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Opinión Redacción del Nuevo Diario

La lucha de los jubilados para dejar de sobrevivir en el país del olvido

Este relato, más que un artículo de opinión, es un grito de auxilio. ¿Es justo aportar toda una vida para recibir golpes o represión?

La reciente declaración de Noelia Guzmán, titular del Centro Nacional de Jubilados y Pensionados de ATE, expone una cruda realidad: en Argentina, los jubilados no viven, apenas sobreviven. Esta afirmación, dolorosa y contundente, refleja el sentimiento de abandono que aqueja a millones de personas mayores, quienes después de décadas de trabajo, se enfrentan a una vejez marcada por la incertidumbre y la falta de recursos.

El veto presidencial a la actualización de los haberes jubilatorios no es solo un golpe económico, es un ataque directo a la dignidad de quienes han contribuido al crecimiento del país durante toda su vida laboral. Guzmán, con la fuerza que solo quienes han resistido durante años pueden tener, no se deja doblegar. Sus palabras son un llamado a la acción, a no rendirse ante un gobierno que, según ella, muestra una insensibilidad escalofriante hacia los más vulnerables.

La mención de la reparación histórica de 2017, que en su momento fue presentada como un acto de "justicia" hacia los jubilados —que en ese momento durante el gobierno de Macri, también fueron golpeados—, hoy se revela como una promesa vacía. Para Guzmán y muchos otros, este tipo de medidas no son más que parches superficiales que ignoran el verdadero problema: una sociedad que parece olvidar a quienes ya no forman parte del engranaje productivo.

Es imposible no sentir indignación al escuchar las cifras: $225.540,61, apenas el 30% de lo que se necesita para cubrir las necesidades básicas. La elección diaria entre comer o comprar medicamentos no es una exageración, es la realidad de miles de jubilados en Argentina. Y esta elección es aún más angustiante para aquellos que, además, deben enfrentar el pago de un alquiler, en un contexto donde los precios no dejan de subir.

La crítica de Guzmán hacia el presidente Milei no es solo una cuestión personal, sino una denuncia hacia un sistema que, en su opinión, maltrata y deshumaniza. La indiferencia de la que habla, la represión que denuncia, son síntomas de un mal más profundo: la descomposición de un Estado que debería proteger a los suyos, pero que, en cambio, parece empeñado en silenciar a quienes alzan la voz.

La inacción de la Confederación General del Trabajo (CGT) es otro punto de inflexión en esta historia de abandono. Guzmán lamenta la falta de apoyo de las organizaciones que deberían estar al frente de la lucha por los derechos de los trabajadores y jubilados. Su desesperanza es palpable cuando describe la soledad de las protestas, donde los únicos presentes son los "viejos", aquellos que, habiendo dado todo, ahora se ven relegados al olvido.

Este relato, más que un artículo de opinión, es un grito de auxilio, ya que Javier Milei nos sigue sorprendiendo a todos los argentinos. Es la voz de quienes se sienten invisibles, de aquellos a quienes la sociedad ha dado la espalda. Noelia Guzmán y los millones de jubilados que representa no piden caridad, exigen justicia. Exigen vivir, no solo sobrevivir. ¿Es mucho pedir?

 

DS

 

Con información de Telefe

DS Milei Jubilados Represión
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