Especiales

Omfalofobia: de qué se trata este curioso pero común temor irracional

Las fobias pueden afectar a las personas de diferentes maneras y existen algunas tan inusuales que nos hacen cuestionar cómo la mente humana reacciona de maneras inesperadas ante ciertos estímulos. La omfalofobia es uno de esos miedos que, si bien es poco común, es tan debilitante como cualquier otro temor irracional más conocido.

La omfalofobia es el rechazo o miedo irracional a los ombligos, ya sea al propio o al de los demás y, aunque parece un temor curioso o difícil de imaginar, para quienes lo padecen es una vivencia muy real que provoca ansiedad, incomodidad extrema o ataques de pánico ante algo tan cotidiano como ver, tocar o pensar en esta cicatriz.

Este temor impacta profundamente la vida diaria, llevando a los afectados a evitar actividades donde el ombligo quede expuesto, por ejemplo, ir a la playa o los momentos de intimidad. Según la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), las fobias específicas, como la mencionada, hacen parte de los trastornos de ansiedad relacionados con el miedo. Estos se caracterizan por un temor intenso y desmedido hacia objetos, situaciones o partes del cuerpo que parecen inofensivas para la mayoría de las personas.

De hecho, el terror a los ombligos no es la única fobia relacionada con partes corporales, ya que hay horas igual de curiosas como la podofobia (miedo a los pies), la genufobia (miedo a las rodillas), la quirofobia (miedo a las manos) o la tricofobia (miedo a los pelos).

 

Causas principales del miedo a los ombligos

Como muchas otras fobias específicas, esta no surge de la nada y desde la Clínica Mayo explican que dicha clase de temores irracionales suelen estar influenciados por la mezcla de tres posibles factores: las malas experiencias, el comportamiento adquirido y la estructura cerebral. Por ejemplo, atendiendo a que son fobias originadas en la primera infancia, antes de los 10 años, alguien que en su niñez sufrió una herida en el ombligo, fue objeto de burlas por su apariencia o tuvo una sensación desagradable al tocarlo, podría desarrollar un rechazo hacia esta marca.

Además, si un niño crece viendo que sus padres sienten aversión o incomodidad hacia los ombligos, quizás adopte esa misma actitud sin una razón concreta. De igual modo, si en su entorno se refuerzan ideas negativas sobre esa parte del cuerpo, el miedo podría arraigarse con el tiempo.

A su vez, algunas personas tienen una amígdala más reactiva y perciben ciertos estímulos más amenazantes de lo que en realidad son. Esto explicaría por qué, ante la visión o el contacto con un ombligo, el cerebro de alguien con omfalofobia reacciona con ansiedad subconsciente, mientras que otra persona no experimenta ninguna sensación negativa.

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web