Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Policiales #Veredicto

Condenaron a prisión perpetua a los dos policías que mataron a Blas Correas

Los cabos Lucas Damián Gómez (37) y Javier Catriel Alarcón (33) fueron hallados culpables y condenados a perpetua en la tarde de este viernes.

Un jurado popular de ocho ciudadanos más dos jueces técnicos de la Cámara declararon culpables este viernes en la ciudad de Córdoba a los policías implicados en el asesinato de Blas Correas (17) y y el intento de encubrimiento del crimen, ocurrido en agosto de 2020 mientras el adolescente viajaba en un auto con cuatro amigos, que sobrevivieron a las balas incrustadas en el auto. Lucas Damián Gómez (37) y Javier Catriel Alarcón (33), apuntados como los que dispararon contra el joven, fueron condenados a prisión perpetua.

 

Los cabos Lucas Damián Gómez (37) y Javier Catriel Alarcón (33) fueron considerados autores del homicidio calificado por ser integrantes de la Policía y agravado por el uso de arma de fuego y también por la tentativa de homicidio contra los cuatro otros chicos que iban a bordo del Fiat Argo en el que viajaban cuando fueron atacados, también agravado por el uso de arma de fuego y calificado por ser empleados de la fuerza de seguridad.

 

El jurado se tomó largas horas para deliberar sobre los 13 imputados. Cerca de las 16 se anunció que la lectura se haría a las 17.30, pero se demoró más de una hora porque uno de los ciudadanos del tribunal popular se descompensó. Finalmente, el tribunal leyó un extenso veredicto.

 

Un rato antes del cuarto intermedio, durante la mañana, Gómez había declarado en su espacio de “últimas palabras”, frente a los padres de Blas: “Hace dos años y casi ocho meses que le vengo pidiendo a Dios por ustedes para que les dé la fuerza necesaria”, dijo mirando a los familiares y agregó: “Quiero realmente pedir perdón por lo sucedido. No fue mi intención quitarle la vida a nadie, eso mi Dios lo sabe”.

 

“El asesinato de Blas marcó un antes y un después en la visibilización de la violencia policial en Córdoba. La sociedad en su conjunto exigió una justicia eficaz que garantice que el de Blas no se trate de otro caso más de violencia policial impune. Por eso hoy esta decisión simboliza un primer paso en la dirección correcta: cuando las instituciones judiciales investigan y se comprometen con la búsqueda de la verdad, puede haber justicia”, declaró después de escuchar el veredicto Paola García Rey, directora adjunta de Amnistía Internacional Argentina, organización que participó del juicio como veedora y acompañó a la familia de la víctima.

 

Sin embargo, García Rey aclaró que “es urgente poder promover que casos como éste no sean la excepción sino la regla que empiece a regir, para poder reconstruir los niveles de confianza de la población hacia las fuerzas de seguridad y la justicia, hoy fracturada“.

 

Cómo fue el asesinato de Blas CorreasAquella medianoche del 6 de agosto de 2020, Blas y sus amigos volvían de cenar a bordo del Fiat Argo blanco. Unas cuadras antes de recibir los disparos tuvieron un altercado con dos hombres que iban en una moto.

 

El conductor del coche quiso doblar en U en una avenida, no vio la moto y quienes venían a bordo de esta se lo recriminaron. Tuvieron una discusión breve y se insultaron unos a otros. Segundos después, como consecuencia de una frenada inesperada del Fiat, la moto, que venía atrás, intentó esquivarlo y rozó el espejo retrovisor derecho. Nunca se pudo comprobar si ese “toque” fue accidental o se trató de una patada del motociclista, ya que varía según las declaraciones de los testigos. El espejo salió volando.

 

Los chicos del Argo no lo supieron pero los motociclistas alertaron metros más adelante a dos policías que había un auto haciendo maniobras peligrosas. Eso derivó en una alerta radial. Y lo que podría haber sido un control normal, una multa o un llamado de atención, terminó en desastre y muerte. No se entiende si por torpeza o mala fe de los policías.

 

Según pudo constatar el fiscal de instrucción José Mana los policías dieron el alerta como si el incidente con la moto hubiera sido un robo. “Oscar para que tengan en cuenta los móviles, Fiat Argo QTN raudo acá del control de canal ocho ¿sabés? Seis sierras (sujetos en la jerga policial) van adentro, ahí quisieron hacer un hecho acá”, remarcó por frecuencia radial uno de los policías.

 

Mientras tanto, el auto con los cuatro chicos a bordo, por supuesto desarmados, siguió su camino. Manejaba Juan Cruz Camerano Echavarría, de 18 años. Y lo acompañaban cuatro menores de 17, entre los que estaba Blas, a quien sus amigos le decían “Hueso”.

