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Opinión #Opinión

Prohibido estacionar

Les debe haber pasado: Sales apurado y un vehículo te tapa la entrada.

No es la primera vez así que piensas “debe estar cerca, ya va a aparecer”, por lo que abres el garaje, sacas el auto, tocas un poco de bocina. Y nada.

 

En lo que si fuese una película de Hollywood llevaría por título “Ataque de esperanza”, te acercas al vehículo que impide tu salida tratando de encontrar sobre el asiento o en el vidrio algún indicio que te muestre que el conductor anda cerca, o quizá creyendo que al ver alguien merodear su auto se acerque sonrojado a sacarlo. Y nada.

 

“Ataque de esperanza”, proyecto fallido.

 

Entras a tu auto y tocas la bocina por más tiempo. Te bajas, recorres lugares de la cuadra, un bar, algún negocio, pidiendo a las buenas si se encuentra “el conductor del auto Gris”. El nuevo proyecto está a punto de llamarse “Un día de furia”. No nos engañemos, a esta altura ya somos una caldera en ebullición.

 

Un ser humano normal reacciona como lo haría cualquiera: Escrache por las redes, denunciar a los de tránsito, un pellizquito en la carrocería…

 

Pero lo que haces durante mucho tiempo, hace a lo que sos. Algunos le llaman deformación profesional.

 

Emprendedores, economistas, consultores de empresas, también somos seres humanos; pero un poco menos que normales. Un humano “normal'' piensa en reacciones, en respuestas. Un consultor borra de su mente certezas. Es lo primero que haces.

 

Sacas las certezas y las llenas de alternativas. Es lo que planteas a un cliente cuando viene a pedir “una” solución, es lo que evalúas en tu emprendimiento antes de tomar una decisión. Y el simple hecho de “correme este auto de miércoles de aquí” se transforma en un “veamos que hacemos”.

 

Se me ocurrieron tres alternativas:

 

La primera, la más obvia: El escrache. Foto del vehículo, redes sociales, la patente por todos lados. Y es lo que haría cualquier humano; pero como ya dije no soy humano sino economista, así que antes de eso llamar a un abogado conocido para preguntarle si legalmente te pueden hacer problemas por escrachar.

 

Respuesta del abogado:

 

_¿Vos sos o te haces? ¿Sabes lo ocupado que estoy? ¿Por qué siempre tienes que verla tan complicada? Entrá a tu casa, conseguite lápiz labial, grasa o algo bien pegajoso y escribile en todos los vidrios “AQUI NO SE ESTACIONA, ES GARAGE”.

 

Interesantes los métodos de mi abogado; pero aunque calma los nervios no garantiza que no se vuelva a repetir. Y el dueño del vehículo tiene una ventaja sobre mí: Conoce mi domicilio. Se puede vengar en cualquier momento.

 

Lo que da lugar a la segunda opción, la del ciudadano civilizado: llamar a la grúa.

 

Buena idea; pero yo quiero ir a trabajar, no pasarme ni siquiera media hora haciendo la denuncia. Y encima si en ese momento llega el conductor desaprensivo pierdo más tiempo hasta que termine de discutir con los de tránsito, llame a su abogado, etc.

 

Me quiero ir ya.

 

Usted, estimado lector: ¿Qué haría? ¿Reaccionaría como la primera? (no hablo de lo que se pueda llegar a pensar; la creatividad que genera la destrucción imaginaria de un auto que te tapa la entrada no tiene límites). ¿O llamaría a los agentes del orden? En honor a la verdad lo que deberíamos hacer todos los mortales decentes; pero como dije no soy mortal decente; sino economista. Pienso en incentivos y costos de oportunidad.

 

Alternativas, sentido común. Averigüé de quién era el auto. Y perdida por perdida la mañana; pero no sus ganancias, le envié al conductor, a su domicilio, una factura por 3 horas de mis honorarios profesionales.

 

Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. Como lo que me pasó el viernes pasado por la mañana.

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