Muchos creen que nadie ha logrado hacer en el cine lo que pudo hacer Alfred Hitchcock, pero hay algunos realizadores contemporáneos que manejan el suspenso y la intriga de una manera única. Y de una forma realmente creativa. En la forma de hacer cine y de su perspectiva “oscura”, el realizador indioestadounidense M. Night Shyamalan nos sumerge nuevamente en una historia que tiene más complejidades, más nudos, que otra cosa. Y con un increíble plot twist (giro de la trama), fiel a su modo de generar historias, ya que no podemos no mencionar u olvidarnos del tremendo plot twist en “Sexto sentido”.
En esta nueva película de Shyamalan, “La trampa” que fue estrenada hace unos días, el suspenso se apodera de la pantalla de principio a fin. Con toques de comedia negra y tensión de thriller psicológico, que por momentos te deja sin aliento. Y también, es a la vez, una película que propone un ejercicio de narración, de cómo se tiene que hacer una película en la que sepamos quién es el asesino y aún así funcione.
Del sexto sentido a la trampa
“La trampa” se estrenó en un momento histórico para M. Night, ya que su sensación sobrenatural “El sexto sentido” se estrenó hace 25 años, el 6 de agosto de 1999. Aunque no fue su primera película (Praying With Anger, de 1992, y Wide Awake, de 1998, le precedieron pero son poco conocidas), “El sexto sentido” le catapultó al estrellato de Hollywood prácticamente de la noche a la mañana.
Pocos discutirían que la misma es una gran película, pero desde entonces, la recepción que han tenido sus películas ha sido una montaña rusa de altibajos. Al analizar “La trampa” y su reflejo en la obra de M. Night, creo que ha llegado el momento de admitir que su fluida reputación como artista dice mucho más de los cambios en la cultura cinematográfica y de nuestras expectativas que de él mismo.
Pero, para los que no saben o no recuerdan, este realizador también es el responsable de aquella “trilogía” dramática de las películas “El protegido”, “Fragmentado” y “Glass”. Donde nos construye un ambiente de oscuridad y de tensión constante, donde se plantea una sensación de que “algo va a pasar” en todo momento. Y quizás lo que más atraiga a la gente sea eso, de que algo va a pasar y no sucede nada al final.
La trampa
La trampa es una especie de cambio de rumbo para Shyamalan. No sólo es posiblemente el thriller más directo que ha hecho nunca, sino que también desvela su mayor giro desde el primer tráiler: que el protagonista Cooper (Josh Hartnett) es un asesino en serie conocido como el Carnicero, y que se ha encontrado, bueno, atrapado en un concierto con su hija Riley (Ariel Donaghue).
Las autoridades han sido informadas de su presencia, pero no de su identidad, e intentan asegurarse de que no tenga escapatoria. Es un gran montaje, y aunque hay algo más que este marco básico, esta película no se señala inmediatamente como una película de Shyamalan. No hay una concepción sobrenatural, ni la película tiene mucho de espiritual como “Llaman a la puerta” o muchas de sus otras películas. No es difícil imaginar este mismo planteamiento dirigido por otros cineastas.
No, lo que revela que La trampa es una marca registrada de Shyamalan es su preocupación por lo que parece ser una ansiedad personal para él: que puede que no sea un buen padre. Ver a Cooper como una metáfora del propio Shyamalan desvela mucho del significado de la película. Aquí tenemos a un hombre obsesionado con su lado oscuro, que literalmente exhibe asesinatos en la pantalla de su teléfono, pero que también es un padre consumado que parece querer de verdad a su hija, incluso cuando la utiliza para sus propios fines.
Aunque no todas las películas de Shyamalan son de terror, la inmensa mayoría de ellas tienen algo de espeluznante o de suspense. O de inquietantes, planteando ambientes realmente “en tensión permanente”, como dije anteriormente. Eso es lo cautivante y lo temible, a la vez.
El peso de la industria
Desde 1999, Shyamalan ha sufrido repetidamente el peso de las expectativas culturales en relación con su producción. No es ni mucho menos el único cineasta que se enfrenta a este problema, pero siempre ha habido algo especialmente acusado en la reacción del público ante Shyamalan, como si su evolución como artista y su experimentación con nuevos géneros o técnicas supusieran una especie de traición a sus tremendamente lucrativos comienzos.
Su inmediato ascenso a la fama con “El sexto sentido”, “El protegido” y “Señales” se encontró con una trayectoria descendente casi igual de inmediata hacia el desprecio y el ridículo con “El bosque”, “La joven en el agua” y “El incidente”. La primera, en particular, es quizá la película más importante de la carrera de Shyamalan por la forma en que su recepción negativa alteró su percepción en la conciencia popular, a pesar de ser la más incomprendida de sus películas.
Dicho esto, no se puede negar que los últimos años de la década de 2000 y los primeros de 2010 fueron años difíciles para Shyamalan. “El incidente” se vino abajo por culpa de unos protagonistas terriblemente mal elegidos, e incluso sus más fervientes defensores no se morirían por alabar películas como The Last Airbender o After Earth. Estas dos últimas son también las únicas veces que ha trabajado por encargo, con su voz sofocada por los deseos de los verdaderos poderes detrás de esas películas (Paramount y Will Smith, respectivamente).
No hay nada malo en cobrar un sueldo, pero no está claro que Shyamalan sea el fuerte de la película. Mantenerse fiel a su propia visión y dejar un espacio para las películas que quiere hacer es lo que mejor sabe hacer M. Night, y es la razón por la que ha seguido encontrando público hasta el día de hoy.
El suspenso y el plot twist
Sin dudas, Alfred Hitchcock es considerado el padre del suspenso en el cine. “No hay ningún terror en el disparo, sólo la anticipación a él”, reflexiona este realizador. En esa frase breve se resume su visión del suspenso, de la intriga y de esta forma de hacer cine. Pues, lo atrapante de la narrativa en este género es justamente todo lo que sucede antes de lo inevitable, todo aquello anterior al disparo o la muerte del personaje. Eso es lo cautivante y la fantasiosa e inquietante esperanza del espectador de que el inevitable final (muerte del personaje) se evite o no suceda, como se anticipó. Eso es lo llamativo.
Y en ese clima de suspenso, Shyamalan ha logrado crear su propia manera de hacer cine. Su propio modo de atrapar al espectador ante personajes mucho más complejos, rotos, fragmantados y frágiles como un cristal. Y como frutilla del postre, en esa narrativa de intriga excesiva, el plot twist. Es decir, un elemento en la película que gira la historia, la trama principal. Un intempestivo giro y cambio en los sucesos de la historia, que desestabilizan aún más al espectador. Eso es lo que termina por conquistar al público. He ahí la magia del cine y de la narrativa, del suspenso.