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Espectáculo #Revelación

Una mujer quiso entregarle su bebé a Viviana Canosa: ???No tenían para mantenerlo???

"Se quería ir y dejármelo en brazos, fue muy traumático", contó la periodista. Los detalles.

Vivivana Canosa brindó una entrevista a Teleshow, de Infobae, en la que abordó diversos temas e hizo algunas espeluznantes revelaciones.

 

“Las mejores cosas en la vida siempre llegan cuando menos te las imaginás”, afirma Viviana Canosa en referencia al gran presente laboral que atraviesa y que no imaginó el año pasado tras su salida de A24. “Nunca pensé que lo iba a pasar tan bien”, confiesa en esta charla antes de ingresar al pase radial que realiza todos los días previo a su programa junto a Yanina Latorre, en el aire de El Observador.

 

“Hace 32 años que hago radio y siempre me toca inaugurar radios”, recuerda la conductora que no se detiene y cuando termine su programa se ira directamente a conducir en LN+. “Es mucho esfuerzo y un montón de trabajo, pero es exitoso todo lo que hacemos. No me permito ni un poco la queja. Nada”, afirma agradecida, consciente del privilegio que vive.

 

—¿Cómo se lleva la mamá con eso?

 

—Con un poco de culpa a veces. Lo converso mucho con Martina y con mis viejos, que me ayudan un montón. Ya planteé tanto a la gente de la radio como de la tele que el año que viene mi máximo es las nueve de la noche. No quiero llegar a mi casa más tarde, mi hija empieza la pre adolescencia y sé que me necesita más en casa. Y yo también a ella, porque estamos todo el día con la videollamada, con los mensajes, pero no es lo mismo.

 

—¿La extrañás?

 

—Tengo una relación hermosa. Estamos todo el tiempo juntas los fines de semana y en la semana también. La veo cuando llega del cole. Soy la que la levanta a la mañana y la lleva al colegio. Pero a mí no me alcanza y creo que a ella tampoco. Queremos más. Entiende que es un momento que mamá esperó durante mucho tiempo, que de eso vivimos y que a mí me gusta mucho lo que hago. Va a ser el año más duro tener que decir esto sí y esto no, pero es lo que corresponde y es lo que voy a hacer.

 

—Es una gran enseñanza también para una niña entender que su mamá es una mujer plena en lo profesional, que tiene su lugar, que lo buscó, que lo conquistó y que es feliz en lo que hace.

 

—Sí, una mamá empoderada. Además le pasa algo hermoso cuando salimos a la calle: la gente me demuestra un afecto y un amor descomunal, y ella lo ve. Las cosas que le dicen de mí en la calle son hermosas y aunque te da pudor, es muy lindo que ella sepa que mamá está laburando y que lo que hace es reconocido.

 

—Quiero aprovechar para leerte un tuit de los últimos días. José te dice: “Soy jubilado, discapacitado, tengo un hijo con síndrome de Down. Mi señora con cáncer. No damos más. Abrazo de vida desde San Clemente. Usted es nuestra voz.”

 

—Sí. Ese me lo mandaron hace pocos días y lo contesté.

 

—En algún momento la gente empezó a depositar mucho de esto en vos. ¿Cómo lo vivís?

 

—No lo vivo como una presión ni nada parecido. Siento que hago un periodismo absolutamente frontal, verdadero y apasionado. Mi laburo no se parece a otros porque pongo mucho más que la cabeza y el corazón: pongo el alma. Yo salgo del canal o de la radio y me está esperando gente con cartas que me cuentan sus problemas, que me piden ayuda, y en todo lo que puedo ayudo. Uno es un privilegiado, yo me rompo el alma laburando para vivir bien en un país muy complejo pero me gusta mucho mirar al otro. Hago un periodismo que tiene que ver con la empatía. Con saber lo que le pasa al laburante, al pobre de verdad. La gente deposita en mí una confianza y un amor que a mí me emociona muchísimo. Ese hombre del fin de semana me conmovió. Decís qué hago, cómo lo ayudó. A veces te dicen respondiéndome, escuchándome, mirándome me ayudas.

