Un jornalero oriundo de Tucumán contó en las redes sociales un impactante encuentro que tuvo en el monte, en la localidad de Lamadrid, durante una de sus jornadas.
"Hola amigos, mi nombre es Hugo. Viví en la localidad de Lamadrid trabajando en el campo y hace un tiempo tuve una experiencia aterradora. Fue una tarde que venía retrasado en la labor con la tierra, empezaba a oscurecer y todavía me faltaba preparar algo de comida para la cena ya que en ese tiempo vivía solo en una pequeña finca que pertenecía a mi familia a varios kilómetros del pueblo más cercano...", comienza.
"En el camino había un pequeño arroyo. De vez en cuando iba a refrescarme y beber agua después de la jornada de trabajo... Junto al arroyo se encontraba un viejo árbol que por aquella época conservaba un tupido follaje, ya estaba oscuro recuerdo... Junto al árbol, ese día pude ver una pequeña silueta a contraluz entre las penumbras de aquella tarde, en la que había viento de lluvia...", continúa.
"Me acerqué con curiosidad ya que la figura se asemejaba a la de un pequeño niño, algo extraño en aquel lugar y hora. Esta figura estaba sentada mirando fijamente a dos montículos de tierra que había al otro lado del arroyo, y se encontraba de espalda por lo que no pude ver su rostro en ese momento. Le grité para ver si lo podía ayudar, imaginando que tal vez estaba esperando a algún adulto que llegaría por él. 'Niño , niño... ¿Qué haces ahí..?' le pregunté, pero no hubo respuesta por parte del pequeño. 'Te puedo ayudar' fue lo último que le dije... Entonces escuché su voz, que parecía hacer eco", detalla.
"'Estoy esperando a mis papás', contestó señalando con su mano hacia el montón de tierra que miraba con insistencia. En ese momento se dio vuelta y un frío empezó a recorrer mi cuerpo de la cabeza a los pies. Su piel estaba llena de arrugas y era de un color grisáceo lleno de moretones... Sus ojos grandes y de un negro intenso que llenaba todo su globo ocular. Sentí que me llenaba de pavor el corazón y me hizo sentir un tremendo vacío en el estómago y ganas de vomitar...", narra.
"No dije nada y corrí con desesperación dando tumbos entre las piedras de el camino. Trataba de dar grandes zancadas con la idea de aprovechar cada paso para alejarme de aquella monstruosidad... Sentía que los arbustos a mi paso se movían con violencia, como si alguien se arrastrará entre ellos. Me sentí un poco aliviado cuando pude ver mi casa. Entré rápidamente y cerré la pequeña puerta de madera poniendo los gruesos palos que servían de tranca. Respiraba con intensidad ya que me faltaba el aire. Sudaba frío y todo mi cuerpo temblaba, principalmente las piernas que tenía cansadas por la carrera y el esfuerzo", cuenta.
"Pasaron unos veinte minutos tal vez, y yo seguía pegado a la puerta. Entonces, escuché como tocaban desde afuera con pequeños golpes intermitentes y la voz del niño o lo que fuera esa cosa salida del infierno... 'Señor, señor , me puede abrir por favor'. Ahora la voz se sentía con un tono grave y con una resonancia que hacía parecer que hablaban varias personas a la vez... Recé con mucha devoción implorando ayuda a los cielos, le pedí al arcángel San Miguel que se llevará a ese demonio al infierno del que había salido. Afuera soplaba el viento con mucha fuerza y se escuchaba como arrastraba ramas y piedras. Sentí que todo giraba a mi alrededor y cerré los ojos gritando mis oraciones y plegarias", relata.
"En un momento todo se quedó en calma, de repente un silencio llenó el lugar con un pequeño silbido del viento... Me quedé tumbado junto a la puerta y me dormí. A los días fui al pueblo, y decidí no volver al lugar. Vendí la siembra con la condición de que el comprador se hiciera cargo de la cosecha... Aquella experiencia me marcó de por vida", finaliza.
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