
En muchas ocasiones los hombres somos muy prácticos (a veces de forma extrema) y buscamos una solución fácil, cómoda y rápida a cualquier problema, estilísticamente hablando.
Otra cuestión que nos define es la capacidad de continuar con las costumbres que aprendimos de pequeños, más que nada porque ya nos hemos hecho a ellas y para qué cambiarlas si funcionan bien.
Puede que todo suene muy abstracto, pero aquí va un ejemplo para comprenderlo mejor: la mochila. Es fácil de transportar y aporta comodidad. Además, resulta funcional porque podemos meter todo lo que queramos en sus diversos compartimentos y nos da un toque vintage, ya que la llevamos usando desde pequeños. Esto justifica que nos hayamos acostumbrado a ella. Tanto, que a muchos les llega a acompañar a la oficina combinada con el traje en el momento de dar el salto profesional.
Sin embargo, no estamos del todo seguros de que esta sea la mejor opción para presentarte en tu puesto de trabajo, sobre todo si el código de vestimenta exige llevar el sastre de dos piezas.
1-¿Cuántos años tenemos? La comunicación no verbal supone, al menos, el 60% de la información que transmitimos, y en este apartado entra la apariencia física, por mucho que nos pese. El traje aporta formalidad y seriedad por lo que si le añadimos una mochila a nuestras espaldas contrarrestaremos ese aspecto profesional con altas dosis de infantilismo descontrolado. Y adiós credibilidad.
2- Si sientes nostalgia, mira las fotos. Puede que en un principio no te acostumbres a dejar guardada tu mochila y recurrir a otras opciones para acarrear los objetos que necesitarás a lo largo del día. Pero hay que cerrar ciertas etapas, adaptarse a las nuevas y, junto a la mochilita, abandonar nuestra niñez. Mira hacia delante y madura estéticamente. Ser flexible y saber qué vestir en cada momento debe ser tu nuevo mantra
3- El maletín no está tan mal. Los hay en muchos materiales (lona, piel, ante…), más grandes, más pequeños, desde las formas más clásicas (tipo satchel) a las más innovadoras (como los bolsos masculinos). Puede llegar a caber lo mismo que en una mochila y de forma más ordenada, lo que nos lleva a una mayor funcionalidad. Todo son ventajas.
4- El hombro se desgasta. De la misma forma que algo colgado al hombro repercute de forma física, también hace mella en las prendas. El roce constante de las cinchas de la mochila provoca que las hombreras y la espalda de la americana se dañen con mayor facilidad, acortando la vida útil del traje.
5- Ajusta a la tendencia. No nos podemos poner tampoco maniáticos y obviar lo evidente: la mochila tiene una segunda vida (y madurez) gracias a que, en primer lugar, las principales firmas de moda la han vuelto a subir a la pasarela.