 

—Bueno, hay algo del mirar ¿no?

 

—Totalmente. Para mí la empatía es todo en la vida. Y se lo enseño a mi hija.

 

—¿Qué se hace con todo eso? Porque hay una realidad que duele. ¿Vos podés llegar a tu casa y sacarte eso de encima un poco?

 

—Sí. Durante la pandemia ayudé a un montón de gente. A gente le daba por cocinar, a otra gente le daba por tomar alcohol; a mí me daba por no dormir, y en esas madrugadas ayudaba a gente que no conocía de todo el país. Llamaba a gobernadores que tampoco conocía o a sus manos derechas para pedirles ayuda. Oficialistas, opositores: no había bandera política ahí, era ayudar. Lo mismo con la gente de La Matanza, mandando camiones de comida. Cuando cumplí años el 31 de marzo de ese 2020 de la pandemia pedí a mis amigos que me depositaran guita para mandarle a la gente de La Matanza comida, y fue lo que hice.

 

—Estuviste por involucrarte en política.

 

—Sí, me quise involucrar en política pero me aterra todo lo que veo. Suerte que le dije que no a todo lo que me propusieron. Prefiero seguir dando mi voz desde afuera. Tenemos una clase política muy corrupta que se ha enriquecido y que han hecho que toda esta gente, que este señor jubilado con un hijo con síndrome de Down, no pueda vivir como se lo merecen.

 

—¿Es verdad que alguien te llevó a su bebé a la puerta del canal y quería que vos te quedarás con él?

 

—Una vez me pasó eso, sí. Fue muy impresionante. Me lo querían dejar al bebé. Fue como: “No puede estar pasando esto”. Imaginate que yo hago programas a la noche, me viene a buscar gente a las doce de la noche. Estábamos reunidos con el equipo de producción y me dice el señor del canal: “Hay una persona que la espera con un bebé”. Y yo dije: “Huy, pobre bebé esperando a esta hora”. Pero nunca pensé que me querían dar al bebé.

 

—¿Por qué te quería dar al bebé? ¿Qué te decía?

 

—Porque no tenían para mantenerlo. Porque no podían cuidarlo. Porque no tenían ningún tipo de sustento para esa criatura. Y ya tenían otros hijos. Me conmovió, me lo morfé a besos. Si fuera por mí me los llevaría a todos. Mi sueño es tener un gran comedor, un gran lugar para toda la gente necesitada que aprendan oficios. Me hace mucho mal pensar cada noche que hay gente que no come y que los chicos no comen. Eso me parte. Tuvimos una charla larguísima, duró un montón, y se quería ir y dejármelo en brazos, fue muy traumático. Empecé a ayudar, a conectar. Le di una plata ese mismo día para que le comprara leche y pañales. Y después traté de hacer un laburo con gente que sabe mucho más que yo, incluido un abogado. Tengo contacto todavía con esa familia. El bebé está ahora en la casa de una tía donde lo crían y lo cuidan, y su mamá trata de verlo lo más que puede.

 

—Se pudo quedar con su familia.

 

—Sí, absolutamente. Su marido era violento, golpeador. Historias que las escuchás a diario, cada vez más, que son tremendas. Que tienen que ver también con la decadencia que vive la Argentina.

 

—Aclarando por supuesto que la Argentina tiene una ley de adopción y que no es que a uno le llevan un bebé y se va a quedar con ese bebé. Esa me imagino que fue la situación más border con la que te encontraste en la puerta del canal, ¿no?

 

—Bueno, esa fue muy border, porque que un padre quiera dejarte a su hijo es tremendo... Pero vivo situaciones border todo el tiempo. Tengo un tipo grande con su mujer que me van a buscar, cuatro, cinco veces al mes, para contarme lo mal que la pasan, y llega un momento en que vos no sabés qué hacer frente a eso. Porque aparte están tan indignados que se quedan hablando, y me cuentan toda su historia, y yo a esa hora además tengo que irme a mi casa, cuidar a mi hija, descansar, y no me puedo ir porque me da mucho pudor sentir que no puedo hacer nada más que escucharlos, y sé que escucharlos es un montón.

