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Opinión #Opinión

La mesa no está servida

Proyección del escenario electoral de cara a las legislativas 2021.

Tanto viento tormentoso… Al final el mar se iba a agitar más de la cuenta. Es la primera legislativa del Gobierno desde su regreso al poder. Con los malos antecedentes de 2009 y 2013, se suman las tensiones internas. La principal oposición, protagonizando una comedia de enredos, con un equilibrio tan inestable que pasó de ser la interna del PRO a “Adelante radicales” en cuestión de días. Y como si eso fuera poco, se sumó un actor con expectativas a la oferta nada menos que en el principal distrito del país.

 

 

Hace varios años, el colega Felipe Noguera decía que hacer una encuesta cuando todavía no se saben cuáles son los competidores es como invitar a una persona a comer cuando no tiene hambre, y cuando pregunta cuál es el menú le decimos que no hay. ¿Cuán precisa puede ser su respuesta? Muy poco. Eso es lo que está pasando ahora en las decenas de focus que venimos haciendo en distintos lugares del país en los últimos 4 meses. Por ejemplo, hay encuestas que le dan a Espert 10 puntos de intención de voto, pero en los estudios cualitativos oscila entre el desconocimiento absoluto y el rechazo terminante, sumado a que muy pocos reconocen algo como “Libertarios”. Hemos llegado al punto de encontrar una mujer que lo detestaba al personaje, pero luego dijo que le gustaba el nombre de la escudería. ¿A quién votará? Solo alguna deidad lo sabrá.

 

 

En este alto grado de confusión, pocas cosas quedan claras, de modo que todo debe ser tomado con pinzas. Una ciudadana nos dijo el sábado pasado: “Es ir a ciegas, porque no sabes nada”. Otra complementa: “No se pudo ver nada porque la pandemia tapó todo”. Existe una ristra de psicólogos y psiquiatras que nos alertan sobre los efectos invisibles de la pandemia, donde todos tenemos a la angustia golpeándonos la puerta sistemáticamente. Más allá de las vacunas y los encierros, es una sociedad que necesita un desahogo. ¿Lo expresará en las urnas?

 

 

Con tanto zarandeo y tratándose de una legislativa, lo más probable es que se filtren votos por acá y por allá hacia espacios que no son las dos principales. Si bien esto no se parece a 2001 —por varios factores— solo a modo de refresca memoria, las 2 fuerzas electorales que más votos obtuvieron en aquella oportunidad en la provincia de Buenos Aires, apenas sumaron el 53% de los votos válidos emitidos, siendo que el ganador se alzó con el 37%. Blancos y nulos se llevaron un cuarto de los que asistieron, pero la participación no fue baja: 77%. La fragmentación fue extrema y las distintas expresiones de izquierda se llevaron aproximadamente unos 14 / 15 puntos. Visto retrospectivamente, el peronismo sacó su piso (lo mismo que Cristina con Unidad Ciudadana en 2017) y el oficialismo de turno pagó los platos rotos, como era de esperarse.

 

 

Cuánta más tensión haya intra e interfuerzas, mayor incentivo habrá para votar en contra del status quo político, por eso hay que mirar con lupa lo que hacen los demás. El voto blando de los dos polos, los independientes, los oscilantes, los NoNo de 2019 (no quiero que vuelva Cristina, pero no me gusta que siga Macri), los despolitizados, los desideologizados, los que detestan la grieta es más probable que huyan de la polarización. ¿Por qué? Sencillamente, porque el horno no está para bollos. Si hay peleas no hay empatía con las prioridades de la sociedad. Así mucha gente puede hacer un voto simbólico, testimonial, de advertencia hacia “los que están”. El problema para Juntos por el Cambio es que con sus “trapitos al sol” está formando parte del paisaje de “los que están”, viéndose más actitudes de huir hacia “lo nuevo”.

 

 

En ese marco, la izquierda puede sumar algo más de lo habitual, siempre y cuando vaya unida. No es que haya gente que dé un giro ideológico en su vida, sino que sencillamente es una opción que siempre se para desde lo anti status quo. Como no hay proceso de acumulación planificado, en las ejecutivas vuelven a su estado natural.

 

 

Queda un actor por analizar: Randazzo. La pregunta del millón: ¿Cuánto puede sacar? Para dar una idea vamos a tomar dos parámetros: tanto en 2013 como en 2017, hubo un 17% de votantes que se inclinaron por fuerzas que no fueron las dos principales y no sufragaron por la izquierda. En la última elección de medio término, parte de ese 17% fue del hombre de Chivilcoy. ¿Qué estaría destinado a capturar como perfil? Electores que no quieren caer en la grieta, que sufrieron la doble decepción (Macri y Alberto), que en su momento confiaron en Massa (al que convirtieron en el tercero más votado de la historia argentina en una presidencial), que no se conmueven por la alerta de “Vamos a ser Venezuela!” y que quieren “algo nuevo”, pero “con experiencia”. ¿Y a quién le sacaría más votos? Veremos, veremos y después lo sabremos. Por el momento, el que sufre más drenaje es el oficialismo: la ruptura del contrato simbólico de moderación por parte de Alberto alimenta la doble decepción de la que ya hablamos.

Volviendo a aquella sabia e irónica analogía que hacía el colega Noguera, no le pregunten aún a los comensales qué van a comer… no se sabe cuál es el menú y los invitados no tienen hambre.

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