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Opinión #CharlasSobreCine

Robert De Niro santiagueño

Coautor Hernan Kriscautzky.

Robert De Niro es un camaleón a la hora de preparar sus personajes. Por ejemplo para hacer de Al Capone se sometió a una dieta de dos meses tomando vino y comiendo sólo pizzas para aumentar 20 kilos, y para Cabo de Miedo ha tenido que hacer una dieta rigurosísima sumado a un ritmo de actividad física de elite para convertirse en un monstruo de musculatura marcada de fibra.

 

De Niro investiga los roles, se compromete con ellos y durante el proceso de filmación de la película, vive la vida de ese personaje: mantiene la vestimenta, corte de pelo costumbres del personaje como lo indica la escuela de actuación de Lee Strasberg, el creador del famoso Actor´s Studio.

Otro que tiene una conducta similar es Adrien Brody, quien para interpretar al personaje de El Pianista se separó de su novia, se fue de su casa y vivió durante seis meses en un departamento de dimensiones mínimas privado de todo lujo, incluso de muebles, sólo para sentir lo que vive una persona en una vida de privaciones.

 

En Santiago del Estero y por esas casualidades de la vida, nació una persona que intuitivamente ejercita su vocación actoral y la encara desde esta misma perspectiva.

 

A mis 20 años durante una visita Santiago, no recuerdo si para navidad, año nuevo o para el cumpleaños de alguno de mis padres; fui a ver una obra dirigida por Raúl Dargoltz que se llamaba “Clemencia”. Uno de los personajes no tenía piernas y se movilizaba en una silla de ruedas. Un “flash”, literalmente una delicia ver representar ese papel: Un hombre sin piernas internado en un loquero del estado, totalmente desquiciado, que cantaba verdades a los cuatro vientos. Algo típico de las obras de Dargoltz.

 

Fue la primera vez que vi actuar al Robert de Niro vernáculo. Puedo decir que a nivel artístico fue amor a primera vista de mi parte hacia el. Finalizada la puesta, me acerqué al autor solamente para decirle que el actor era un fuera de serie. Algo distinto respecto a lo que venía viendo en teatro en Santiago.

 

Y apenas tuve la oportunidad de filmar en mi provincia natal, tenía en claro un actor con el que iba a trabajar. Había algunos de mis compañeros de facultad, que siendo estudiantes soñaban con dirigir a Darin, otros a Alterio. Yo quería trabajar con Giménez.

 

El es trabajador vial al igual que lo soy yo y lo fue también mi padre, por lo que me resultó fácil contactarlo. Recuerdo que tomamos un café en un bar frente a la plaza libertad. Charlamos sobre una película que se llamaría “La mirada de Huguito”. Trataba sobre una familia durante la crisis del año 2000, haciendo foco en un padre y un hijo que eran “carreros”. Había sacado la historia de la crónica policial de un periódico santiagueño.

 

Mi planteo fue que leyese el guión. Si aceptaba, el protagónico sería de el. No pasaría por ningún casting porque el rol había sido escrito pensando en su aspecto físico. Es lo que los guionistas llaman un personaje a la medida del actor. Quedó en que iba a leerlo y me contestaría.

 

En esa reunión le aclaré que íbamos a utilizar una metodología creada por mi.

 

_ ¿Has creado una metodología? ¿Cómo se llama?

_ Todo por dos pesos.

 

Me miró y me hizo una última pregunta, era una duda que todo actor tiene en algún momento:

 

_¿De dónde se te ha ocurrido llamarme a mí?

_ Cuando era estudiante te he visto actuar en “Clemencia”.

 

Al día siguiente me llamó. Había leído, había evaluado y aceptaba. Yo pensé “bueno, ahora manos a la obra”. Me tomé un ómnibus a Córdoba para trabajar en la pre producción y semanas después vuelvo a Santiago Capital para arrancar la producción.

 

Al reunirme con él me doy con que había bajado ya 10 kg, se había dejado crecer el cabello, la barba, las uñas y los pelos de nariz y cejas.

 

_” ¿Nada más?” - Le pregunto.

- Si, como el carrero me daba la impresión que es un tipo desdentado, he ido al odontologo y me he hecho sacar un diente.

- ¿Un diente?

- El de adelante, arriba, el de la derecha.

(Perdón, señora de Giménez, le juro que no fue mi intención).

 

Además se había puesto en contacto con carreros para aprender cómo manejar uno de esos vehículos. Hay actores que aprenden Método Stanislavsky, Método Strasberg, etc. El De Niro Santiagueño lo hacía orgánicamente. Incluso cometiendo algunas imprudencias como hablar con carreros y convencerlos para que lo dejen salir aCoautor Hernan Kriscautzky

manejar él sus carros, “para practicar” por toda la ciudad.

 

Yo estaba entre fascinado y sorprendido, él por único argumento contestaba que según el guión el carro andaba por toda la ciudad.

 

Así que salió a manejar el carro por TODA la ciudad, incluso el microcentro y la autopista. Lo que se dice un Método Stanislavsky puro.

 

El día que comienza el rodaje, se presenta con olor a podrido corporal y sucio. No “maquillado” como sucio; sino sucio de mugre acumulada. Le pregunto qué ha hecho, quién lo ha maquillado, si había estado corriendo por la transpiración.

 

Ahí me cuenta que hace unos días que vivía como indigente. En la calle, sin bañarse, comiendo de lo que pedía en los negocios o a los transeúntes. (tal como hace su personaje). Entraba en los baños de los bares que le permitían entrar, dormía en los bancos de la plaza.

 

Se había metido en el papel del carrero.

 

Recuerdo clarísimo que antes de empezar a filmar nos hacen una entrevista. Llega la notera de Canal 7 con su equipo y nos paramos frente al hotel donde filmamos las primeras escenas.

 

Me pone el micrófono a mí y luego al Director de Arte, Mariano Eberle. La reportera y el cámara se mostraban incómodos por la presencia de un ciruja maloliente que se ponía frente a la cámara, parándose junto a nosotros.

 

Le he tenido que explicar que era el protagonista de la película. Al ver su cara de asco antes de entrevistarlo, me doy cuenta en ese momento de que iba a ser un gol.

 

Fue un auguroso comienzo

 

Aún hoy me emociono por ese grado de profesionalismo. Creo que gran parte del éxito de “La Mirada de Huguito”, que se exhibió en Argentina, USA, España y Cuba entre otros países, fue por la genial interpretación de José “Pepillo” Giménez, el Robert De Niro Santiagueño.

 

 

 

Por cierto, cuando terminó el rodaje, Pepillo se hizo poner un perno y una corona, se bañó y volvió a vivir en su casa.

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