Casi una semana después de su desaparición, los hermanitos Melany y Octavio Leguina, de 9 y 6 años, fueron hallados muertos, con las cabezas destrozadas a pedradas y probables signos de tortura y abuso sexual, en un yuyal de las afueras de Salta.
Melany y Octavio salieron de su casa, en barrio Alto La Viña (que en ese momento era un asentamiento), rumbo al albergue para niños carenciados "La casita de Belén" en barrio San José, donde desayunaban antes de ir a la escuela en Villa Costanera.
Como no volvieron, su mamá, María Rosa Pereyra, hizo la denuncia. Nunca más los verían con vida.
Durante la mañana del lunes 4 de mayo en calle Olavarría, dos personas secuestraron a los niños y los llevaron camino hacia el sur de la ciudad. Se supo que una vez en el vehículo los obligaron a tragar y respirar cocaína, los quemaron con cigarrillos y luego abusaron sexualmente de la niña delante de su pequeño hermano.
Los cuerpos fueron encontrados poco antes de las tres de la tarde del 10 de mayo de 1998. Estaban vestidos, aunque a Melany le faltaban las zapatillas. Una de ellas apareció el sábado cerca del lugar donde aparecieron los chicos. También se habían encontrado sus mochilas y una polera salpicada de sangre.
"El que los mató es una bestia", declaró el entonces jefe de la Policía salteña, Víctor Gómez García.
Los asesinos recién cayeron casi un año después cuando una testigo de identidad reservada mencionó el nombre de Marcelo Torrico. Junto a él apresaron a Ariel "Popeye" Brandán, recordó Bien Informados.
