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El Ladrón de Queso

Así como en el famoso libro del mundo empresarial ¿Quién se robó mi queso?, hay dueños de empresas que utilizan a las mismas como billeteras personales. Al final del camino, cuando ese ???queso??? ya no está, intentan encontrar supuestos responsables.

Durante las visitas de asesoramiento realizadas a clientes, me topé con dueños que, de manera automática y sin pensar siquiera en el “esto no se debe hacer; pero lo hago”, sacaban plata de la caja para invitar el café o para pagar el taxi.

 

Los empleados, sin dudarlo suministraban al dueño los recursos requeridos. Aun habiendo gerentes a cargo de esos recursos.

 

A medida que comencé a indagar al respecto sobre todo en los empleados; los mismos me comentaban que era una práctica habitual la de que la esposa actual pasase a buscar efectivo para realizar unos pagos. En otros momentos del mes, la ex pareja también venía por la empresa a buscar plata para pagar las cuentas y el taxi en el que se desplazaba. No terminaba de irse y los hijos pasaban a retirar dinero para el combustible de auto que les regalo papa, o para salir con los amigos. Y por detrás de los hijos, los hijastros reclamando las dádivas del generoso padrastro.

 

Todas esas extracciones que realizaban del efectivo de la empresa como si fuese un cajero automático, podían o no imputarse a la cuenta particular del dueño. Los montos más importantes obviamente que sí, ya que además eran probatorios legales de la entrega del dinero. Pero otras tantas salidas pasaban como gastos de la empresa. Con lo cual las empresas pasaban de tener gastos de taxi por cinco mil pesos, a tener gastos por diez mil pesos. Inflando el precio de los productos o de los servicios que brindaban.

 

Después estaban los recursos que el dueño utilizaba de la empresa y que no eran efectivo. Y esos eran los más peligrosos, ya que no quedaban registrados en ninguna parte y los que al final del camino terminarían siendo “el queso que alguien se robó”: Los hijos pidiendo al plomero de la empresa que les solucione una pérdida urgente, una ex mujer pidiendo un auxilio mecánico, por lo que se debía mandar un vehículo de la empresa; unos hijastros pidiendo una refacción del departamento con personal de la empresa, una tarjeta de crédito de la empresa que era usada por la nueva esposa y gastos del dueño en su hobbie que eran pagados por la empresa como un costo más, ya sea el cuidador de la finca, el combustible y las horas maquinas, etc., etc. que no hacían otra cosa más que desgastar el proceso de liquidez de la misma.

 

Todo hubiese sido válido si al cerrar el ejercicio económico y habiéndose distribuido las ganancias en los dueños, estos hubiesen optado por repartir las mismas entre todos los actores antes mencionados. Pero esto no fue así. Los recursos se fueron evaporando por la falta de orden por parte del dueño.

 

Más grave es aun cuando el dueño no es uno solo; sino que comparte “la caja” con otros socios, donde no hay una forma justa de medir qué tanto “queso” se roba uno y qué tanto “queso” el otro. Qué tan ambiciosa es una esposa o qué tan ambiciosa o “pedigüeña” es la otra.

 

Por lo general, estas empresas donde los dueños no se ajustan al orden necesario terminan con una disolución por muy malas maneras, ya que siempre será culpa del otro. Siempre pensaran que alguien les “robo el queso”, sin darse cuenta que se lo fueron comiendo de a poquito, aunque les pareciese eterno.

 

Por eso, el consejo que les dí a esos empresarios, es que debían cambiar su visión de “Cajero Automático”. Era perfectamente entendible que se ayude a la familia y a los empleados, pero la ayuda no debía ser a costa de sacar y sacar de la empresa; sino de sacar de sus ganancias. 

 

Uno podía seguir mandando un plomero a reparar el domicilio del hijo; pero debía abonar ese servicio, pedir una factura y cargarlo a la cuenta particular del dueño. El hijo quizás nunca se enteraría, o si; pero era muy distinto a mandar a un plomero de la empresa, donde después tenemos que pagar horas extras y que las mismas se imputaban a una unidad de negocios de esta empresa.

 

Es por ello que, si al final del camino nos damos cuenta no sólo que no nos quedan ganancias, sino que los productos y servicios que vendemos se han incrementado sin saber el origen, es porque algo hemos estado perdiendo de vista.

 

¡Quizás alguien se ha estado robando el queso: el dueño!

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