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Video: un peón rural perdió su trabajo, pero no pudo contener las lágrimas al dejar al perro

“Lo voy a extrañar mucho”, alcanzó a decir con la voz quebrada, refiriéndose al perro del campo, ese amigo silencioso que lo acompañó en jornadas de sol y de frío

Para Víctor Díaz, la noticia de que debía dejar su trabajo como peón rural fue un golpe duro, pero no tanto como la despedida que le aguardaba en el campo: no solo debía alejarse de la tierra que recorrió durante años, sino también de su fiel compañero de cuatro patas.

Lo voy a extrañar mucho”, alcanzó a decir con la voz quebrada, refiriéndose a su perro, ese amigo silencioso que lo acompañó en jornadas de sol y de frío, en el silencio de los amaneceres y en las largas tardes de labor.

La historia de Víctor es la de muchos trabajadores rurales que enfrentan la incertidumbre económica sin más herramientas que su fuerza, su dignidad y su vínculo con la tierra. Pero en su caso, el desarraigo no es solo económico: es profundamente emocional. Su perro no era una mascota cualquiera, era parte de la rutina, de la vida misma en el campo. Lo acompañaba a donde fuera, lo esperaba bajo la sombra del algarrobo, lo miraba en silencio mientras él araba o arreglaba un alambrado.

A veces, las despedidas más duras no son de personas, sino de esos silencios compartidos entre un hombre, su perro y el campo”, comentó uno de los compañeros que también trabaja en la finca, conmovido por la escena de despedida.

En medio de un contexto cada vez más difícil para el empleo rural, las historias como la de Víctor se multiplican. Lo material puede reponerse, quizás con otro trabajo, quizás en otra provincia. Pero hay afectos —como el que crece entre un hombre, su perro y el paisaje que habitaron juntos— que no se reemplazan ni se olvidan.

 

 

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