 

—No te están pidiendo que grabes el videíto para la fiesta de 15...

 

—No, me están contando lo mal que la están pasando, que no pueden comer. Se ha generado algo de traspasar la pantalla con eso.

 

—Algo de depositar en vos una esperanza, como una Viviana salvadora.

 

—Sí, tal vez era la Viviana más política que yo quería encarar pero que es muy difícil en un país tan corrupto. Me ha decepcionado mucha gente en la política, entonces las intenciones que yo tenía, o imaginarme en algún momento haciendo política, es con quién, cómo, de qué manera. No, olvidate.

 

—¿Está completamente descartada la Viviana política?

 

—Sí, sí, totalmente descartada. Realmente no siento hoy que la política sea un lugar para mí. La política partidaria.

 

—El cargo político.

 

—Prefiero seguir haciendo desde abajo. No podría convivir en un mundo tan difícil, tan corrupto, de tan poca lealtad en muchos casos, de tanta traición. Yo no soy eso. No puedo, no podría. Así que suerte que me di cuenta mucho antes. Lo agradezco. Tuve un sexto sentido ahí.

 

—¿Cuál es la pregunta que más te descolocó de tu hija?

 

—Martina es brillante. Es buena, es muy inteligente, pero además tiene una espiritualidad enorme. Y lo que me dice siempre es que soy muy generosa con todo el mundo pero que tengo que ser más generosa conmigo misma. Me hace mirarme y a la vez me hace sanarme porque es una nena encantadora.

 

—¿La echaste de la cama ya?

 

—La eché y volvió. Soy una malcriadora compulsiva. Amo malcriarla. Tiene 10 años. A la brevedad pre adolescencia, adolescencia y ya está, olvidate.

 

—¿Estás preparada para la adolescencia?

 

—Y... me voy preparando. Soy una madre muy conservadora. Soy muy cuida, muy responsable. Aparte, es mi única hija.

 

—¿Recordás tu propia adolescencia?

 

—Sí, yo era muy rebelde pero era muy buena hija, era muy responsable. Nunca llegaba tarde. Si todos se rateaban, yo pedía permiso para quedarme en mi casa porque me embolaba ratearme. Fui una adolescente rebelde pero muy responsable.

 

—¿En qué aparecía esa rebeldía?

 

—Siempre era querer cambiar el mundo un poco. Y no me digas que no porque sí, por más que seas mi papá, explicame por qué no puedo ir a tal lugar. Me enfrentaba, como ahora, me enfrentaba al poder, que era mi viejo o el colegio. Me gusta enfrentarme al poder y cuestionar al poder. Es donde más cómoda me siento desde que soy chica.

 

—Voy a volver a esto de desafiar y cuestionar al poder ¿pero en ese momento tu padre lograba decir: “Basta, Viviana, hasta acá”?

 

—Si algo aprendí de mi casa es el límite. Era una rebelde sana. Nunca tomé alcohol. Nunca tomé drogas. Nunca llegué a mi casa media hora después de la que me marcaban mis viejos. Tengo un exceso de responsabilidad que es una cosa que me gustaría sacármela.

 

—¿Se hablaba de política en esa casa?

 

—No, muy poco.

 

—No era el tema habitual.

 

—No. Tampoco era para mí un tema. Tuve un momento después de tener a Martina, cuando tenés un hijo te cambia todo, y empezás a pensar en qué país querés vivir. Ahora me asusta el país que le vamos a dejar a nuestros hijos. Ahora sí. Por eso creo que hay que dar la última batalla cultural, porque depende quién gane (las elecciones) es la última oportunidad para mi generación. Cuatro años un gobierno es un montón. Es un montón seguir saliendo a la calle con miedo a que te maten. Es un montón que un padre hace poco perdió la vida y su hijo de dos meses no lo va a conocer. Para un pibe que dejó el colegio en pandemia y de acá a 20 años su vida va a ser tremenda. La pobreza, la indigencia, la inflación, los saqueos. Es un horror la Argentina hoy. La política es fundamental, pero la tranza política me da mucho asco.

