
Aprender y entender los designios de Dios es cosa de toda la vida. Nuestros propósitos y anhelos nos van guiando y los obstáculos que se nos atraviesan marcan el ritmo que le imprimimos a nuestras acciones. Sin dudas, en medio del dolor y la confusión que traen las dificultades, se vuelve imperioso entender lo que debemos hacer. Al leer sobre la vida de Mercedes, la descubrimos desandando un camino cargado de contrariedades, más no de pasividad. Los límites que le impone su deteriorada salud, sobre todo, no la inmovilizan, por el contrario, los testimonios la describen como una madre afligida que sale en busca de quienes demandan su atención.
Es en la necesidad del otro, del prójimo, donde surge la experiencia que enseña y clarifica los designios de Dios, es aquí donde las inquietudes se vuelven certezas, donde los puentes se trazan sobre los abismos y el andar y la acción se hacen obra. Por eso, es que podemos decir con justa razón, que los últimos 21 años de la vida de Mercedes es el tiempo en el cual despliega todo su potencial.
Salió en búsqueda de los sufrientes olvidándose de sí misma, como lo testimonian claramente fragmentos de cartas que le escribía a una de sus sobrinas:
-“…yo muy enferma y recargada de enfermos…”.
-“…no te escribo más largo porque estamos recargadas de enfermos…”.
-“… todo esto es un imposible explicarte… y como estamos tan llenos de enfermos no tengo tiempo para nada…no tengo más tiempo, se me pegan los ojos de sueño, va un mes que no duermo…”.
Durante un congreso, recibió un reconocimiento de Manuel Estrada
Madre Mercedes no conoció otra forma de entregarse a Dios en los demás que no sea dándose el todo por el todo, olvidándose de su propio sufrimiento y necesidades. El agudo entendimiento que tenía Mercedes sobre las carencias sociales, la llevaron a participar del primer Congreso Católico Argentino en 1884.
Este encuentro tenía como objetivo buscar la manera de enfrentar la ideología liberal y fomentar todos los movimientos y actividades católicos. Estábamos en un momento complejo para la Iglesia Católica en Argentina, se había sancionado la Ley 1420, que disponía una educación laica, gratuita y obligatoria, además de las leyes de matrimonio civil y del Registro Civil y todo terminó con la ruptura diplomática de la Santa Sede con Argentina.
El presidente de la Asociación Católica, José Manuel Estrada, entabló en este encuentro una entrañable amistad con la heroína de la caridad y al conocer su entrega y real compromiso, le otorgó un premio por los servicios asistenciales a la Patria.
El reconocimiento de José Manuel Estrada es una muestra de lo que significaba una mujer como Mercedes Guerra para la época. Pese a su ancianidad, había logrado vencer la indiferencia social, todos sabían que había en Buenos Aires una santiagueña, cuya vida estaba dedicada a los otros.