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Opinión #Opinión

Jugando al ahorcado

Luego de casi veinte años de intervención militar en Afganistán, Estados Unidos se retira del país. Lo hace sin haber alcanzado sus objetivos??? ¿O no?

Luego del luctuoso ataque del 9-11 a las Torres Gemelas en Nueva York, Estados Unidos se lanzó a la guerra para castigar al movimiento Al-Qaeda y al gobierno del Talibán en Afganistán que le daba cobertura política y territorial.

 

 Luego de una sangrienta guerra en la que, aunque pudo desplazar del poder al Talibán, no logró afianzar un gobierno de corte moderado y democrático ni pudo controlar las regiones rurales con excepción de las grandes ciudades y algunas carreteras principales. El gobierno del anterior Presidente Trump anuncia en 2019 el comienzo de la retirada de sus tropas, proceso que finalizará en el mes de septiembre de este año 2021. Agregando que había firmado acuerdos de paz secretos (de los que poco sabemos) con los Talibanes, los mismos enemigos que su país había jurado destruir. El actual gobierno de Biden, sorprendentemente y en el mismo sentido que su anterior, anunciaba la última semana de abril pasado, la continuidad de esta política a pesar de que durante su campaña electoral había prometido defender a los países aliados y a la democracia en el mundo. 

 

Esta noticia ha sido recibida con mucha preocupación y temor en los círculos intelectuales y gubernamentales afganos pro-occidentales, quienes conociendo las profundas debilidades estructurales de su ejército temen una pronta caída del gobierno y el fin de las libertades individuales que pudieron conquistar a lo largo de estos años. Y que se vuelva a alzar el gobierno del Talibán.

 

Esta decisión de abandonar a la población afgana a su suerte y entregarla a merced de este grupo fundamentalista, cuyo comportamiento y accionar contra los derechos individuales más básicos tuvimos muestras más que sobradas en el pasado. Esto hace preguntarnos a qué se debe el actual desinterés por el futuro del país asiático. Muchos han tratado de contestar este interrogante, esgrimiendo una realidad incontrastable: en Afganistán no hay petróleo y de ahí que ya que no es más rentable la guerra ni el costo humano que la misma representa.

 

 Pero (siempre hay un pero oculto) debemos recordar que en su momento ya los rusos se habían ocupado de realizar análisis geológicos de este país, descubriendo que debajo de aquellas montañas desnudas se encuentra un tesoro de oro, plata, litio, uranio y cromita, una materia prima de gran valor en la industria que es utilizada en innumerables aplicaciones entre las que se encuentran pintura para aviones de combate y superconductores.

 

Una investigación desarrollada por el Departamento de Combate al Crimen Organizado y Corrupción de la Facultad de Derecho de la Universidad de Washington, nos detalla en forma descarnada el interés por parte del gobierno y de las fuerzas armadas estadounidenses por el control y explotación de estos recursos naturales: En el año 2011 un grupo de fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos, que se ocupó de la liberación de la Provincia de Kunar, creó junto a oficiales de inteligencia y de otras ramas del ejército, una oficina dentro del Pentágono denominada¨ Fuerza Especial para la Estabilidad y las Operaciones de Negocios en Afganistán¨. Según surge de documentos oficiales, el interés de esta oficina era crear pequeñas empresas e industrias como las mineras para asegurar la prosperidad de la población local y servir a actividades de contrainsurgencia. Para este fin organizaron una unidad militar en la Provincia de Kunar a la que denominaron ¨el Comando Chromite¨ para asegurar la provisión de tan valioso mineral. Para esto se aliaron con el Líder Paramilitar local Noor Mohamed al que le entregaron casi cuatro millones de dólares en equipo minero. Comenzaron el negocio en una pequeña base militar aislada y altamente defendida, bajo protección de la OTAN. 

 

Debido al escándalo desatado al hacerse pública esta operación la misma fue cancelada en el año 2013, pero las maquinarias las trasladaron a la ciudad de Kabul donde siguen operando hasta el presente. El informe de la Universidad de Washington citado anteriormente, expresa que ex militares han dicho en conferencias sobre el futuro de Afganistán que existe una sola y única forma de convertir a los Talibanes en aliados y esta es a través de la explotación conjunta de los yacimientos mineros del país, convirtiendo los comandantes guerrilleros en empresarios exitosos.

 

En el año 2019 justo antes del inicio de las conversaciones de paz de Estados Unidos, el actual Presidente de Afganistán Ashraf Ghani introdujo un cambio en la ley de minería por el que a su sola firma se podrán aprobar contratos, exportación y explotación en las provincias de Khost, Paktia, Paktika, Kunar, Ghazni y Maidan Wardak. Autorizó la extracción de cromita a una empresa operada por su hijo y hermano en conjunto con la Compañía SOS Internacional (SOSI) de Virginia, Estados Unidos. SOSI tiene como principal antecedente en la región, dedicarse al apoyo cultural, de inteligencia, comunicaciones, y soporte militar de las fuerzas de la OTAN. Y entre sus directores se cuentan el General David Petraeus (antiguo director de la CIA) y su amigo el Teniente Coronel Frank Helmik de las Fuerzas Especiales.

 

Estados Unidos está jugando un juego muy peligroso y va camino a generar un escenario político complejo al abandonar a una población que juró defender de la barbarie Talibán. Si piensan que las concesiones económicas y los prospectos de la corrupción económica harán que este movimiento cambie su esencia ideológica, se equivocan.

 

Tememos que luego de la retirada de las tropas de la OTAN se produzca en el corto plazo la caída del actual gobierno afgano y la disolución de su ejército, lo que pondría en peligro también la seguridad de su vecino Pakistán y daría lugar a la intervención militar directa de un Irán que ya tiene tropas en el país y todas las intenciones de incluirlo bajo de su área de influencia, tal como hizo con Líbano, Siria, Irak y Yemen. 

 

Todo esto nos hace reflexionar recordando las palabras escritas hace casi hace cien años por Henry Stimson antiguo político de Estados Unidos:

 

 ¨Si ustedes quieren prepararse o entrar en una guerra, en un país capitalista, deben dejar a los negocios hacer dinero en el proceso o el negocio no prosperará¨.

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