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Opinión #Especial

Puedes ser inmortal

Semiótica Loca ??? Episodio I: Relaciones de poder, discurso y metáforas en el filme ???Big Fish???, de Tim Burton. Un Artículo especial de WEC, ilustrador y periodista.

El 5 de febrero se cumplieron 19 años del estreno en Argentina de una de las mejores películas –o quizás la más conmovedora–, del excéntrico director Tim Burton. Y en 2003 se estrenó mundialmente. Y si tendría que empezar a escribir sobre la relación del lenguaje y del discurso entre el séptimo arte y la misma semiótica, que analiza todo, pues sin dudas esta película sería un buen comienzo. O un buen final, depende cómo se lo tomen los lectores. Me refiero a la película “Big Fish”, o traducida al castellano “El gran pez”.

 

Siempre me pregunté por qué me fascinaba tanto escuchar historias. Lo cierto es que leer, escribir o contar historias nos permite, tal vez, vivir miles de vidas ¡Quién pudiera hacerlo! ¿No? Sería como ser inmortal, vivir en diferentes épocas y hasta viajar en el tiempo. Un libro tiene ese poder... pero ¿y el cine? El cine tiene el agregado de ser esa poderosa experiencia de mirar la historia a través de una gran ventana, con un sonido envolvente y efectos visuales que hasta te “hipnotizan”. Y “Big Fish” es una película hipnotizante. Te lleva a esos momentos donde cuando niño, un abuelo, un tío o un mayor se sentaba y te contaba historias. O cuando entre amigos te juntabas a contar historias. Ese circo de recuerdos, hazañas y travesuras no se iguala a nada.

 

En esta película, hay elementos que subyacen en su narrativa y que tienen una fuerte carga simbólica. Hay dos ejes conceptuales: por un lado, la relación padre-hijo de manipulación a través del discurso; y por el otro, la metáfora de “engrandecer” al humano para que enfrente los límites de lo establecido. 

 

 

 

El hombre mito

“Big Fish” es de esas películas que pueden describirse como un poema. Fue dirigida por Tim Burton, escrita por John August y basada en la obra homónima de Daniel Wallace. No muchos conocen esta película en la filmografía del gótico director, ya que hay otras más famosas como “El joven manos de tijera”, “Charlie y la fábrica de chocolates”, “Batman, 1989”, “Beetlejuice”, etc.

 

Edward Bloom es un hombre que relata momentos de su vida añadiéndoles características propias de la fantasía, lo que molesta sobremanera a su hijo Will, quien trabaja como periodista en París. La relación padre-hijo cambia en su adolescencia, cuando Will se muestra irritado de que su padre encontrara la manera de contar sus historias, siempre. Y si hay de esos “loquitos” sueltos en alguna familia, o un grupo de amigos. Ya de adulto, Will le plantea y recrimina todo esto a su padre, cuando aquel enferma de gravedad ¿Cuándo sos mi padre y cuándo es el personaje, el hombre-mito? Eso era básicamente lo que se planteaba Will.

 

Allí hay una doble lectura con respecto a esta relación padre-hijo. Por un lado, las historias y relatos usados por Edward se leen como un dominio sobre los demás, el ejercicio del poder —al que se rebela justamente su hijo— y por otro lado, el uso de las historias para colocarse una máscara (el hombre-mito), porque esa personificación lo hacen inmortal. Lo sacan de lo terrenal y lo colocan como mito.

 

Desde un plano social, la figura de Edward (el padre) representa la sociedad patriarcal, la que tiene la verdad absoluta e indiscutible, y el poder lo ejerce con el discurso; y del otro lado, la figura de Will (el hijo) que representa a los sectores que se rebelan ante esa dominación, ante ese discurso, los cuales suelen ubicarse como “lo alternativo”.

 

Según el autor de la novela original, Wallace, explica que el elemento principal es la idea de la reconciliación entre un padre y su hijo. 

 

 

 

La fuerza de la metáfora

Lo que lo define a Edward, el contador de historias, es la metáfora de su vida. Si no le hubiese agregado esos elementos de fantasía a cada aventura, pues sería uno más, incluso serían historias poco atractivas de contar, y mucho más de escuchar. ¿Quién no le agrega emoción, gracia, comentarios y elementos exagerados cuando relata algo? No queremos quedar en ridículo ante una historia mal contada o una sin remate.

 

Pero hay algo más, además del hecho de despojarse de lo mortal y de la finitud terrenal a través de la fantasía, es que uno puede vivir a través de sus historias. Porque uno puede morir físicamente, pero sigue viviendo en esas historias. “Big Fish” es un mito, es la metáfora de un ser libre, despojado de limitaciones y presiones del mundo terrenal, y que nunca pudo “ser atrapado”. Y esa metáfora es la del hombre común que logra ser “grande” e “inmortal”, porque sus relatos le dan esa fuerza, ese poder, de eso se alimenta.

 

Hay un fragmento que refleja el amor y la conmovedora historia que existía entre Edward y su esposa, Sandra. Él hizo de todo para conquistarla, y lo logró. En uno de sus últimos momentos, él se tira en una bañera llena de agua, como el “gran pez” que se siente. Y en un momento él dice: “-Me estaba secando...” a lo que Sandra responde: “-Creo que yo nunca me secaré”.

 

En esas dos líneas de diálogo se infiere mucho. Está la potencia del mundo simbólico: el hecho de “estar mojado” hace referencia a tener un estado donde su cuerpo está húmedo, pero él al decir “me estaba secando” siendo que se encuentra sumergido en las aguas, es porque ya se encuentra en sus últimos momentos y como pez no se siente mojado, ya no siente el agua —ya no siente ese universo que le daba su poder—. Y ella, con su respuesta, lo que quiere decir es que “nunca se secará”, nunca lo olvidará y siempre lo tendrá con ella. Pues, la historia de su amor la define. Ambos se definen. Si no hubiese ocurrido esa historia ¿qué sentido hubiese tenido esa historia?

 

Uno de los principales simbolismos es el de “colgar los zapatos”, lo que se demuestra al final de la película. El sacarse los zapatos es para descansar, porque uno ya ha hecho o ya ha transitado el camino que debía. Y “el gran pez”, como lo explicó el personaje de una bruja: “Los peces del río crecen así de grandes porque nunca los atrapan”. Cuando el niño se ha hecho adulto, ha dejado de jugar, renuncia al placer del juego, el juego de la vida. Fantasear, soñar es vivir, quien no sueña no desea y quien no desea, está alejado de la vida. Cuando uno es niño, juega, imagina y quien pierde esa capacidad de imaginar, de fantasear, ha perdido el sentido de disfrutar cada aventura. Y esa capacidad solamente la tenemos los humanos, además del relato. Somos seres que vivimos a través de historias, desde pequeños, cuando hablamos con nuestra familia, cuando nos relacionamos con amigos, cuando vivimos nuestra propia historia de amor.

 

Estamos rodeados de historias, que se expresan en diferentes formas, formatos y soportes: desde lo oral, una charla, una anécdota; en textos, en libros, en películas, en las redes sociales, donde también jugamos a ser, no un “Big Fish”, sino a otras personificaciones; incluso los videojuegos online son un claro ejemplo. En ese nuevo universo virtual de historias, millones de usuarios relatan, juegan, fantasean. Y las historias que contamos, así como lo hacía Edward, nos permite vivir varias vidas, y cuando otros las cuenten, podamos seguir viviendo a través de ellas, en el tiempo. Por eso, vivir eternamente. 

 

 

 

Por

 

WEC

 

Ilustrador y Periodista especializado en Cultura y Espectáculos. 

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