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Opinión #Opinión

Argentina y la tragedia venezolana

Mientras la muerte de varios migrantes sacude Venezuela, una opinión sobre alguna de las opciones y el papel que Argentina podría seguir en materia de política exterior en este conflicto.

Una nueva tragedia sacude las venas de América Latina. Las imágenes de los últimos 20 cadáveres del naufragio del 13 de Diciembre pasado se suman a las más de 200 víctimas que desde el año 2018, intentando escapar al hambre y la miseria que padecían en Venezuela han perdido sus vidas tratando de cruzar en improvisadas embarcaciones los pocos kilómetros que los separaban de la esperanza y un futuro mejor en la isla de Trinidad y Tobago.

 

Estas imágenes, que nos perturban desde lo más profundo del alma, hacen recordar los momentos más brutales de la guerra civil siria que dieron origen a una protesta mundial a favor de los derechos de los refugiados, llevando a pedir hasta al Papa Francisco en el Vaticano, el fin de las hostilidades acompañada de ayuda humanitaria e intervención mundial; condenando lo que allí ocurría.

 

Hoy, en Trinidad y Tobago los muertos se encuentran apilados y descartados en los muelles de la isla: Los cuerpos de los fallecidos, entre los que se incluyen niños pequeños, mujeres y hombres portadores de nombres y apellidos, se encuentran apilados uno al lado del otro con sus ropas arrancadas, hinchados al sol en estado de descomposición; con ojos cegados y manos alzadas al cielo semejando raíces de árboles muertas pidiendo clemencia a los representantes de Dios ausentes en la tragedia. Cuerpos que fueron arrojados a la costa por un mar que en su vergüenza no quiso acallar sus gritos de angustia. Esto nos hace testigos y cómplices silenciosos del drama humano que sacude a nuestra hermana República de Venezuela azotada por una crisis humanitaria que cada vez se hace más intolerable.

 

Si bien son múltiples y vastas las causas de la debacle de Venezuela (uno de los países más ricos en recursos minerales del mundo), como  así de los silencios cómplices que han llevado a la profunda crisis en la que se encuentra, se hace difícil llegar a resumir en un artículo el por qué de esta situación en la que todos son culpables.

 

Nos habla de la incompetencia e ignorancia de los políticos oficialistas y sus entenados que supieron con su carisma y una máquina de gobernar que trabajaba para satisfacer sus intereses individuales y que abandonando los principios que juraron defender, sólo se dedicaron a alimentar la ilusión de un pueblo deseoso de un futuro de igualdad y libertad. 

 

Nos habla de la incompetencia de aquellos opositores que han tratado de aparecer como la emanación milagrosa de una mayoría sometida y que han resultado igualmente incompetentes; aunque menos dañinos que aquellos que gobiernan Venezuela con mano de hierro y a fuerza de balas.

 

Hoy la mayoría de los países democráticos de occidente se preguntan cómo se ha llegado a esta situación de vía muerta y tragedia en la que se encuentra este país y en la que los propios venezolanos deberían estar pensando de la mejor forma posible en tratar de salir; pero que encuentra a un oficialismo aliado con sus fuerzas armadas en un gobierno cívico-militar que recuerda a las dictaduras del continente durante el siglo XX. 

 

Pero debemos decir en defensa del pueblo venezolano en su conjunto, que existen enfermedades que se incuban durante mucho tiempo y de las que no se toma conciencia, que solo se descubren cuando salen a la superficie. Son procesos a los que la gente no presta atención porque están ocupados en sobrevivir cada día en busca de sustento. Similar a lo que una enfermedad terminal hace a un cuerpo humano de forma tal que cuando este mal se manifiesta, encuentra a la mayoría de los hombres privados no sólo de la posibilidad material sino espiritual de revuelta y retorno a la normalidad o a la “salud”. Más terrible aún también les impide comprender qué significado tenía la normalidad.

 

Las fracasadas elecciones al parlamento venezolano, totalmente condicionadas, del 6 de Diciembre; convocadas por el oficialismo mediante las que volvió a tener control del último reducto de la oposición, resultaron ser una especie de parodia donde a pesar de las amenazas a la población con partidos intervenidos, padrones incompletos, centros de votación cancelados en las zonas netamente opositoras, políticos privados de su libertad y otros impedidos de participar o en el exilio; junto a la falta de consideración de los votos de los emigrados que no pudieron expresar su opinión sobre qué futuro quieren, ha resultado en una abstención de casi el 80% de las personas habilitadas. Resultando en una profundización de la crisis ya que en la consulta convocada por la oposición participaron 7.000.000 de personas. (casi tres veces más que los votantes gente que votó en las oficiales del gobierno de Maduro), que resultaron en una condena generalizada de los países democráticos, con pocas excepciones entre las que se encuentran en nuestro continente Argentina, Nicaragua y Bolivia.

 

Hoy la Argentina a pesar de la posición política que mantiene en referencia al conflicto de Venezuela, que podríamos remontar a una filosofía histórica de ver y entender el mundo; debería tratar de ser mediador en este conflicto si es que el gobierno de Venezuela la deja y hacer honor a las mismas banderas de defensa de derechos humanos que para su política interior esgrime.

 

Hoy moralmente Argentina debería despertarse de la fuerza que impide a los sonámbulos ver el vacío por la que camina como si un instinto de defensa inconsciente frente al mundo le impidiera superar sus propias limitaciones ya que no se trata de revolverse sobre el lecho de la agonía de política internacional de la neutralidad; sino de despertar y ponerse en pié para enarbolar la bandera de la libertad una vez más.

 

A menos, claro, que Argentina se encuentre en otra etapa de su historia.

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