Tyrese Haliburton tiene solo 25 años. La gloria está ahí, a metros de distancia, en el PayCom Center de Oklahoma City. Es la gran oportunidad de su vida. De sobrevaluado a superestrella. Arrastra consigo una distensión muscular en el gemelo derecho, pero confía, cree, se esperanza, que la mente podrá contrarrestarlo. No es la primera vez, la vida del atleta es así. Remar contra lo que toque. Los malos partidos. Los rivales. Y también las lesiones.
La adversidad tiene semejanzas con el miedo. No se la esquiva. Ni siquiera se la combate. Se convive con ella.
Ahora, el base de Indiana Pacers lanza un grito desgarrador. La pelota se va mansa, rebota con velocidad minibásquet y sorprende a Chet Holmgren, que contempla la escena sorprendido. Es un latigazo en la pantorrilla que recorrerá el mundo. Es un golpe al alma del equipo retador, del débil, que será suficiente para terminar de derribarlo. De la esperanza a la tragedia. La Balsa de la Medusa de Theodoré Gericault: decidir rendirse o pelear aún con la chance concreta de morir en la orilla.
Los jugadores de los Pacers rodean a Tyrese. Al hombre clutch. Al genio de los milagros. Sueñan con uno más, pero no. Es el tendón de Aquiles justo antes de cruzar la meta. En tiempos de load management, de descanso recurrente, tres estrellas NBA sufren una lesión que cambia el futuro: Damian Lillard, Jayson Tatum y ahora Haliburton.
Un caso es fortuito, dos llaman la atención y tres ya es tendencia.
Lo de Haliburton se asemeja a lo de Kevin Durant, estrella en ese entonces de Golden State Warriors, lesionado en el Juego 5 de Finales. KD, reciente fichaje de Houston Rockets, se lesionó a los 30 años y recién pudo volver a jugar a los 32. Volvió a nivel, un caso de éxito rotundo, pero también hubo otros, como los de Kobe Bryant en 2013, Rudy Gay en 2017 o DeMarcus Cousins en 2018 que prácticamente arruinó sus carreras. Confiamos en que los avances de la medicina ayuden a una rápida y eficiente recuperación.
¿Qué es lo que se está haciendo mal? Quizás, aventura este humilde servidor, la maratón a paso cansino de la serie regular contrasta demasiado con los 100 metros llanos, a máxima velocidad, de los playoffs. Evidentemente, lo que todos vemos, tiene un precio peligroso. Hacer un click de marzo a abril no es como encender una perilla. No es solo el ritmo, es el stress, el desgaste, la acumulación de millas con poco descanso, con un sobreesfuerzo si se compara con meses anteriores.
La fragilidad de la existencia, una vez más, pone las cosas en perspectiva. Los Pacers estuvieron a un juego de ser campeones de la NBA. Otro 'what if' sobrevolará la mente de Reggie Miller y compañía al pensar en Haliburton. ¿Y si hubiese estado sano hasta el final? ¿La historia sería otra? Es contrafáctico. Lo que es duro es saber que una lesión así, en un jugador de esta naturaleza, afecta drásticamente su carrera, pero también el futuro de una franquicia. Es que Tyrese tiene un contrato de cinco años garantizado que se firmó esta temporada. Le corresponden entonces 244.623.120 dólares con un promedio de 48.924.624 por año. Nadie sabe cuánto tiempo le demandará la recuperación y en el caso de lograr volver, algo esperable, en qué condiciones lo hará.
Los Pacers enfrentarán ahora un escenario similar al de los Celtics en temporada baja: revisar escenarios para ver hasta dónde podrán competir sin su base estrella. En una NBA en la que escasean los hombres grandes, todo indica que intentarán firmar a Myles Turner, hoy agente libre. Podrían caer en el impuesto al lujo por primera vez desde 2005-06. La lesión de Haliburton cambia el escenario.
Pero no es solo en Indiana. La lesión de Tatum modifica por completo el escenario de Boston. Y la de Lillard también cambia, en menor medida la de Milwaukee. No es solo lo que pasa con ellos como figuras estelares, sino también lo que ocurre alrededor. Sin la carta más importante, los compañeros, que estaban tranquilos porque tenían lo necesario para competir, pueden empezar a mirar nuevos horizontes. Pascal Siakam tiene cuatro años más de contrato y parecería indicar que está contento en la franquicia, pero si miramos los otros jardines... ¿Qué pasará con Jaylen Brown? ¿Y con Giannis Antetokoumpo?
El deporte es como la vida. Lo que parecía seguro, lógico y constante, en un momento deja de serlo. El aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo. La dinámica de lo impredecible nunca tuvo un curso de playoffs más movedizo y dramático que el que acabamos de vivir.
La NBA, con las lesiones de Aquiles de tres estrellas, dos de ellas emergentes y en plenitud de sus artes, deberá evaluar seriamente qué es lo que ocurre puertas adentro. ¿Azar? ¿Negligencia? El primer paso, si es que existe, es la prevención.
Padecer, analizar y corregir lo que haga falta.
Dicho en otras palabras, cambiar, si es que hace falta, para que todo cambie.