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Opinión #Opinión

Desafíos políticos del Mercosur

Luego de un período de silencio prolongado los mandatarios de Argentina y Brasil se reunieron virtualmente para tratar temas comunes, tales como los desafíos económicos, políticos e ideológicos que enfrenta el bloque sudamericano.

Hace 35 años, un 30 de Noviembre de 1985 se reunían en Foz Iguazú el Presidente de la Argentina Raúl Alfonsín con su contraparte de Brasil José Sarney, y sentaban las bases de lo que sería el tratado comercial y político que hoy conocemos como Mercosur. 

 

 

 

El Sábado pasado, en esta fecha simbólica, se volvió a realizar la primera reunión virtual entre el Presidente de la Argentina Alberto Fernández y su colega de Brasil Jair Bolsonaro con la promesa de relanzar el Mercosur y comenzar a limar asperezas entre las dos economías más grandes de la región. Algunos de los puntos tratados fueron el trabajar para fortalecer e impulsar la integración regional, el desarrollo general de la región y la exportación interbloque.

 

 

 

Esta reunión, que parece estar llena de buenas intenciones va acompañada por la visión de un mundo cambiante y cada vez más hostil que surgirá de los efectos de la pandemia del COVID-19 y el proceso proteccionista económico mundial que indefectiblemente afectará a todos por igual.

 

 

 

Por un lado debemos decir que Argentina tiene la necesidad de impulsar las exportaciones y el turismo internacional para hacer ingresar fondos frescos que ayuden a paliar la crisis económica que se viene profundizando por una multiplicidad de factores y porque el 16 de Diciembre asumirá la presidencia del Mercosur donde tratará de impulsar por motivos ideológicos la incorporación de Bolivia al grupo. Y para eso necesita el apoyo de Bolsonaro, ya que el tratamiento de este tema se encuentra frenado por el Senado de Brasil que ve con desconfianza el avance del eje Bolivariano y cómo esto podría afectar sus intereses y la seguridad regional.

 

 

 

Brasil, a pesar de estas diferencias sustanciales, entiende que ambos países se necesitan para presentarse ante el mundo como un frente unido ya que la agenda mundial en la época post Trump cambiará, con un eje basado en desalentar la producción de las energías fósiles, lo que podría impactaría en el desarrollo económico de ambos países. Ya que Argentina tiene puestas grandes esperanzas en los yacimientos de Vaca Muerta y por los campos petroleros de Brasil que ayudan a estabilizar su economía permitiendo evitar aumentos excesivos en el precio de las naftas que ya produjeron en el pasado graves dolores de cabeza al establishment político local.

 

 

 

Otros de los problemas en común que Brasil ve, y en los que quiere encontrar un aliado en Argentina, es la visión que tienen los países desarrollados sobre la utilización y explotación de los recursos naturales, a los que entienden como un asunto mundial y no de soberanía nacional.

 

 

 

Brasil tiene presente que el Presidente Macron de Francia amenazó a principios de año con declarar patrimonio mundial al Amazonas e internacionalizarlo como una especie de pulmón para la humanidad, lo que vulneraría los derechos soberanos brasileros sobre su territorio; y a la nueva agenda que impulsará Estados Unidos sobre el efecto de la explotación de recursos no renovables en relación al cambio climático. De igual forma, aunque todavía los países desarrollados no se han expresado sobre nuestro país, Brasil piensa que correríamos el mismo riesgo con los campos de glaciares, los cursos de agua dulce que comparten los países del Mercosur y la explotación del Atlántico Sur y los territorios Antárticos, de los que Argentina a pesar de las necesidades que devienen por el tratamiento de la deuda externa debería tomar nota seriamente junto a una falta de política coherente de reivindicación de soberanía para la región antártica.

 

 

 

Brasil también necesita de Argentina para su política económica e interna por las compras que realiza a nuestro país, uno de sus proveedores más importantes de trigo y también de soja. Producto con el que este último año ha realizado muy malos negocios al vender a China grandes cantidades a un valor menor al que tuvo que importar de Estados Unidos y que le dejó un saldo comercial negativo. Por otro lado Brasil ha presentado a su parlamento un plan de desarrollo a 11 años que se hace eco de todas las preocupaciones que citamos anteriormente y donde expresa la necesidad de avanzar en el fortalecimiento de su industria de defensa, el desarrollo aeroespacial, de capacidades nucleares, sobre temas de seguridad e inteligencia y establecer un sistema comercial de tratados independientes de libre comercio que garanticen la autosuficiencia estratégica e independencia del país a toda interferencia política internacional;  temas que preocupan a los industriales argentinos por el olvido que hay sobre el comercio bilateral y menciones esporádicas al Mercosur.

 

 

 

Sumado a estos problemas regionales y como nota marginal, Argentina debe añadir los ruidos producidos en las últimas horas, para decirlo en términos amenos, por las malas interpretaciones sobre el contenido de la conferencia ente Fernández y Joe Biden sobre los problemas de la negociación de la deuda externa y las relaciones con la nueva administración, que posiblemente llevarán en las próximas semanas al desplazamiento de Sola como canciller de Argentina y su posible reemplazo por Jorge Arguello, actual embajador en Estados Unidos. O en su lugar por Jorge Taiana más cercano ideológicamente al sector que responde a la Vicepresidente, temas estos que añadirían ruido a las relaciones internacionales de la Argentina y definirían si priman los conceptos ideológicos o los económicos en las relaciones internacionales y con el Mercosur.

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