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Opinión Acerca de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en su 96ª edición

El eterno resplandor de los Oscar y unos premios de una mente con recuerdos

Por WEC - Periodista e Ilustrador Digital

El premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, conocido mundialmente como Premios Oscar, se da de forma anual. Pero a pesar de que el “show” o los meros adornos de un “espectáculo” hayan sobresalido o hayan copado la escena, sigue siendo una de las grandes estatuillas que todos los que están en la industria sueñan tener.

Ayer tuvo lugar su gala de premiación, en su edición 96, pero más allá de poder hablar sobre los títulos que estuvieron nominados en la categoría de Mejor Película, lo interesante es saber si las que llegaron a tal punto es porque se lo merecían o no. ¿Sobraba alguna? ¿Faltó alguna?

Pero, detrás de ese “resplandor” de la estatuilla, hay mucho más que una premiación, votaciones y miembros que hacen mucho mérito para poder formar parte de su gran listado. Hay una historia de su origen, de por qué lo conocemos ahora como “Oscar”.

Y muchos de los recuerdos que se vienen a la mente tienen que ver con su origen, el de su nombre, su identidad.

Primeros recuerdos

Los Premios de la Academia tienen su origen el 16 de mayo del año 1929, cuando la floreciente industria empezó a premiar “la excelencia en logros cinematográficos”. Un par de años antes, en 1927, se había fundado la Academia Internacional de Artes y Ciencias Cinematográficas, bajo la iniciativa de Louis B. Mayer, presidente de la Metro Goldwyn Mayer (MGM).

Uno de los primeros comités de este nuevo organismo fue el de Premios al Mérito, creado en 1928. El comité de siete personas sugirió a la Junta que los premios se entregasen en 12 categorías.

En un principio, el premio no tenía nombre. Tanto la prensa como la gente de la industria se referían al galardón como “The Academy statuette”, “El trofeo dorado” o “La estatuilla al mérito”. Hay varias leyendas en torno al origen del nombre de estos premios.

La primera (y más probable) es que fuese Margaret Herrick, bibliotecaria de la Academia y más tarde directora ejecutiva, quien bautizó a la figura como Oscar por primera vez al afirmar que el caballero de la espada “se parecía a su tío Oscar”. Desde entonces la Academia empezó a referirse al premio de esa forma de manera informal. El nombre se popularizó en 1934, cuando un afamado columnista, Sidney Skolsky, lo usó en su columna para hablar del Premio a la Mejor Actriz para una joven Katharine Hepburn. No sería hasta 1939 cuando la Academia utilizó el término “Oscar” de forma oficial.

Resplandor

El espectáculo ha copado la escena. La fanfarria, los colores, los musicales, el show y los cascabeles adornan toda la ceremonia. Pero en su origen, el resplandor de este evento era íntimo, más cuidado, más privado. Incluso en su primera ceremonia fue un almuerzo privado de no más de 300 personas. Pero con el paso del tiempo se fue popularizando, fue tomado por la “puesta en escena” y ahora, los premios quedan relegados a todo un show que está guionado en gran parte. Sí, todo está guionado. Desde lo que dicen cada uno de los presentadores, hasta el baile más breve y las bromas. Eso es propio de la industria “hollywoodense”.

Eso le quita sabor, esencia y naturalidad. Pero hay un pacto implícito con la audiencia, donde las personas aceptan este lenguaje en pos de poder disfrutar del universo de premiaciones que sostienen es el más importante del mundo.

Sigue manteniendo su resplandor, su brillo. Una luz que aún hoy encandila. Aunque la selección de títulos se desvirtúe o para algunos nos parezca que faltaron títulos o sobraron otros.

Los títulos nominados a mejor película fueron 10. Inicialmente, eran categorías de una terna. Ahora la cantidad es el triple ¿Y si faltó alguna? Sí, “Sonido de Libertad”, tan controversial que les incomodó que estuviera.

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