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Opinión #Opinión

Parto Respetado

Una conjugación distinta: Tu me respetas, yo te respeto, nos respetamos todos.

Estamos en la Semana Mundial del Parto Respetado y quiero aprovechar esta columna para pensar cuestiones tan decisivas e influyentes como lo son aquellas relativas al nacimiento.

 

Todos nacimos y curiosamente, muy poco sabemos de cómo fue aquello. Y es en esos primeros momentos, tan lejanos a nuestras conciencias, donde se abren los caminos (¿o deberíamos decir empiezan a cerrarse?) que determinarán quienes seremos en la vida. 

 

El lema que acompaña este año a la campaña es: “El respeto por las necesidades de la madre y su bebé en cualquier situación”.

 

Amplia, fuerte y poderosa frase que propone un objetivo tan amplio como complejo y que busca involucrarnos a todos (cada uno desde el lugar que le toque) a hacer que el acto de parir resulte en una clave que permita iniciar la vida respetando, para así aprender desde ese instante también a respetar.

 

Si hay algo que vulnera a las personas es el hecho de no sentir que sus necesidades importan. Y la sensación de que otros pueden decidir por ellos y actuar sobre sus cuerpos a su gusto. 

 

Hablar de parto respetado es animarse a tocar espacios intocables y devolver la voz a quienes son las reales protagonistas del momento del nacimiento, las madres, que en ese momento único de transición y pasaje hacen de su cuerpo un puente para la vida permitiendo que ese ser que fue parte de ella misma, inicie su camino en el mundo para dejar su huella en él.

 

Dar a luz, hermosa manera de describir el hecho de traer una vida al mundo. Quien da a luz apuesta al futuro y recibe en sus manos un potencial infinito, que puede llenar espacios oscuros con esa luz única que trae la llegada de ese nuevo ser, siempre único, siempre irreemplazable.

 

Permitámonos pensar por un momento en la naturaleza sabía del cuerpo. Una máquina perfecta, cuya sincronía asombra y obnubila al observador atento. Veo en el parto la manifestación máxima, de cuánto puede lo humano dejar de ser ayuda para ser obstáculo.

 

Se habla en medio de tanta medicalización de un proceso que debería verse como natural y sobre todas las cosas, de salud, de humanizar el parto.

 

Yo propongo un concepto distinto: espiritualizar el parto.

 

Hay en el parto un juego de hormonas maravilloso, que en una perfecta armonía, va dando lugar a que los procesos se sucedan, resultando que un equilibrio químico y físico maravilloso (en toda la amplitud de la palabra maravilloso) se conjugue finalizando en la abrumadora experiencia del nacimiento.

 

Y nada de lo humano hace falta ahí. 

 

Porque no sólo los humanos nacimos. Todos los seres vivos nacieron y nacen, no por ser humanos; sino por seguir su esencia, esa voz interior que les indica que saben cómo se hace, que sólo deben fluir con las voces de su interior, seguir sus instintos, entregarse a ser socios de la creación y cruzar ese puente. El puente hacia la vida que es el cuerpo de sus madres. 

 

¿Qué puede merecer más respeto que un parto? Realmente me suena surrealista que debamos visibilizar la necesidad de que se respeten los partos. Deberíamos ponernos de pie frente a una madre que va a parir y honrarla por apostar a este mundo que a veces se siente tan perdido. 

 

El reconocido médico francés Michel Odent nos dice que "Para cambiar el mundo, primero tenemos que cambiar la forma de nacer" y soy una convencida de esto. Si algo necesita nuestro golpeado planeta, si algo necesitamos los golpeados habitantes de este, es respeto.

 

Ser respetados, respetar, respetarnos.

 

Escuchar lo que el otro tiene para decir, confiar en que sabe sobre lo que siente y permitirle dejarse llevar por la química de su cuerpo y la sabiduría de su espíritu y en ese acto devolverle el poder sobre su vida, es respetar. 

 

Respetar no puede ser un discurso ni mucho menos una moda. Respetar debe ser nuestro modo de vivir. 

 

Hablar de parto respetado es intentar romper hegemonías y devolverle la voz a sus dueñas. Es recordar que son las madres los puentes y quienes acompañamos el proceso del nacimiento, meros asistentes. Instrumentos, muy necesarios a veces, convocados a ponernos a disposición y a acompañar desde un lugar no-protagónico. Que no busque llevarse los aplausos y que reciba su pago cuando esa madre y bebé hayan salido de la experiencia engrandecidos, poderosos, confiando más que nunca en que saben lo que necesitan y cómo lograrlo y dispuestos a apostar a lo más grande y honroso que existe, que es la vida.

 

Cambiemos la forma de nacer y permitámosle a todo el planeta cambiar para mejor.

 

Respetemos la vida, cada día, la de todos. Y cambiemos así nuestro mundo y el de todos para bien.

 

Respetémonos a nosotros mismos, escuchemos nuestras voces, fluyamos con nuestros saberes interiores y cambiemos nuestros mundos.

 

Así, cada uno desde su lugar, cambiará sin duda el mundo para bien.

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