narración es sencilla, una prometida judía estaba obligada a su prometido que su infidelidad era considerada un adulterio. Se habla de su prometido como su “esposo” que tenía el derecho de repudiarla, como si fuera su verdadera esposa. No nos da ningún dato sobre María y José, sin dudas que son personajes conocidos, por eso la finalidad de la narración es catequística. José está en un primer plano, no María y Jesús.
Mateo afirma el hecho de la concepción milagrosa, la mención del Espíritu muestra la acción soberana de Dios.
José es el esposo de María en el sentido de esponsales judíos. Es él quien va a tomar las decisiones por orden del ángel. De momento considera a María culpable de adulterio, su justicia es típicamente judía, es fiel a la ley y posee una piedad humilde y activa que culmina en un gesto concreto de misericordia. El ángel le indica a José que su prometida no es una adúltera. Es importante que Jesús nazca en una familia en regla.
José es interpelado por el ángel en cuanto hijo de David, como Jesús lo será con frecuencia en el resto del Evangelio. Jesús pertenece por su padre a la línea davídica. José no debe permanecer fiel a María a causa del tesoro milagroso que lleva dentro de sí, sino por la necesaria función de padre davídico que debe asumir ante Jesús y su madre.
El nombre Jesús, revelado por el ángel, designa a la persona en tanto que esta actúa en la historia al servicio de Dios. Jesús (yehosua o yesua) significa: Dios ayuda o socorre. La acción salvadora de Jesús no puede reducirse con exclusividad al pueblo judío sino al pueblo salvado por Jesús, es decir, judíos y paganos cristianos. La salvación será desde el corazón mismo de la historia, por eso, Jesús es el “Emmanuel”, el Dios como nosotros. En Jesús, Dios estará presente en medio de su pueblo para socorrerlo, luchar con él, salvarlo.
Visita de los magos (2, 1-12)
La narración de la visita de los magos, astrólogos orientales, al niño nacido, expresa una idea muy querida por Mateo: a) el nacimiento de Jesús, desnudo como está, de signos externos de poder, no deja de tener un alcance político: es todo el pueblo el que va a ser convocado y liberado por el niño rey de la dominación de los pastores usurpadores. b) si los jefes de su pueblo lo rechazan, Jesús es reconocido y adorado por los extranjeros. c) si Jesús aparece en un mundo que le es hostil, uno más poderoso que él y que sus enemigos vela por su destino y destierra los proyectos criminales de sus adversarios.
A pesar de los planes oscuros de Herodes, que pidió a los magos ir a Belén y averiguar todo para informarle el lugar donde se encontraba el niño rey recién nacido, los magos guiados por la estrella se llenaron de alegría cuando se detuvo al llegar al lugar donde estaba el niño junto a María, su madre. Se postraron ante él, le rindieron homenaje y ofrecieron los dones de oro, incienso y mirra. La alegría de los magos es la alegría de los pueblos paganos que encuentran en Jesús la salvación.
Jesús escapa de la matanza de los niños de Belén y luego, su familia se instala en Nazaret (Mt 2, 13-23).
Los tres breves relatos de la huida a Egipto, la matanza de los niños en Belén y la instalación en Nazaret terminan con el tema del cumplimiento del AT en el destino de Jesús.
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se le aparece a en sueño a José y le dice que huya con su familia a Egipto porque Herodes quiere matarlo. José obedece al Ángel y huye a Egipto, tierra de refugio. La huida a Egipto no es un paréntesis en el destino de Jesús, sino un hecho de relevancia que vincula su destino a la historia de Israel. La frase del profeta Oseas: “Desde Egipto llamé a mi hijo”, lo confirma.
La matanza de los niños de Belén menores de dos años no tiene fundamento histórico, pero no deja de mostrar el perfil de Herodes: un rey sanguinario y capaz de cometer cualquier atrocidad con tal de conservar su poder. Mateo utiliza un texto veterotestamentario del profeta Jeremías. “En Ramá se oye una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen”, para dar a esta matanza un lugar en el conjunto de la historia de la salvación: el niño, ya desde su nacimiento, será perseguido por los poderosos.
Al morir Herodes, el Ángel se le apreció en sueños a José y le dijo que regrese a Israel porque “han muerto los que atentaban contra la vida del niño”. José con su familia regresaron a Judea, pero como gobernaba Arquelao, hijo de Herodes, se fue a Galilea (posiblemente huyendo) y se instaló en Nazaret y así será “llamado Nazareno”. Nazaret era una pequeña aldea poblada por paganos como por judíos y era un lugar de refugio y convocatoria para muchos opositores a los romanos. Al margen de Judea y la capital Jerusalén, centro del poder político y administrativo del país, Jesús comenzará su ministerio en Galilea, lugar no sólo geográfico sino teológico, desde donde el Mesías comenzará a cumplir junto a los pobres y excluidos el proyecto del Reino de Dios.
Navidad: tiempo para descubrir a Jesús como el Mesías e Hijo de Dios que vive entre nosotros
Los evangelios de la infancia es la respuesta de Mateo a su comunidad acerca de la pregunta planteada sobre la identidad de Jesús: ¿Quién es Jesús? La respuesta de Mateo es, pues, esta: Jesús es el Mesías. Y para corroborar esta afirmación recuerda dos hechos importantes: Jesús pertenece a la familia de David y además ha nacido en Belén, lugar en el que según las Escrituras debía nacer el Mesías. En todo momento Mateo corrobora sus afirmaciones señalando el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento en los acontecimientos que rodean los primeros momentos de la vida de Jesús. Esta respuesta sería suficiente si Mateo hubiera querido solo dar una respuesta a los judíos que no reconocían a Jesús como Mesías, pero su intención iba más allá; él quería sobre todo fortalecer la fe de su comunidad. Desea confirmar la experiencia que tenían de que Jesús resucitado estaba presente en medio de ellos y lo hace presentando a Jesús desde su nacimiento como el “Dios-con-nosotros”. También en estos capítulos se insinúa lo que aparecerá con más claridad en el resto del evangelio: que Jesús es el Hijo de Dios, a esta confesión alude la cita del profeta Oseas aplicada a Jesús “De Egipto llamé a mi hijo” (Os 11,1) y el gesto de adoración de los magos que se postran ante él reconociéndolo como Dios ( Mt 2,11). Ahora, a los cristianos del siglo XXI no nos alcanza con saber “quién es Jesús” sino dónde encontrarlo. El mismo evangelista nos lo dirá en el capítulo 25, 31-46: “Señor ¿cuándo te vimos hambriento y de dimos de comer o sediento y te dimos de beber? ¿cuándo te vimos de paso y te alojamos; desnudo y te vestimos? ¿cuándo te vimos enfermo o preso y fuimos a verte? Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” No alcanza con saber quién es Jesús, se trata de amarlo y servirlo en los hermanos.
¡Feliz Navidad para cada una de las familias del pueblo santiagueño!