La Provincia

Ser maestra jardinera es “repartir pedacitos de corazón a cada uno de nuestros niños”

En memoria de Rosario Vera Peñaloza, esta semana se celebró a las maestras jardineras y jardines de infantes, donde principalmente las actividades se basaron en salir a las calles con propuestas recreativas para los niños, porque a pesar de ser también su día, las docentes eligen celebrar siempre con sus pequeños.

En este marco y para resaltar la labor de todas las maestras, Nuevo Diario tomó el testimonio de una de ellas, quien particularmente también se desempeña en la enseñanza y el cuidado desde la primera infancia. Se trata de la “seño” Marily Serrano, quien dejó bien en claro que esta profesión requiere de mucho amor y vocación, “se nace para esto”.

“Hace 16 años que me desempeño como docente de Nivel Inicial, pero me recibí hace 25, trabajé en el interior de la provincia y luego en jardines aquí en la ciudad”, comenzó relatando y siguió: “Desde que tengo uso de razón quise ser maestra jardinera, desde chica deseaba esto, nací con la vocación al amor a los niños, si alguien me pregunta ahora si tengo algo pendiente por hacer profesionalmente contestaría que no, porque conseguí ser lo que más amaba y lo volvería a elegir”.

La “seño”- mamá

El ser docente de Nivel Inicial implica ir más allá de la enseñanza básica, en muchas ocasiones se llega a escuchar esa frase que “estruja” corazones: “ma, perdón, seño” sobre lo que Marily comentó: “Es una vocación de servicio con el plus de amor, ser docente es querer compartir tu tiempo con los chicos, estar presente en los primeros años de la enseñanza, somos la primera imagen que ellos tienen fuera de su mamá, ellos se apegan mucho a la ‘seño’ del jardín y es alguien que queda en nuestra memoria para siempre, yo por ejemplo me acuerdo de mi maestra, entonces es un rol muy importante el que se nos da y al mismo tiempo decidimos tomar”.

La primera infancia

Actualmente, la “seño” Marily también trabaja en el jardín municipal de la primera infancia Bambi donde el lazo alumno-docente es más estrecho aún, ya que se reciben a pequeños desde los 45 días de vida hasta los dos años, “todos los años, al finalizar, es un desprendimiento muy grande el que tenemos, recibir su cariño desde tan temprana edad, darles de comer, acunarlos, cambiarlos porque no solamente es la parte pedagógica, sino que asistirlos personalmente y es así que cada cierre de año se nos va un pedacito de corazón con ellos, sobre todo los que egresan. Nos pasó que hubo y hay chicos que llegan a la sala de lactantes y se van a punto de cumplir sus 3 añitos, entonces dan sus primeros pasos con nosotros y es imposible no encariñarse e ir repartiendo pedacitos de corazón a cada niño”.

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