En la vida nos cruzamos con muchos tipos de personas, todas ellas pueden enriquecernos, pero siempre debemos estar atentos a que la lección no nos robe energía vital y que durante el aprendizaje no dejemos la mejor parte de nosotros en el proceso.
Una mirada, una palabra o una simple insinuación son suficientes para comenzar un proceso de destrucción del otro. Los actos que llevan a cabo los depredadores emocionales son tan cotidianos que a veces parecen normales. Las víctimas callan y sufren en silencio. Mediante un proceso de acoso moral o maltrato psicológico, un individuo puede conseguir hacer pedazos a otro.
Así como en la naturaleza existen los depredadores animales que capturan y aniquilan a otros animales para alimentarse, en el ser humano también podemos observar un fenómeno similar, conocido como el acoso moral, protagonizado por los depredadores emocionales y sus víctimas.
El acoso moral o maltrato psicológico es un fenómeno que se da en todo tipo de ambientes, como en la pareja, en el trabajo, en la familia o en el grupo de amigos.
¿Cómo es el depredador emocional?
El depredador emocional se distribuye entre todas las edades, estatus sociales, culturas y sexo. Aparentemente son sujetos normales, casi nunca líderes. Suelen ser tacaños, egocéntricos y narcisistas.
Su objetivo es el desmantelamiento moral, personal, psicológico y sociológico de las víctimas, pudiendo conseguir muchos que éstas acaben con sus vidas.
Son individuos que se sienten profundamente inferiores aunque no den esa impresión, ya que se muestran arrogantes y grandilocuentes. Son sacos de remordimientos y rabia enmascarados. Suelen ser de fuerte ideología.
Sienten la necesidad de ser admirados, deseados, con ansias desmesuradas de éxito y poder. Presentan una desconexión con sus emociones, despreciando así, profundamente a sus víctimas.
Cuando son niños, suelen ser los típicos que tiran la piedra y esconden la mano, aquellos que causan las peleas pero que no se ven envueltos en ellas. Anhelan el protagonismo. En la adolescencia, son fríos y distantes, con poco éxito social, rodeados de uno o dos amigos, a los que manipulan. Y en la adultez se distinguen por ser arrogantes, manifestándose como poseídos de la verdad, la razón y la justicia.A primera vista parecen sujetos controlados, sociables y aceptables, pero tras esta máscara se esconde un cúmulo de intenciones y procesos inconscientes mucho más complicado y enrevesado.
¿Quienes son las víctimas?
Las víctimas se caracterizan por ser personas bondadosas, honestas, generosas, optimistas, con fuerza espiritual… Son aquellas personas que presentan características que el depredador humano anhela y envidia, características que no ha tenido. Se convertirán en un chivo expiatorio responsable de todos los males.
Un depredador emocional busca a este tipo de personas, para absorberles su energía y vitalidad. Es decir, quieren absorber aquello que envidian.
Las víctimas resultan sospechosas a ojos de los demás, ya que el proceso de acoso moral ocurre de tal manera que hace que la víctima sea vista como culpable, ya que la gente se imagina o piensa que ésta consiente o es cómplice, conscientemente o no, de las agresiones que recibe.
A menudo, oímos decir que si una persona es víctima, es por su debilidad o carencia; pero por el contrario, podemos observar que son elegidas por algo que tienen de más, por algo que el agresor quiere apropiarse.
Pueden parecer ingenuas y crédulas, ya que no se imaginan que el otro es básicamente un destructor e intentan encontrar explicaciones lógicas. Comienzan a justificarse, intentando ser transparentes. Comprenden o perdonan porque aman o admiran, incluso consideran que tienen que ayudar porque son las únicas que comprenden al otro del todo. Sienten que tienen una misión que cumplir.
Mientras que el depredador emocional se agarra a su propia rigidez, las víctimas intentan adaptarse, procurando comprender qué desean consciente o inconscientemente su perseguidor y no dejan de preguntarse nunca por su propia parte de culpabilidad.
Fuente: Mejor con Salud.