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Opinión #Opinión

El G7. Otra reunión y van...

Gran Bretaña ha sido anfitrión de la reunión de líderes de los países más desarrollados de Occidente que termina sin solucionar ninguno de los problemas para la que fue convocada.

Durante el 11 y 13 de junio pasados, se desarrolló en Gran Bretaña la primera reunión post-pandemia del G-7 que unió a las grandes potencias occidentales, del que Estados Unidos, Japón, Italia, Francia, Canadá, Alemania y Gran Bretaña son sus exclusivos socios. En la misma no faltaron las notas de color entre las que se vio al Presidente de Estados Unidos perdido en una confitería sin saber dónde estaba ni que estaba haciendo y de la que tuvo que ser rescatado por su esposa que lo condujo al salón de conferencias donde todos lo esperaban; a la reina Isabel apropiándose de una espada para tratar infructuosamente de cortar un pastel y a las esposas de varios dignatarios coquetear con el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, quizás un poco cansadas de los encierros provocados por la pandemia del Covid-19. Y a una Ángela Merkel más preocupada eligiendo los retazos de carne que se cocinaban en la parrilla que por las reuniones donde se discutía las donaciones de vacunas contra el COVID-19 a los países pobres, todo esto por supuesto fuera del protocolo oficial.

 

 

Pero volviendo a dicho protocolo y alejándonos un poco de los relatos de las revistas de variedades, esta reunión se realizó bajo el mismo lema de la campaña presidencial de Joe Biden, ¨Reconstruyendo mejor que antes¨, en el que las potencias prometen un nuevo reinicio y la felicidad del desarrollo para la humanidad y donde (en su visión) el G-7 decidirá lo mejor para todos nosotros.

 

 

Entre los acuerdos alcanzados se encuentra el compromiso para la donación de aproximadamente mil millones de vacunas a los países pobres a fin de controlar la pandemia del Covid-19 y donde se comprometen a colaborar en el desarrollo farmacéutico de estos a fin de evitar nuevas pandemias y acelerar la recuperación sanitaria.

 

 

En la arena política internacional todos los países presentes acordaron establecer un frente común para contrarrestar la creciente influencia de China y Rusia en la política y los mercados mundiales. En este sentido se habló de la creación de un fondo multimillonario para distribuir entre países en desarrollo a fin de que no recurran a la financiación de proyectos de infraestructura por parte de China, que tiene intereses económicos en todos los continentes y que por otro lado financia y participa asociada a nivel global en el desarrollo de puertos marítimos lo que le otorgaría el control del comercio marítimo internacional desplazando a las potencias centrales que han dominado estas rutas a lo largo de la historia moderna.

Asimismo se habló del avasallamiento del Gobierno Chino contra la autonomía de Hong Kong y las violaciones a los derechos humanos de quienes protestan contra esto, más el apoyo al golpe de estado Myanmar, las amenazas contra Taiwán y aquellas violaciones de derechos contra la minoría Uigur de origen musulmana en China continental. Aunque parece ser que este último punto sólo será utilizado como carta en una futura guerra comercial, ya que la mismísima cadena Hotelera Hilton está construyendo un lujoso hotel sobre los restos de una mezquita Uigur demolida ilegalmente.

 

 

Frente a esta embestida diplomática, el gobierno chino respondió que “el tiempo en que unos pocos tomaban decisiones por todos ha terminado”.

Otro de los puntos tratados en la reunión fue el referido al cambio climático y a la política para que los países abandonen la utilización de los combustibles fósiles por otras alternativas menos contaminantes. Aunque anteriormente tratamos extensamente las desventajas económicas y los problemas que ocasionaría para las clases trabajadoras y pobres este cambio brusco y artificial de tecnología en el corto plazo, los países del G-7 siguen empujando por éste, lo que crearía una nueva estructura social y no sólo aumentaría significativamente los costos del transporte dejando a millones de personas de a pie por la imposibilidad de costear los cambios tecnológicos para adaptar los vehículos; sino también podría poner en peligro a poblaciones enteras al hacer depender la calefacción y la producción industrial de la energía eléctrica, eólica o nuclear, tal como lo demostró el invierno del 2019 en el Estado de Texas donde en medio de una ola de frio ártico las líneas eléctricas salieron de funcionamiento amenazando la vida de las personas en numerosas ciudades de ese estado y paralizando la producción industrial.

 

 

Mientras que defensores de la energía fósil advierten que toda la tecnología eléctrica automotriz todavía se encuentra en una fase experimental y no se sabe con certeza ni la duración de las baterías de los automóviles ni los mecanismos de descarte de las mismas o que impacto pueden tener para el medio ambiente esos desechos. Sumado a que el Gobierno de Estados Unidos planea reemplazar la energía fósil con plantas de energía nuclear que podrían resultar, en caso de accidentes, tremendamente más dañinas para la vida en el planeta que un derrame de petróleo. Recordemos la tragedia de Chernóbil sólo por dar un ejemplo.

 

 

En síntesis, el G-7 ha dejado grandes promesas de ayuda, progreso y el interés en el control del cambio climático; pero parecería ser que el principal motivo de esta reunión sería como dio a entender el Presidente Emmanuel Macron de Francia, hacer ver al Presidente de Estados Unidos como un líder fuerte y enérgico con ideas claras en política internacional, alineado con Europa y no tomando decisiones en forma independientemente.

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