 

—Hace muy poquito bancaste a Lali Espósito, con quien no acordás ideológicamente en la mayoría de las cosas.

 

—Claro, porque yo puedo pensar distinto a Lali y puedo no compartir cosas que hace o dice, como ella conmigo. Lo que nunca puedo permitir es que a Lali no la dejen expresarse. Vos podés ser mi adversario, vos podés ser mi enemigo, vos podés pensar totalmente opuesto a mí; ahora, lo que no puedo permitir es que vos no te expreses. Puedo cuestionar a Lali como Lali me puede cuestionar a mí, lo que no puedo permitir es que a Lali no la dejen expresarse. Lali o quien sea. Acá cada uno que piensa distinto sale a ser atacado y no está bien.

 

—¿Cómo anda el amor?

 

—El amor en general súper bien, pero no me enamoro. Bajé un poco la persiana con eso, ¿sabés?

 

—En la última charla que nosotras tuvimos me dijiste: “Me deseo un hombre que me acompañe pero posta. Fuerte. Y si no va a aparecer el indicado, que no aparezca ninguno.”

 

—No apareció ninguno. Los que aparecen no me generan empezar una relación. Descubrí la soledad como algo grandioso. Me encanta estar sola en el sentido de no estar en pareja.

 

—¿Cuántas chances de cita le das a un candidato?

 

—No, ninguna. No tengo citas.

 

—¿Hace cuánto?

 

—Mil años. Hasta que no aparezca ese tipo que te decía en ese momento, voy a seguir esperando. Porque sí me llaman...

 

—Una comidita.

 

—No. Siento que no tengo tiempo y que no tengo ganas. Porque yo soy de otro palo. Tengo otros valores, otras convicciones. Ahora es todo muy moderno y yo no soy tan moderna para mis relaciones.

 

—Para el touch and go no estás.

 

—Soy cero touch and go. Soy muy leal. Soy cero pareja abierta.

 

—También sos una mujer muy pasional.

 

—Sí. Pero no apareció todavía un tipo que a mí me genere admiración, deseo y pasión. Son requisitos absolutamente importantísimos. ¿Salir a comer con alguien por salir? No tengo ganas. Estoy muy jodida con los tipos. Viví tan bien mis historias de amor, fui muy feliz en pareja y también muy infeliz. Entonces, ahora que estoy tan feliz sola, no negocio mi felicidad.

 

—¿Tuvo que ver con vos, o con la mirada del afuera y cómo fuimos cambiando como sociedad?

 

—Yo creo que al estar solo y sufrir mucho, porque mi divorcio lo sufrí mucho porque tenía a Martina y me imaginaba casada toda la vida. Pero una vez que superé después de unos cuantos años esa tristeza, hoy que me siento tan bien, tan feliz, tan gozadora de la vida, tan plena... El autoconocimiento, el disfrutar de un domingo a la tarde leyendo, mirando una película sin el ensamble, sin el tener que tranzar con el otro para la convivencia; soy feliz. Me siento plena. En el laburo funciona todo bárbaro. Si tiene que aparecer un hombre, que aparezca; yo no lo voy a ir a buscar. Pero ese hombre me tiene que impresionar en el mejor sentido, que yo sienta que mi vida con él va a ser mucho mejor que mi vida sola. Yo soy muy feliz. No sabía lo que era ser feliz, y ser feliz es tener paz.

 

—Hablaste de relaciones difíciles. ¿La pasaste muy mal?

 

—Hoy ni me acuerdo de eso pero sí, la pasé mal en algunas relaciones. No responsabilizo nunca al otro. Uno se queda donde se quiera quedar y se queda donde se puede quedar, y todo lo que no resolvés vos, se lo trasladás al otro. Ya no le traslado al otro, trato de generar mi propia felicidad.

