Con un marco imponente, en el que Estudiantes expuso su gloria a través de las banderas cuando los equipos salieron a la cancha, el clásico de La Plata se vivió en una tarde tan fría como dramática. La pirotecnia en las inmediaciones del Jorge Luis Hirschi se hicieron sentir dentro del campo de juego, pero los intérpretes de Gimnasia demostraron personalidad para no dejarse intimidar por el público local.
En un pleito en el que se priorizó la pierna fuerte por sobre las generaciones ofensivas, el Pincha sufrió la baja de Federico Fernández antes de que los protagonistas se fueran al descanso. Luciano Lollo fue el encargado de reemplazar al defensor central para mantener custodiada la zona de Matías Mansilla. Sin embargo, el León sufrió el laboratorio de Marcelo Méndez, dado que dos pelotas paradas paralizaron los corazones del dueño de casa. Las intervenciones de Yonathan Cabral y Matías Abaldo en el cielo platense fueron merecedoras de gol, pero en la primera el arquero respondió a puro reflejo y en la segunda acción, el Lobo no festejó por centímetros. Se se hubieran implementado reglas de boxeo, el primer round fue para el Tripero, por puntos...
La disconformidad de Eduardo Domínguez llevó al estratega a que realizara tres modificaciones para la reanudación del compromiso. Los ingresos de Eros Mancuso, Pablo Piatti y Luciano GIménez, en reemplazo de Edwin Cetré, Gabriel Neves y Eric Meza cambiaron la mentalidad de Estudiantes. El técnico pateó el tablero y en la primera escena de la segunda etapa Santiago Ascacibar marcó el 1 a 0 para el delirio de los presentes. Un grito que fue acompañado con la ovación merecida para el Ruso.
Unos instantes después, cuando el cronómetro de Facundo Tello llegaba al sexto minuto, Guido Carrillo extendió la ventaja con un cabezazo que dejó desparramado a Nelson Insfrán. Un tanto que significó un golpe de nocaut para Gimnasia. El orgullo de la ciudad volvía a teñirse de rojo y blanco.
El triunfo se convirtió en goleada cuando el delantero con pasado en el Mónaco sorprendió a Insfrán con una violenta volea que se colgó del ángulo. Un lateral, una peinada y un misil directo a la explosión generalizada. El Pincha tenía su fiesta gracias a la mano del entrenador, que supo cambiar a tiempo.
La reacción de Gimnasia llegó recién sobre el final, cuando Benjamín Domínguez logró desestabilizar a la última línea local, antes de abastecer a David Salazar, quien de cabeza resolvió al palo más lejano de Mansilla y achicó las diferencias. Un gol que sirvió para decorar un marcador, dado que el pleito ya estaba liquidado con mucha antelación.