Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Opinión #Opinión

Lo quiero todo y al final???

¿A quién no le gustaría disponer libremente de todo lo que precise para cumplir sus deseos en el momento que quiera?

Por Gabriel Fridrij. Economista. Director de Authentica Consulting.- 

 

La vida nos enfrenta con restricciones. No podemos tener todo lo que queremos, ni en tiempo ni en forma.

Como individuos, cuando tenemos que organizar nuestras agendas de vida, entre otras variables analizamos el tiempo. Disponemos de 24 horas al día para organizar nuestras actividades, esa restricción nos limita en nuestro accionar y nos obliga a organizarnos de forma eficiente para cumplir con nuestros objetivos.

Organizamos nuestros ahorros y consumos en base a nuestros ingresos. Si queremos pasar ese límite, o sea gastar más de lo que nuestros ingresos nos permiten, tenemos que pedirle a alguien que nos preste para cubrir ese exceso y luego comprometernos a devolverlo. Si esto lo hacemos en forma permanente, supongamos todos los meses, y por otro lado somos individuos responsables, conseguiremos quien nos preste y financie ese déficit mensual surgido de gastar por sobre nuestra capacidad de generar ingresos.

Ese financiamiento no es gratis, incluye un interés que compensa a quien nos presta por el monto y el tiempo.

Mientras mayor solvencia demostremos, más confiables seremos para recibir ese préstamo y podremos tomar dinero a tasas más competitivas (o sea a menores). Lo contrario ocurre si no somos cumplidores.

De forma muy similar ocurre con los países: tienen ingresos y gastos. Si la diferencia es positiva hay un superávit fiscal y si la diferencia es negativa se genera un déficit fiscal.

Nuestro país tiene una larga trayectoria de mantener, en forma casi permanente, déficits fiscales a lo largo de los años. Esto significa que siempre tenemos que financiar el mismo de formas alternativas.

Veamos algunos datos ilustrativos e interesantes:

El déficit fiscal conjunto de nación y provincias en un lapso de 58 años (desde 1961 hasta 2019) hubo solo siete años de superávit fiscal y 51 años de déficit fiscal.*

Como se ve, el país no vive de recursos propios y por eso tiene una alta dependencia del financiamiento, el cual para la nación puede ser por medio o de la emisión de deuda pública en moneda local/extranjera o por medio de la emisión monetaria de pesos que emite el B.C.R.A.; entre otros medios.

El déficit genera una enorme carga pues no se puede vivir siendo permanentemente un deudor. Como una de tantas consecuencias, en varias ocasiones el país tuvo que refinanciar su déficit por diversos motivos, llegando incluso al default. Hoy, Argentina es un país poco creíble para el mundo dada nuestra reputación lo que significa que pagamos tasas de interés acordes a nuestro riesgo o sea altas tasas comparadas con las que se pagan en el resto del mundo.

La financiación por medio de emisión de dinero del B.C.R.A. fue y es para el Gobierno una fuente importante para suplir el déficit. La consecuencia de esto, es que impacta generando inflación.

Quisiera ir más allá en un sentido que tiene que ver respecto a las consecuencias: No hay duda que el déficit debe ser reducido, la pregunta es ¿Para qué?

El déficit permanente genera incertidumbre para las inversiones, una excesiva carga tributaria sobre el sector privado para supuestamente aumentar los ingresos del estado y por otra parte las empresas pierden competitividad; se incrementa la pobreza, se distraen los recursos que podrían ser destinados a actividades mas productivas del sector privado e incluso del sector público. Se deja un legado de una excesiva carga sobre las generaciones futuras del país, faltan créditos para actividades rentables genuinas y se crea una alta dependencia de terceros.

Todas estas variables impactan directamente y en forma negativa sobre las posibilidades de crecimiento del país.

La solución no es fácil; pero es factible. Hay que medir el gasto en su variable cuantitativa (cuánto se gasta) y también en su faceta cualitativa (en qué se gasta) o sea la calidad del mismo. Hay que replantear el esquema de ingresos, que viene en su mayoría por impuestos, los cuales hoy ahogan al sector privado. Muy posiblemente reestructurándolo se podrían generar más ingresos.

Bajando la carga tributaria se puede generar crecimiento en el sector privado y aumentar la base sobre la que se recauda, además de analizar la estructura impositiva. La Argentina en algunas mediciones lidera el ranking de presión impositiva. El país tiene una cantidad de impuestos muy distorsivos para el desarrollo de las actividades productivas de bienes y de servicios.

Claro que esto conlleva costos políticos en el corto plazo y muchas veces los gobiernos de turno no están dispuestos a asumirlos, con lo cual, el problema se deja de lado en su solución de fondo, porque brindará resultados en el mediano y largo plazo; y resulta más tentador “parchar” generando aún más inconsistencias.

Como sabemos, nada es gratis y los costos hoy están a la vista. Queremos tener todo y al final logramos muy poco.

 

*Fuente: informe número 849, (publicado en febrero de este año, por el Idesa).

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso