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Policiales #BotínPreciado

Las motos más robadas son las de baja cilindrada, especialmente de 110cc.

Las venden enteras en el interior o las desguazan en Capital y La Banda.

“Fueron solo cinco minutos. Al salir ya no estaba la moto”. Esta es una de las frases más escuchadas por los damnificados del hecho delictivo en las guardias de las comisarías y ante los familiares deseosos de saber cómo sucedió. En algunos casos realmente fue ese tiempo, aunque en la mayoría es más. Pero lo que el dueño del rodado quiere graficar es lo audaz que fue el delincuente. Prácticamente, le robó “delante de sus narices”, sin temer que lo descubrieran. Pero nada le importa al malviviente. Todos están al acecho, esperando o generando la oportunidad delictiva, mientras la víctima hace su vida normal, sin demasiado apego a los cuidados para evitar estas desagradables sorpresas.

Si bien en tiempos de pandemia muchos se inclinaron por el uso de bicicletas —aumentando además la sustracción de este tipo de vehículos—, el robo de motos sigue siendo uno de los “dolores de cabeza” para las autoridades, que buscan frenarlo.

Las motos de baja cilindrada, especialmente las de 110 centímetros cúbicos, son las más sustraídas.

Algunas “desaparecen” casi de inmediato. Es que hay delincuentes —también existen bandas— que tienen aceitadas estrategias para llevarlas al interior, a parajes con pocos habitantes, donde las venden enteras, tal como las robaron, revelaron fuentes del área de Investigaciones. La Policía, cada vez que realiza operativos sorpresivos en rutas, calles o caminos vecinales del interior, siempre saca de circulación motos robadas en otras latitudes o con números de motor y chasis limados.

Otra parte es sustraída para ser desguazada. Ahí es donde aparecen los mecánicos inescrupulosos que adquieren esas motopartes para colocarles a otras motos en reparación. Los voceros confiaron que la tercera alternativa del robo de una moto es para concretar arrebatos. Para ello les sacan los plásticos o los cambian por otros. Incluso, son alquiladas por días u horas a otros ladrones para protagonizan ese tipo de ilícitos.

Santiago no escapa a la realidad de todo el país. Sin embargo, a diferencia de las grandes ciudades argentinas, donde asaltan a mano armada al motociclista para robarle el rodado, en Santiago esperan el descuido del conductor —algunos dejan hasta las llaves en el tambor y sin las medidas de seguridad— para apoderarse del vehículo.

El accionar delictivo genera un gran perjuicio económico porque algunos la utilizan como una herramienta de trabajo para movilizarse de un lugar a otro, y porque comprar otra moto significa una inversión de una abultada suma de dinero —en cuotas o al contado— que muchos no están dispuestos a realizar en tiempos de crisis.

 

Ingresan rodados por caminos vecinales o de campos privados desde otras provincias

 

Los diversos procedimientos que se concretaron en los últimos tiempos en el interior provincial develaron que hay un fluido paso de motos robadas de otras provincias hacia Santiago del Estero, utilizando caminos vecinales o internos de grandes propiedades. En localidades de los departamentos Jiménez y Pellegrini se encontraron rodados sustraídos en Tucumán. Incluso, en el departamento Banda, desde Los Quiroga hacia el norte, en parajes ubicados sobre la margen izquierda del río Dulce, se secuestraron decenas de motos “tucumanas”. De acuerdo con las investigaciones policiales, eran traídas en la caja de un camión que llegaba a comprar carbón o a vender verdura en la zona.

Los investigadores señalaron que es un fenómeno que se da en las localidades que limitan con otras provincias, donde las motos adquiridas “no salen del campo a la ciudad” por temor a los operativos de control.

Los que adquieren rodados sustraídos pagan de cinco a diez mil pesos, sin documentación.

 

Compra del vehículo de “buena fe” o encubrimiento, esa es la cuestión

 

Si se roban tantas motos es porque hay un mercado deseoso de comprar cosas a bajo precio, sin preguntar ni importarle la procedencia.

La mayoría de las motos son robadas sin la documentación del rodado. Así son vendidas y por irrisorios precios, dos detalles que no pasan desapercibidos para el comprador. Sabe que el origen es, al menos, producto de una irregularidad.

Cada vez que se intercepta en los operativos viales una moto robada, el conductor manifiesta que la compró de “buena fe”, que fue engañado y que no sabe el nombre del vendedor.

Algunos fiscales consideran que los conductores son autores de encubrimiento y son imputados porque no les creen la historia de que fueron muy inocentes al adquirir un rodado de procedencia delictiva. Y en un par de casos hasta los mismos ladrones esgrimieron la misma versión, hasta que se descubrió la verdad.

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