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Con una masiva migración desde su frontera sur, Estados Unidos se enfrenta a una crisis de proporciones que no sabe como resolver

Desde que asumió el nuevo gobierno de “Joe” Biden en Estados Unidos, la inmigración ilegal y los intentos de cruces desde México se han incrementado en forma exponencial. Y es que, entre todas las promesas que realizó en la campaña que lo llevó a la Presidencia; además del permitir votar sin presentación de documentos de identidad en sus estados aliados, las de legalizar al menos a 11 millones de residentes ilegales para que sean ciudadanos y de abrir las fronteras a toda aquella persona que quisiese inmigrar sin importar nacionalidad, edad o situación socio-económica, resultaron ser un canto de sirenas y miel en los oídos de cientos de miles de ciudadanos de los países latinoamericanos que buscan un futuro mejor. Y beneficiarse de uno de los países más ricos del mundo, el paraíso del capitalismo, Estados Unidos.

 

La nueva administración demócrata, apenas asumió ordenó restablecer la vieja política del gobierno de Obama consistente en “detener y soltar”, por la cual a los ilegales detenidos se les toma el nombre, alguna dirección de un pariente  si es que los tienen y se los vuelve a liberar dentro del territorio de Estados Unidos, donde se les permite permanecer hasta que su caso sea tratado por las autoridades que definirán su destino, estableciéndose asimismo un alto a todas las deportaciones ejecutivas, incluidas las de los criminales reincidentes

 

La noticia de este cambio de política comenzó a esparcirse como un reguero y las columnas de migrantes comenzaron a dirigirse a Estados Unidos. Desde hace dos meses miles de migrantes se aglutinan en los pasos fronterizos y pujan diariamente por pasar a un país que decidió no poner barreras a la inmigración. La situación es mucho más complicada cuando la gente, desesperada por entrar al país del norte utiliza pasos ilegales y se lanza a través del desierto para no ser atrapada. 

 

Las autoridades de inmigración de aquel país hablan de miles de cruces diarios por las fronteras y los centros de detención y acogida están completamente desbordados. Simplemente dicen que ya no hay lugar donde acostar o sentar a más gente. Por ejemplo, un centro construido por el gobierno de Trump para alojar hasta 4.000 migrantes está alojando a más de 20.000 en condiciones de hacinamiento que recuerdan a campos de concentración. En este marco la policía todos los días detiene a menores de todas las edades que cruzan sin compañía de adultos o son trasladados por redes de traficantes de personas junto a jóvenes mujeres para ser usadas como esclavas sexuales en el país del norte. 

 

Asimismo el FBI anunció que capturaron al menos cuatro terroristas árabes afiliados al ISIS tratando de infiltrarse aprovechando la marea humana

 

En medio de toda esta crisis humanitaria, México ha expresado preocupación por el uso que las bandas criminales transnacionales de tráfico de personas y las organizaciones de narcotráfico están haciendo, usufructuando de estas políticas laxas que consideran producto de un gobierno débil que no tiene interés de combatirlos. Ya que entre tanta gente que cruza diariamente, las bandas de narcotráfico según relatos de las organizaciones de inteligencia de México, utilizan hasta juguetes o pelotas de tenis para mandar sus productos a Estados Unidos repitiendo el viejo dicho que dice “a rio revuelto ganancia de pescadores”. 

 

La situación es tan complicada en los estados del sur que hasta los medios de comunicación afines al gobierno y que lucharon para que Biden llegue al poder comenzaron a preguntar qué pasa en esas fronteras, encontrándose con la respuesta oficial de la emisión de una prohibición de hablar a sus oficiales. Y considerar secreto de estado lo que allí acontece. La pena para el oficial que se atreva a sacar fotos o comentar la situación es un juicio y la pérdida de su trabajo y fondo de pensión.

 

Sin embargo y a pesar de estas amenazas difíciles de aceptar para la que se considera la democracia por antonomasia del mundo, fotos de estos centros han comenzado a circular por las redes sociales y despachos informativos como el Proyecto Veritas. A todo este caos la Vicepresidente Kamala Harris ha respondido con una risita nerviosa diciendo que no tiene planeado visitar la región por el momento y que les quedan todavía cuatro años de gobierno, mientras Biden contestó, siguiendo el mismo guión, que “en algún momento piensa ir a ver qué pasa por ahí”.

 

Como respuesta a esta ola y a las críticas de México, el Director de Seguridad Nacional de Estados Unidos Alejandro Mayorkas anunció el cierre de la frontera desde esta semana agregando que los migrantes que llegaron serán desplazados al norte del país, lo que levantó aún más críticas, esta vez internas, debido a las restricciones de movimientos que les aplican a sus propios ciudadanos que son arrestados si no usan máscaras, intentan abrir negocios o viajar si no están vacunados. El ciudadano común se pregunta: “¿A nosotros nos arrestan si no usamos máscaras, nos prohíben abrir los negocios y a los ilegales los desparraman gratis por todo el país sin importar si tienen COVID o no?” 

 

En medio de este descalabro político y teniendo en cuenta las elecciones locales de medio término, Donald Trump volvió a aparecer diciendo que las decisiones de Biden son patéticas, ponen al país en peligro y en manos de narcotraficantes y depredadores sexuales y que si votan a sus candidatos el país volverá a ser seguro. 

 

De esta forma, un nuevo frente de tormenta inesperado se le agrega a la administración demócrata actual que en sus dos meses ya ha conseguido pelearse con Rusia, China, Arabia Saudita, Egipto, ha recibido amenazas nucleares de Corea del Norte y al que 24 gobernadores de su país han demandado judicialmente por excederse en sus atribuciones constitucionales sobre las limitaciones de explotación del petróleo y gas que impuso.

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