 

En el cruce de la avenida Vélez Sarsfield y Romagosa, en el barrio Colinas de Vélez Sarsfield de la capital cordobesa, los esperaba un retén de policías ya enterado de que venía un Fiat blanco con presuntos ladrones a bordo.

 

Los agentes Gómez y Alarcón estaban de pie, de frente al tránsito, sobre el asfalto. Camerano Echavarría contó que tras la situación con la moto cruzó un puente vio los dos móviles estacionados sobre la calle. “Cuando me voy acercando, logro ver con claridad y seguridad dos policías parados”, contó a los investigadores. Y explicó que se acercó al control por el carril derecho: “Lo primero que hice fue bajar la velocidad, puse tercera, hice un rebaje a segunda y cuando paso por el frente del móvil y al lado del policial, veo que levanta el arma y me apunta a la cabeza”.

 

Cuando uno de los policías levantó el arma y le apuntó, el chico admitió que se asustó y aceleró. “Después que pasé al lado del policía escuché ruidos, primero escuché como un ruido seco, de cuando se dispara el arma y un ruido de chapa, y después otro ruido seco de otro disparo y el ruido de rotura del cristal. Ahí giré para atrás el cuello y veo la luneta cristalizada. Además, noté que el auto me subió las revoluciones y me patinó, ahí me di cuenta que me habían disparado a una goma”, declaró.

 

“Llévenme a un hospital”, escucharon los chicos que iban en el Fiat. Era Blas. “Cuando pasamos por al lado me di cuenta que habían sacado las armas”, relató otro de los jóvenes, cuyas identidades se resguardan dado que al momento de los hechos eran menores de edad.

 

Y siguió: “No escuché ninguna voz de alto. Inmediatamente sentí el sonido de un disparo y como un aire que me ‘peinó' en la cabeza. Le dio al vidrio de la luneta. Luego de dos o tres segundos escuché entre seis o siete tiros más todos seguidos. Cuando terminaron los disparos, Hueso me dijo ‘me dispararon’”, relató otro de los amigos de Correas que, al ver que uno de los policías les apuntó contó que se agachó y se hizo “bolita”.

 

Un taxista que venía atrás del Fiat confirmó en declaración a la Justicia que él también vio que uno de los policías empuñaba el arma en el retén.

 

Según las investigaciones posteriores, el fiscal pudo determinar que Alarcón era el policía que empuñaba el arma y a su lado estaba Gómez. Se comprobó que el primero disparó dos tiros y el segundo, cuatro. Cinco de estos dieron contra el auto donde viajaban los chicos. Y se supo que del arma de Gómez salió el proyectil que mató a Blas.

 

Esquivel fue la agente que se quebró tiró abajo las mentiras que habían construido al menos nueve de los 13 policías. Confesó a la Justicia que ella fue quien plantó un arma en una rotonda cercana para que el asesinato cometido por Gómez y Alarcón tuviera una justificación. Y omitió avisar por radio que Blas estaba muerto y que el disparo había salido, sin justificación alguna, de las armas de sus compañeros.

 

Minutos antes de la 1 de la madrugada, ella junto a Alarcón plantaron un arma calibre .22 marca Doberman y con numeración parcialmente limada a unas cuadras del lugar del hecho. Y media hora después, según se comprobó, ella misma, en compañía de su dupla policial, el imputado Alarcón, simuló un rastrillaje y el hallazgo “casual” del revólver. El examen de dermotest, desde luego, arrojó que ninguno de los ocupantes del Fiat presentaba restos de pólvora.

 

¿Por qué, si se comprobó que la bala disparada por Gómez fue la que mató a Blas se le imputa el homicidio también a Alarcón? Se presume que Alarcón se unió a los disparos de su compañero y tácitamente se involucró en la intención de matar.

 

El subcomisario Alejandro González, con una antigüedad en la fuerza de 21 años, fue clave para tramar el encubrimiento porque, según los investigadores, ayudó a los imputados Gómez y Alarcón a eludir la investigación a la vez que facilitó que se alterara prueba y rastros de la investigación vinculada al delito.

 

Siempre de acuerdo a lo investigado, el subcomisario entregó el arma a Esquivel para que la plantase y retardó hasta dos horas el aviso de los acontecimientos a sus superiores, con el fin de acomodar la escena del crimen para favorecer a los policías complicados.

 

La escala de impunidad no termina ahí. Dos comisarios, Galleguillo y Soria, y el subcomisario Quiroga contribuyeron a solidificar la mentira, el cuentito que buscó instalar el grupo de 13 agentes sobre que Blas y sus amigos eran delincuentes.

 

Para el fiscal, estas tres autoridades “no denunciaron oportunamente el posible hecho delictivo perpetrado por los encartados Gómez y Alarcón ante la autoridad competente, pese a encontrarse legalmente obligados a hacerlo” y omitieron dar aviso vía frecuencia radial del episodio, algo que es obligatorio para los integrantes de la fuerza.

Homicidio
Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso