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La Provincia #ColumnaOpinión

Derribando mitos: el poder monopólico también genera inflación

Análisis de los desafíos que deberá enfrentar el gobierno de Alberto Fernández en virtud de los graves problemas económicos que deja la gestión del expresidente Macri

Primera columna del nuevo gobierno. Así de rápido pasa el tiempo. Y, como era de esperar en los primeros días de una nueva gestión, las medidas se sucederían rápidamente también. Nos encontramos ante la disyuntiva de cómo seguir con nuestras columnas. Si seguir tratando temas importantes pero no tan urgentes como las noticias diarias o dedicarnos a las medidas urgentes de cada semana. Intentaremos hacer ambas cosas a la vez.

 

 

Uno de los problemas que enfrentará el nuevo gobierno es el de la inflación. Si es que el plan es recuperar el poder adquisitivo del salario para poder aumentar el Consumo Agregado, y de esta manera la subida de la Demanda Agregada termine siendo uno de los pilares del crecimiento económico, se ha de combatir la inflación. Y los problemas se solucionan atacando las causas de dichos problemas. El gobierno de Cambiemos siempre creyó que la única causa de la inflación era monetaria: la emisión de pesos provoca inflación. De más está decir que la teoría monetarista “unicausal” voló por los aires debido a que durante los 4 años de Cambiemos hubo de todo con respecto a la política monetaria (expansión tanto como retracción de la oferta de dinero) y sin embargo la inflación se disparó de cualquier forma. Primera lección aprendida: la inflación en la argentina es multicausal. No solo monetaria. Discutamos cuáles son las otras.

 

 

Hay muchos que piensan que el poder monopólico explica “niveles de precios pero no cambios de precios”. Los niveles son el valor monetario de los bienes y servicios. Que exista poder monopólico en la producción y/o comercialización de un bien o servicio significa que las cantidades que se venden en el mercado serán menores a más altos precios que si no hubiera poder monopólico (es decir, que si hubiera “libre mercado”). Es decir, cuando hay uno, dos, tres o cuatro productores o comercializadores de un bien, el producto es más caro y más escaso que cuando hay muchos productores. Eso explicaría que los bienes y servicios estén caros. Pero no explicaría que suban sus precios (inflación) ante algún “cambio” de escenario. Por lo tanto, no nos tendríamos que preocupar de los monopolios a la hora de hablar de inflación.

 

 

Lo que en realidad ocurre es que el monopolio no solo afecta los niveles de los precios sino también la distribución desigual de la producción, de la comercialización, de la riqueza y además es una de las causas de la inflación. Por definición, el monopolista, el duopolista o el que tiene “poder monopólico” (3 o 4 productores o vendedores) tienen la misma característica: maximizan su beneficio vendiendo menos cantidad pero a mayor precio, debido a que ellos enfrentan a toda la demanda de ese bien o servicio. No es el “libre juego” de muchos oferentes y muchos demandantes sino que son 1, 2, 3 o 4 oferentes solamente. Antes que nada, cuando hay tan pocos “jugadores” que abastecen a toda la demanda, no compiten entre ellos: acuerdan. Así como lo están leyendo, se reparten el mercado negociando entre ellos, no compitiendo. Segundo, matan a los pequeños y medianos productores primero, perdiendo dinero vendiendo a menor precio ya que ellos tienen “espalda” para aguantar un tiempo. El pequeño no tiene ese respaldo sino que vive el día a día. Entonces el pequeño cierra su negocio. Una vez que esto ocurre, los monopolistas ponen el precio que les conviene, que es mayor al de la “libre competencia” o “libre mercado”.

 

 

Como podemos ver, el monopolista tiene el poder de “formar precios”. Y una vez que esto es así, y el estado tampoco controla cuál es ese precio, el monopolista le pone el precio que quiere. ¿Qué creen que ocurre cuando alguna de las variables económicas se modifica y los mecanismos de formación de precio se ponen en marcha? El monopolista pone el “nuevo precio”. Por ejemplo, se produce la devaluación caprichosa de Macri del 12 de agosto, el día después de las PASO, enojado por el resultado el presidente lo pone “a dedo” a $ 63 para castigar al electorado. Esa devaluación sabemos que se fue trasladando a precios: suben los costos, por lo tanto subirá el precio. El monopolista pone el precio “por si acaso” para cubrirse de los futuros costos una vez que se acomoden el resto de los precios y costos. Y en ese “por si acaso”, le suben el precio más que la real devaluación. Como el dólar subió de $ 9,75 a $ 63, sabemos que hubo varias devaluaciones en estos 4 años. En cada movimiento del tipo de cambio, ante un estado ausente que no controló absolutamente nada, el monopolista aprovechó los “por si acaso” para robarnos un poco más de precio cada vez, generando inflación.

 

 

Ocurre en todo el mundo, aún en los Estados Unidos. Hoy se descubre que el índice de inflación está siendo “retocado” para mostrar menor inflación que la real. Este proceso lleva unos 20 años. A los bienes o servicios que aumentan demás, directamente los sacan de la medición, y los reemplazan por otros que aumenten menos. Como por ejemplo hicieron con la carne de vaca, con el bife, que la reemplazaron por hamburguesas. O como ocurre con los servicios de la salud privada. Donde los mercados están concentrados y existen monopolios. Están descubriendo que el monopolista pone el precio que quiere. Y en Estados Unidos tienen leyes antimonopólicas que hacen cumplir mucho más que aquí. Nos imaginemos entonces el grado de libertad que tienen aquí.

Se torna urgente una ley antimonopólica efectiva, real. Pero más urgente es recomponer un estado presente que controle qué porcentajes de aumentos son reales y qué son “por si acaso”. Esto no significa que el estado tiene que decidir el precio sino que tiene velar por el interés de los consumidores tanto como el de los pequeños y medianos productores y vendedores. Tiene que cuidarnos de los monopolistas, no entregarnos indefensos a ellos. Así como también tiene que generar las condiciones para reducir ese poder monopólico (cuando no extinguirlo), aumentando la competencia, reduciendo el manejo mafioso y caprichoso de ese tipo de empresarios.

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