 

—¿No mirás para atrás y ves a esa mujer?

 

—No, está bueno mirar para atrás hasta un determinado momento. Después hay que mirar para atrás con mucho amor y pensar en el presente y en el futuro y soltar. Hay que soltar el pasado para ser feliz.

 

—Hablando del pasado, ¿es verdad que fuiste recepcionista en Christian Dior?

 

—Sí, fue mi primer trabajo. Toda mi vida estudié pintura y dibujo, soy una gran dibujante, mi especialidad son los caballos. Mi futuro era Bellas Artes, pero en tercer año del secundario estudié con Paco Jamandreu, diseñador de Evita, y dibujábamos vestidos. Entré a Dior a trabajar como recepcionista sabiendo que al año podía empezar a pintar. Y pinté corbatas que llegaron a París. Decido hacer comunicación cuando lo mío era la pintura porque Tete Coustarot venía de viaje un día de mucha tormenta y no llegaba a presentar en el Sheraton un desfile, y lo hago yo. Y a partir de ese día tuve que ver si era Comunicación o si era seguir con el dibujo y la pintura. Me decidí por esto, pero siempre en mí está esa dibujante.

 

—¿Hay algún cuadro tuyo en tu casa?

 

—Hay un montón en la baulera porque no tengo más cuadros en mi casa. Saqué todos los cuadros. Tengo espejos, tengo cosas.

 

—¿Por qué?

 

—Porque yo soy así: me volví más minimalista con los años. En algún momento voy a ver si puedo mezclar mis pasiones: la pintura, el dibujo, la comunicación. Ponerme más creativa con eso. Y ver también qué quiero hacer el año que viene, que es algo que me tiene ocupada, no preocupada.

 

—Hay muchas propuestas.

 

—Muchas, por suerte, de radio, televisión. Dos medios en el exterior, España y Estados Unidos, para dirigir un medio allá, trabajando desde acá; yo por ahora no me puedo ir a vivir a otro lugar porque soy muy argenta y quiero ver qué es lo que pasa con este maravilloso país.

 

—¿Querés que Martina se quede acá?

 

—Yo voy a decidir por ella hasta que ella sea mayor de edad. En algún momento va a tener la curiosidad de irse y de probar, pero una cosa es la curiosidad de irte, probar, si tenés los recursos, y otra cosa es querer dejar tu país, que eso es muy doloroso. Acabo de perder a un sobrino que se fue a vivir a España porque está buscando otras posibilidades, y no es lo mismo irte a conocer otro país a irte porque te expulsan. Este país hoy expulsa a los jóvenes.

 

—Me dijiste alguna vez: ”Tengo un récord en haber votado a los que ganan y después, desilusionarme”.

 

—Hace bastante que no me pasa. Llegué a Mauricio (Macri). Después ya no voté a los que ganaron, y ahora, no sé. ¡Dios mío!, cada vez que pienso quiénes pueden ganar, me asusto... Pero esta vez espero votar a la persona adecuada, solo eso.

 

—Que se venga algo de alivio, ¿no?

 

—Que se venga algo de alivio. Tenemos un punto en común con todos los argentinos, que es la tristeza. Hoy, al que le va bien está triste; al que le va mal, está muy triste. Volvemos al comienzo de la entrevista: la empatía. Ojalá que votemos con la cabeza, el corazón y el alma. Y pedirle a la clase política que no abuse más de nosotros. Que hasta acá, es un montón.

 

—Ojalá se vengan cosas buenas y que cada vez la gente que está en la puerta del canal buscando tan desesperadamente ayuda sea menos.

 

—Sí. Va a ser muy difícil, pero ojalá se pueda por lo menos tener la esperanza, no perderla, de que vivamos en un país mejor porque además que ya somos mamás tenemos que dejarles a ellos, a nuestros hijos y a los hijos de todos sin dudas un país mejor.

Bebé
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