Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Opinión #Empresas

La caña para pescar estúpidos

???Tu amigo tiene un amigo. Y ese amigo tiene otro amigo. Se discreto??? (El Talmud)

Agrandar imagen Por eso cuando nos reunimos con los clientes, solemos sacarlos de sus oficinas y pararlos en el corazón del lugar. Y siempre es lo mismo
Por eso cuando nos reunimos con los clientes, solemos sacarlos de sus oficinas y pararlos en el corazón del lugar. Y siempre es lo mismo

Hace unos años, mi padre (Z”L) recibió en la empresa familiar a un grupo de estudiantes que había comenzado un emprendimiento en el mismo rubro. Hizo lo que siempre hacía cuando alguien venía a consultarle sobre los desarrollos: un recorrido por los laboratorios y responder absolutamente todas las preguntas que le hacían. Hizo lo que siempre le criticábamos.

 

Como todo emprendedor, estaba enamorado de su emprendimiento. Pero era más científico que comerciante y llegaba a pecar de inocente. Porque al emprendimiento hay que comunicarlo, pero nunca revelar sus secretos.

 

Una década después, estábamos cuatro empresarios en una mesa panel exponiendo nuestros planes. Una de las empresas era la de aquellos estudiantes que habían construido una empresa pujante y ahora eran líderes del mercado. Un lugar que, medido en ventas, nunca volvimos a recuperar.

 

Por la boca muere el pez, por la boca te come la competencia.

 

¿Qué tan secreto puede ser lo que hay en un emprendimiento? Es secreto todo aquello que el competidor no sabe y puede servirle para competirte.

 

Por eso, cuando nos reunimos con los clientes solemos sacarlos de sus oficinas y pararlos en el corazón del lugar. Y siempre es lo mismo. Hacerlos mirar alrededor y luego plantear: hay que decidir qué de todo esto vamos a comunicar y qué vamos a dejar librado a la imaginación.

 

Queda en claro que no digo que cierres las puertas herméticamente. Simplemente hay que tener cuidado qué es lo que se habla y se muestra y a quién. Porque en los negocios abundan las pieles de cordero.

 

El emprendedor, muchas veces, tiende a subestimar las particularidades de su trabajo y pocos, muy pocos, tienen conciencia de que el “know how” vale más que los ladrillos. Y que la verdadera arma secreta es su curva de aprendizaje. Eso no se comparte, eso no se regala.

 

Ciertamente, es una imagen desagradable la de un emprendedor negándose a compartir parte de lo que hace, lo sé; pero no tan desagradable como un llamado del banco para pedir que cubras el descubierto en la cuenta corriente.

 

Los mundos están llenos de emprendedores generosos y de inescrupulosos dispuestos a aprovecharse de esa generosidad. Los consultores (al menos aquellos que trabajamos con la realidad) lo sabemos, una parte de nuestros ingresos viene de ayudar a gente a recuperarse de sus deslices en ese aspecto.

 

— Pero, licenciado, ustedes siempre hablan de que hay que compartir.

 

 

Claro, pero en este caso el refrán hay que cambiarlo con “Haz el bien asegurándote de a quién”.

Porque nunca se llega a la cima solo, pero para alcanzarla hay que saber elegir bien a los socios. No todo el que toca a tu puerta viene de visita.

 

Adaptando una frase que decía Manolito en la tira Mafalda: “Hay gente que amasa una fortuna convirtiendo a otros en harina en el intento”.

 

O como me dijo hace unos años un amigo muy querido: “La caña para pescar boludos guardala tras la puerta, porque queda ni uno”.

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso