1816
El año 1816 había sido muy importante para nuestro Libertador. Grandes proyectos se habían concretado: la creación del ansiado ejército que ya estaba listo para emprender la campaña; la denominación oficial de “Ejército de los Andes” y la designación de San Martín como su General en Jefe por parte del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el brigadier general Juan Martín de Pueyrredón, el 1 de agosto; el nacimiento de Merceditas el 24 de agosto.
Un brindis y un problema
Llegaba la Navidad. San Martín y su esposa Remedios se encontraban celebrando la Nochebuena junto a Dolores Prats, Margarita Corvalán y Mercedes Álvarez en la casa de Laureana Ferrari de Olazábal y su esposo. Al terminar la cena, el general San Martín, desde una de las cabeceras de la mesa, se incorporó y, levantando su copa, pidió un brindis por todos los presentes, por su hijita Merceditas, por la Patria y por su Ejército, ya listo para el “vámonos” como él decía.
Luego, explicó: “El Ejército de los Andes está listo, pero le falta su propia bandera. Yo la tengo diseñada, pero el gran problema es quién la confeccione para el 5 de enero”. Automáticamente, la dueña de casa exclamó que, gustosas, todas las damas que se encontraban en la cena se comprometían a satisfacer esa necesidad.
Las damas en acción
Al día siguiente, se movilizaron y comenzaron a buscar la tela, la seda y los elementos requeridos para tan importante e histórico compromiso. Los problemas surgieron cuando no encontraban la seda con el color adecuado. “Conseguimos una seda azul, pero al mostrársela al General, éste dijo que era muy fuerte”, relató Laureana. Tampoco se encontraba una seda color carne para lo que serían las manos del escudo. Así pasaban los días, recorriendo las tiendas de Mendoza. El tiempo apremiaba.
El 30 de diciembre, ya desesperadas por la falta del material, la señora Olazábal y Remedios salieron a recorrer las últimas tiendas y comenzaron a transitar una callejuela a la que llamaban con el nombre de “Cariño botado”. “Allí se encontraba una tiendita muy pobre que íbamos a pasar de largo, con la seguridad de que no tuviesen lo que buscábamos” comentó luego la señora Olazábal. De pronto, salió el tiendero y ofreció con mucho afán sus mercaderías a ambas damas, que -tal vez por no ser descorteses con el insistente vendedor- entraron con la intención de comprarle alguna cosa. La gran sorpresa fue que, entre las pocas piezas de tela que había, encontraron justo lo que buscaban.
Trabajo contra reloj
Con la preocupación por el poco tiempo de que disponían, al día siguiente iniciaron la confección de la bandera que acompañaría a los patriotas a la gloria.
Remedios se abocó a coser. Las demás señoras prepararon todos los elementos para bordar los dibujos diseñados por el General: de dos abanicos de Laureana, se sacaron lentejuelas; de unos collares de Remedios, se sacaron perlas; de una roseta de diamantes de la mamá de Laureana, se sacaron varios engarces para adornar el óvalo y el sol del escudo.
No se sabía cómo lograr el óvalo, hasta que Dolores -que era muy ingeniosa- tomó una bandeja de plata que había en el comedor y, pasando un lápiz por el borde, lo marcó. Otra idea de Dolores Prats: sumergió en agua hirviendo unos sobrantes de una madeja de seda roja que se había usado para el gorro frigio, la seda perdió el color original y quedó rosa; así fue que consiguieron el color semejante al que necesitaban para bordar las manos.
Se turnaban para trabajar las veinticuatro horas bordando los laureles que rodeaban el escudo.
Compromiso cumplido
A las 2 de la mañana del 5 de enero de 1817, Remedios Escalada de San Martín, Dolores Prats de Huisi, Margarita Corvalán, Mercedes Álvarez y Laurena Ferrari de Olazábal se arrodillaban ante el crucifijo del oratorio de la casa, agradeciendo a Dios el haber podido terminar la obra prometida al general San Martín y pidiéndole que bendijera aquella enseña de nuestro Ejército de los Andes, que lucharía por la libertad de los pueblos americanos, y que lo guiara a la victoria.
La jura
Ese mismo 5 de enero, con el marco de las viviendas y la Plaza Mayor de Mendoza adornadas, y ante la presencia del pueblo, del gobernador Toribio de Lururiaga y sus funcionarios y de autoridades religiosas, el vicario castrense José Lorenzo Güiraldes bendijo la bandera. Luego, el general San Martín la hizo jurar a las tropas ante la Virgen del Carmen, Patrona del Ejército de los Andes, a la que entregó su propio bastón de mando.
A modo de comentario, me permito agregar que la semana pasada tuve la suerte de recorrer el cuartel del Regimiento de Granaderos a Caballo en Buenos Aires y, al estar ante la imagen original de esta virgen -que se encuentra en el museo del Regimiento- no pude evitar que la emoción me embargara.
Esta reseña es una colaboración de José Olivieri, Presidente de la Asociación Cultural Sanmartiniana de la Ciudad de La Banda (Facebook: Asociación Cultural Sanmartiniana Filial La Banda).