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La figura del cardenal Besungu Ambongo reabre el debate sobre el futuro de la Iglesia

La posibilidad de que un papa africano ocupe el trono de Pedro ha comenzado a ser seriamente considerada en los pasillos del Vaticano. Entre los nombres que suenan con mayor fuerza aparece el del cardenal congoleño Fridolin Besungu Ambongo, una figura que, paradójicamente, representa tanto una señal de cambio como un potencial freno a la apertura en temas sensibles dentro de la Iglesia.

La figura de Ambongo genera simpatía en los sectores conservadores del colegio cardenalicio, que ven en él una oportunidad de renovación simbólica sin alterar el núcleo doctrinal. Aunque su elección supondría un hecho sin precedentes para la Iglesia Católica, también levanta inquietudes en sectores más progresistas, especialmente por su postura intransigente en materia moral, como en el caso de la homosexualidad, la bioética y el papel de la mujer en la Iglesia.

Un episodio reciente sirve para ilustrar esa contradicción. En diciembre de 2023, el Vaticano difundió la declaración Fiducia supplicans, firmada por el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, y avalada por el papa Francisco. El documento abría la puerta a la bendición de parejas del mismo sexo, un gesto pastoral sin valor sacramental pero que apuntaba a una mayor inclusión. Fue un paso que intentó concretar aquel célebre “¿Quién soy yo para juzgar a los gais?”, pronunciado por Francisco en 2013.

La reacción de Ambongo y de gran parte de los episcopados africanos fue inmediata y tajante. El cardenal congoleño, junto a otros prelados del continente, rechazó públicamente el documento, aduciendo que era “incompatible con la cultura africana” y que podría generar “escándalo y confusión entre los fieles”. Así, se situó en franca oposición a una de las iniciativas más notables del actual pontificado en favor de la diversidad y la inclusión.

Esta postura ha sido celebrada por los sectores más tradicionales dentro de la Curia, que buscan garantizar la continuidad de una doctrina moral estricta. En ese contexto, la candidatura de Ambongo funciona como una carta conservadora disfrazada de apertura: su perfil africano proyecta una imagen renovadora y global, pero su pensamiento doctrinal lo alinea con los guardianes más rígidos de la ortodoxia.

La elección de un nuevo papa –cuando llegue el momento– será una señal clara del rumbo que desea tomar la Iglesia. La eventual entronización de Ambongo pondría a prueba las expectativas de quienes asocian geografía y procedencia con progresismo, y dejaría en evidencia que el cambio de rostro no siempre implica un cambio de visión.

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