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Opinión #Opinión

Parir en pandemia

La típica y siempre emocionante imagen de esa sonrisa; entre asustada, perdida entre dos mundos y al mismo tiempo plena. De esa mamá que recibe a su bebe recién nacido en brazos, se ve tapada por un barbijo.

No es raro ver a los médicos con barbijos. De alguna manera, a esa escena estamos acostumbrados.

 

Parir en pandemia suma un sinfín de emociones y sensaciones a un momento plagado de preguntas, incertidumbres y también certezas. La más grande es, quizás, que esa cita a ciegas que está teniendo quien va a recibir a un hijo, más allá de todas las vicisitudes que puedan surgir, va a terminar en un amor para toda la vida.

 

En épocas de crisis, inestabilidad y miedo, lo que nos salva son las certezas.

 

Parir (con esto me refiero al acto de traer hijos al mundo) sea por la vía que sea, cesárea, parto “natural” o adopción; siempre genera temor.

 

Preguntas tales como: ¿Cómo hacer para darle lo mejor? ¿Estaremos a la altura de lo que necesita? ¿Cómo vamos a hacer para no dormir de corrido? ¿Qué hacemos si los amigos no quieren jugar con él/ella en el recreo? ¿Con quién se irá a casar? Aparecen para intentar dar forma a las incertidumbres que nos acompañan desde el comienzo.

 

Me da un poco de risa a veces, una risa de ilusión, ver a dos mamás con panza pensando en que esos bebés, serán tal vez mejores amigos, quizás las hagan consuegras y hasta planeando qué se van a poner cuando los acompañen a su graduación.

 

¿Por qué es que las personas vivimos proyectando a largo plazo? 

 

Porque eso nos pone ahí delante la zanahoria que será faro e imán de nuestra vida.

 

Son las ilusiones las que nos motivan a andar hacia adelante cuando en realidad no tenemos ninguna certeza sobre lo que será el mañana; pero andamos…

 

El miedo viene a ocupar el lugar de la ilusión. Juega un juego parecido; pero bastante más nefasto.

 

El miedo, cuando no viene a cuidarnos; sino a paralizarnos, se ubica justo ahí, en el espacio, entre nosotros y la zanahoria hablándonos del paisaje. Opacando la luz de ese faro. Haciéndonos sentir que mejor que andar es quedarse quieto porque, quien sabe, tal vez la zanahoria no exista o alguien se la coma antes que yo llegue a agarrarla. O quizás cuando la tenga en mis manos, no tenga el sabor que esperaba que tuviese.

 

Y nos convence… que mejor quedarnos quietos, que mejor encerrarnos y mantenernos en la seguridad de lo conocido sin explorar lo que quede por conocer.

 

En el espacio de la ilusión y la fantasía, el miedo queda pequeño. En ese espacio, elegimos enfocar en lo que queremos ver. Y por eso, seguimos viviendo.

 

El momento del parto lleva a la mujer a un estado llamado “planeta parto”, un estado en el que ella, se va “más allá”, y es desde ese lugar que toma las fuerzas y el coraje para animarse a dar a luz. 

 

Concepto maravilloso, el “dar a luz”… Traer al mundo luz.

 

Parir en pandemia es un poco lo mismo que parir en un tiempo “normal” (si es que existe ese concepto).

 

El desafío es, una vez más, permitirse llegar a ese planeta parto donde el miedo no tiene espacio, donde todo es la fuerza del momento mágico, en el que se requiere que todos los recursos disponibles estén al servicio de hacer al mundo brillar más que antes.

 

Para llegar ahí se necesita despejar el miedo, sacarle su fuerza paralizadora. Poder escucharlo mirándolo de frente, agradeciéndole por sus servicios y pidiéndole por favor que al menos de a ratos, de lugar a la ilusión y la fe.

 

Porque es con ilusión, y con fe, que siempre vamos a encontrar el camino para seguir adelante.

 

¿Cómo lograr que el miedo de paso a la ilusión y nos permita proyectar, avanzar y seguir adelante?

 

Informándonos. 

 

El miedo se sostiene y nutre de la ignorancia. Es la ignorancia la bruma que nubla el paisaje, que hace que no se vea nada y nos quedemos ahí, inmóviles, pasivos, dejado que otros decidan por nosotros, nos pongan, nos saquen, nos hagan parir.

 

Prepararse para la maternidad es, en pandemia y sin pandemia, el poder mirarse hacia adentro y encontrarse nutrido de herramientas. 

 

Y si sentimos que algunas nos faltan (porque siempre, alguna nos falta), tener el teléfono del que las tiene. Y animarse a preguntar, a completarse un poco en el encuentro con otros que serán sostenes en el camino.

 

Podrá no verse en la foto la sonrisa de la mamá debajo del barbijo; pero lo que el barbijo no puede tapar es esa mirada, que cuando apunta a ese bebe todo futuro y toda luz, brilla plena de emoción.

 

Y ahí, donde hay emoción, sin duda hay ilusión.

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