El futuro de la economía argentina bajo el gobierno de Javier Milei parece depender de una compleja mezcla de factores, entre los que se destaca un riesgo poco cuantificable pero enormemente influyente: la aceptación social. Según un análisis del BBVA, la proyección económica para 2025 es alentadora en términos de crecimiento del PIB, con un aumento estimado del 6%. Sin embargo, la estabilidad política y económica de Argentina podría enfrentarse a tres grandes riesgos que amenazan con frustrar ese progreso, siendo el deterioro de la aprobación social del gobierno uno de los más críticos.
Los desafíos económicos son ineludibles. Argentina sigue siendo vulnerable a eventos climáticos extremos que impactan su producción agrícola, como la devastadora sequía de la última temporada. Además, la gestión de los controles cambiarios es otro tema central: el éxito de la política económica de Milei depende en gran parte de cómo y cuándo se remuevan estos controles sin desatar una crisis cambiaria. Sin embargo, el riesgo menos predecible, pero posiblemente más peligroso es la pérdida de apoyo popular a las políticas del presidente.
La última encuesta de Opina Argentina muestra que, aunque cuatro de cada diez ciudadanos todavía apoyan a Milei, la popularidad de su gobierno ha caído de manera notable. La confianza en su gestión ha disminuido seis puntos en septiembre, marcando el nivel más bajo desde que asumió el poder. Este fenómeno no debe subestimarse, ya que los movimientos políticos en Argentina han demostrado repetidamente que la estabilidad social y el apoyo de la población son fundamentales para el éxito o fracaso de un proyecto gubernamental.
Históricamente, los gobiernos en Argentina que han impulsado reformas económicas audaces sin el respaldo social adecuado han sufrido consecuencias devastadoras. Desde el punto de vista de la política económica, Milei ha sido claro: su administración busca terminar con los pasivos remunerados, los PUTs y lograr una convergencia entre la inflación y la devaluación. Sin embargo, sin una base social que sostenga estas medidas, es difícil imaginar cómo podrá avanzar en su agenda sin enfrentar fuertes resistencias.
Un componente clave del desgaste en la aprobación social tiene que ver con las expectativas inflacionarias. Aunque la inflación ha comenzado a desacelerarse, estabilizándose en torno al 4% mensual, sigue siendo extremadamente alta en términos anuales. El BBVA estima que la inflación alcanzará el 130% en diciembre de 2024, lo cual es más pesimista que el pronóstico del Banco Central. Si bien se espera una reducción significativa de la inflación en 2025, estabilizándose alrededor del 40%, el impacto de años de hiperinflación ya ha calado hondo en la sociedad.
La pérdida de confianza en la capacidad del gobierno para controlar la inflación y mejorar las condiciones de vida cotidianas es un caldo de cultivo para la protesta social. La historia económica de Argentina demuestra que la paciencia del pueblo tiene límites, y cuando esos límites se cruzan, el descontento popular se convierte en un impedimento casi insuperable para cualquier gobierno. Milei, que llegó al poder con promesas de cambio radical y transformaciones estructurales, enfrenta ahora el reto de convencer a una sociedad fatigada por la inestabilidad económica de que sus políticas no solo son necesarias, sino también viables a largo plazo.
Si bien los problemas climáticos y las complicaciones en la política cambiaria son amenazas concretas, es el descontento social el que podría descarrilar el proyecto de Milei. No importa cuán ambiciosas o bien pensadas sean las políticas económicas, si el gobierno no logra mantener la aceptación social, las resistencias internas podrían frenar o incluso revertir los avances. La oposición política ya está alerta, esperando cualquier signo de debilitamiento para capitalizar el descontento generalizado.
En última instancia, el gobierno de Javier Milei no solo enfrenta los desafíos habituales de la economía argentina, sino también un problema más profundo y estructural: la necesidad de restaurar la confianza de un pueblo que ha visto muchos gobiernos prometer soluciones, pero pocos cumplirlas.
Las acciones tomadas contra los jubilados, las universidades y los trabajadores se hacen notar. La pregunta es ¿hasta cuando el presidente va a seguir gobernando para unos pocos?
Si el presidente no logra mantener o incluso recuperar el apoyo social, la recuperación económica podría verse gravemente comprometida. En Argentina, el capital político es tan importante como el capital financiero, y el desgaste social es un enemigo que Milei no puede permitirse subestimar.
DS