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Opinión #Opinión

El Talibán y su no tan amigo

Una relación compleja que es parte de la historia de la región los une y al mismo tiempo los hace enemigos mortales. Por esto, hay que evitar apurarse en sacar conclusiones erróneas.

El Medio Oriente es una región muy complicada, donde las simplificaciones y los análisis lineales llevan a cometer errores de juicio en la toma de decisiones y análisis políticos; tanto de la prensa como de líderes occidentales.

 

Este error de juicio, valga la redundancia, se genera porque se ve a estos conflictos como un típico partido de futbol; en los que se enfrentan dos contendientes y donde un bando gana y otro pierde. Esto sucede porque la mayoría de los analistas jamás parten del conocimiento real de la historia de la región, de su cultura, de sus tradiciones.

 

En el Medio Oriente no hay blancos o negros, sino tonalidades de grises.

 

Estos grises  por lo general son ignorados e incomprendidos totalmente por occidente siendo estas omisiones las más peligrosas. Es por esto que sostener que Pakistán es la gran beneficiada del triunfo del Talibán en Afganistán no deja de ser una simplificación peligrosa. Aunque debemos, si, reconocer que a lo largo del tiempo sus organismos de inteligencia han brindado apoyo y refugio a estos movimientos islamistas; pero por otros motivos mucho más profundos que el de contribuir al derrocamiento de un gobierno extranjero o establecer una posición colonial.

 

Para comenzar a entender los sistemas de alianzas y enemistades que marcan las relaciones entre Pakistán y Afganistán, debemos recordar que ambos países son hijos, por llamarlo de alguna manera, del colonialismo imperial de Gran Bretaña que diseñó artificialmente sus fronteras en el Siglo XIX durante su ocupación de estos territorios. Gran parte del conflicto nace con la demarcación de la denominada Línea Durand a través de territorios montañosos y valles por más de 2.600 kilómetros de tierras cuando se establecieron -de facto- las líneas fronterizas actuales que arbitrariamente partieron al medio a los pueblos del Balochistan y a los Pashtunes.

 

Aunque las líneas fronterizas nunca afectaron las relaciones tribales internas y estas han primado más que las de las banderas. La intervención inglesa produjo la enemistad entre ambos países desde la independencia de Paquistán en 1947, cuando el Rey de Afganistán se negó a reconocer a aquel país, elevando una protesta formal a las Naciones Unidas y comenzó a elaborar un plan de intervención para dividir a Pakistán con la idea de crear un tercer estado que uniría estas etnias bajo un tercer país al que quería denominar “Pashtunistan”. El plan afgano se extendió hasta la época de la intervención soviética en aquel país durante la década de 1970 y consistía en apoyar a movimientos insurgentes islamistas independentistas en las provincias norteñas y en un territorio bajo administración autónoma de las tribus pashtunas que sigue estando dominado por las leyes coloniales inglesas; territorio donde no se aplican ni la constitución ni las leyes pakistaníes y al que el ejército pakistaní no puede acceder. Hasta el día de hoy dicho territorio sigue denominándose El F.A.T.A. : Áreas Tribales Bajo Administración Federal.

 

La intervención soviética marcó un punto de inflexión en la política exterior de un Pakistán que ve la oportunidad de terminar con la amenaza a su seguridad interna y comienza junto a Estados Unidos a apoyar la insurrección jihadista islámica del otro lado de la frontera, incentivando la creación de los diversos movimientos talibanes. Aunque esta intervención no dió los frutos esperados ya que el país cayó en una anarquía y estado de disolución en la que cada tribu y caudillo regional se lanzó a un ataque de todos contra todos que terminó con el control Pashtun del país a través del conocido movimiento Talibán.

 

La doctrina que la C.I.A. estableció para Afganistán desde ese momento fue la de dominar al país a través de Pakistán sin intervenir directamente en el conflicto, para así limitar la influencia rusa en la región estableciendo un gobierno de corte islámico; lo que parecería ir de acuerdo a los dichos del actual Presidente de los Estados Unidos que en la conferencia de prensa posterior a la retirada de sus tropas de aquel país y la caída del gobierno moderado de corte laico, decía que “nunca fue la intención de Estados Unidos la de reconstruir a aquel país¨(sic). Con lo cual debemos ver en esta retirada el triunfo de la política tradicional de la C.I.A. (que ya venía imponiendo su parecer desde la época de Trump) frente a las del Departamento de Estado que tenía otros planes para la región. 

 

Y por esto la negativa una y otra vez del Presidente Biden a explicar el porqué de la retirada, no porque no sepa lo que tiene que decir; sino porque no lo puede decir.

 

Asimismo debemos recordar que Pakistán mantiene un conflicto bélico con India de doble carácter, tanto territorial por el estala doctrina quedo de Kashmir y otras regiones limítrofes, como de carácter religioso. No es ningún secreto que la doctrina militar de Pakistán tiene entre sus hipótesis de conflicto un ataque sorpresa de India que provocaría la desbandada de todas sus unidades militares del norte, necesitando un territorio para poder retirarse y reagruparse para realizar un contra-ataque exitoso. De ahí el interés de Pakistán en un Afganistán neutral y aliado.

 

Ahora bien, Pakistán no tiene tiempo para festejar este triunfo del Talibán que ha desatado un tsunami de adhesión en toda la región despertando a los más fanáticos nacionalismos islámicos, porque ellos mismos están bajo amenaza jihadista. Y esto es debido a que luego de la invasión de Estados Unidos en Afganistán millares de Operativos, Militantes y Simpatizantes del Talibán y al-Qaeda cruzaron la frontera norte y establecieron bases expandiendo la ideología jihadista por todo este territorio, lo que dio lugar en el año 2007 a la creación del TTP o las “Facciones Talibanes del Pakistán”. Facciones que a fines del 2007 lanzaron un ataque militar que conquistó el Valle del Swat situado a menos de 200 km de Islamabad, la capital de Paquistán. 

 

Aunque el ejército lanzó una contraofensiva, la misma terminó en febrero del 2009 con un cese al fuego en que el gobierno reconocía el liderazgo del dirigente Talibán Sufi Mohammed como líder de la región y la implantación de la Sharia como ley oficial en la zona quedando derogada la constitución de Pakistán en esa región.

 

Luego de este acuerdo el Talibán siguió expandiéndose hasta llegar al distrito de Buner, a solo unos pocos kilómetros de la capital; pero debido a las manifestaciones populares, las imágenes del tratamiento despiadado hacia la población bajo su control y la amenaza del movimiento Taliban de tomar por asalto las ciudades de Rawalpindi e Islamabad, el gobierno central lanzó una contraofensiva para recuperar ciertas aéreas,aunque no pudo reestablecer el dominio completo del territorio.

 

Por todo esto debemos entender que si bien Pakistán se beneficia con la caída del gobierno afgano, también la mira con preocupación y no quiere un gobierno Talibán fuerte en el país vecino, ya que esto podría despertar sentimientos nacionalistas independentistas o islámicos jihadistas que podrían desestabilizarlo.

 

Es por todo lo expresado anteriormente que no se puede decir que Pakistán es el gran ganador con la caída de Afganistán; sino que los únicos que sonríen son los terroristas islámicos globales.

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