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Especiales Historia

Clementina Rosa Quenel

Escritora santiagueña. Nadie como ella comprendió los paisajes de su provincia, los exteriores y los interiores: las soledades de los caminos y de la gente. Calor y campesinos, fatales arideces de la geografía y de las almas, tal la materia prima de sus relatos sobrecogedores.

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Historia. Crédito: Clementina Rosa

Nació en Santiago del estero el 22 de agosto de 1901 como Clementina Rosa Quainelle, nombre que literalmente se castellanizo como Clementina Rosa Quenel. Descendía de antiguo linajes franceses entroncados amistosamente con M. Julien Tardieu, el santiagueño que llegó a ser alcalde de París y miembro de la Asamblea Nacional de Francia, cuya vida pública y muerte transcurrieron paralelamente a la de su entrañable amiga Clementina. Su actividad literaria iniciándose en Buenos Aires, como reconocida cuentista de Chabela, Maribel, El Hogar, y otras revistas de los años 20. Afincada luego en su hogar santiagueño, se incorporó al cenáculo de “la Brasa” en la década siguiente y junto a Bernardo Canal Feijóo y Horacio G. Rava, sus  más íntimos compañeros literarios, encontró la definición vocacional que hubo signar su obra. El conocimiento de la realidad campesina y sus contactos con la vida rural, la llevaron a volcar su inspiración en la pintura “de los destinos desolados y humildes” de su tierra, al decir de la confesión preliminar vertida en páginas de “La Luna Negra”.

 

Y precisamente esta obra de aliento la proyectó a los primero planos de la narrativa regional. “La Luna Negra” apareció en su edición original de la Editorial Cervantes de San Miguel de Tucumán en 1945, con sus cuentos de recia prosa que descubren “un nuevo sentimiento de nuestra realidad terruñera” y una “dramática sensualidad en el fondo de la existencia de nuestro pueblo”, como juzgara Bernardo Canal Feijóo. Ese mismo estilo lleno de admiración a Augusto Roa Bastos para quien “Argentina tiene en el cuento a un Horacio Quiroga mujer”, el que así la consagro admirativamente. El éxito de “La Luna Negra” decidió a una segunda edición del mismo sello tucumano en 1952, y desde entonces su circulación exitosa abrió para Clementina Quenel los caminos más promisorios.

 

Y con mismo vigor prosístico inició la novelística casi virgen en la literatura santiagueña con  “El Bosque Tumbado” que mereció el premio nacional de literatura santiagueña en 1951, aunque permaneció absurdamente inédito hasta ser publicado en 1981, después de la muerte de Clementina, por el empeño del ateneo cultural fundado con su nombre, y que la Secretaria de Cultura de la Nación reeditó los cien mejores textos de su colección Identidad Nacional en 1994, con prólogo de José Andrés Rivas, biógrafo de su vida y su obra. Esta faceta cuentística se prolongó con “Los Ñaupas”, coloridos relatos costumbristas que la Dirección General de Cultura provincial publicó en 1967. Con la seducción de su prosa plena de vivencias campesinas y no exentas de humor, allí reflejo una galería de tipos y figuras llenas de autoctonía y pintoresquismo.

 

Como poeta, estuvo a la vanguardia del modernismo más audaz, y ello se apreció en sus “Elegías para tu nombre campesino” de 1952, y los “Poemas con Árboles” de 1960, además de los numerosos poemas diseminados en publicaciones periodísticas que exaltan la autenticidad del dolor santiagueño en “El Bando de Juan Balumba”, las nostalgia de los éxodos descriptos en “Iban a los Chacos”, o la “Mención de la Pampa y los últimos Potros” que resumen su credo americanista, y su hondo contenido social.

 

Para el teatro, ofreció Clementina su epopeya histórica “El Retablo de la Gobernadora” o “Una Boda para Ventura Saravia”, varias veces representada con distintas denominaciones, y “La Telesita”, recreación de un mito poético folclórico, además de otras expresiones teatrales que dejo inéditas a su muerte, el 20 de septiembre de 1980. De ahí que esta reedición, tantas veces esperada, constituye un logro cultural como acción gubernativa, digna de celebración corolario de actividades oficiales llamadas a enaltecer nuestras raíces y darle proyección a los valores literarios santiagueños.

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