Opinión

Trump, Latinoamérica y el nuevo ???orden mundial???

1. Por qué ganó Trump

Esta cuestión pierde importancia con el correr de las horas: Trump fue el candidato más hábil, pronto asumirá la presidencia, y lo que ahora nos interesa es el presente y el futuro.

Sin embargo, su triunfo tomó por sorpresa a mucha gente, que hoy demanda una explicación.

En las primeras horas del miércoles 9 ya aparecieron los primeros artículos que buscan dar respuesta a esta pregunta, entre ellos los de George Friedman y Michael Kazin.

En general, coinciden en lo siguiente: había una demanda insatisfecha y la campaña de Hillary Rodham Clinton, al subestimar a Trump, subestimó a esta demanda.

Ese electorado blanco de clase media para abajo, que accede a la vivienda y al auto, pero no puede pagar la educación universitaria de sus hijos, estaba enojado y movilizado.

Trump les proveyó una respuesta; Hillary Clinton no.

El Partido Demócrata produce líderes afroamericanos, mujeres liberales o judíos socialistas de Vermont, pero en 2016 necesitaba un varón blanco, preferentemente sureño, con olor a fábrica, y respuestas concretas.

El senador John Edwards pudo haber representado eso, pero fue otra víctima de los “escándalos de infidelidad”, que vaciaron al partido de presidenciables masculinos.

Los trabajadores blancos del medio oeste no son fascistas; solo se sintieron dejados de lado por los demócratas.

Y la campaña antitrumpista, dominada por una soberbia civilizatoria de formato liberal, se burló de los votantes republicanos.

Cada subestimación del candidato, cada advertencia sobre sus supuestas payasadas o peligros implícitos, cada endorsement elitista que recibía Clinton, sólo lograron el efecto de cohesionar a la base republicana, que terminó sumando lo que necesitaba.

 

2. El fin del orden

mundial estadounidense

Todos tenemos que rendir cuentas a alguien.

Por general, a ese alguien lo llamamos “jefe”.

Trump, en apariencia, no. Una de sus características excepcionales -son varias- es que llega a la Casa Blanca con las manos desatadas.

No pertenece al Partido Republicano, no recibió grandes donaciones de campaña, ni el apoyo de ningún factor de poder.

El sistema político, económico y mediático apostó en forma masiva por Hillary Clinton y falló.

Muchos hillarystas atónitos se consuelan diciéndose que no son muchas las cosas que pueden cambiar desde una presidencia, por recalcitrante que pueda ser.

Que hay un entorno institucional (el Congreso) y cultural (las categorías y conceptos del orden liberal dominante) que van a restringirlo.

Sin embargo, eso no corre para el liderazgo internacional estadounidense.

Que recae, fundamentalmente, en la Casa Blanca.

Las relaciones exteriores no se encuentran contenidas en el juego institucional.

Los padres fundadores de la Constitución estadounidense no previeron la globalización, ni mucho menos su estabilización hegemónica centrada en Washington.

Por tradición, la impronta presidencial fija los lineamientos de la política exterior.

Si el Presidente no está convencido del rol de Estados Unidos en el orden global que se ha creado en 1945, lo puede cambiar.

No pueden hacerlo Khomeini, De Gaulle, Ghandi, o Chávez; sólo Potus puede.

Y Trump es el primer presidente desde entonces que muestra intenciones de cambiarlo.

Europa (la Unión Europea, la OTAN) es el principal elemento para contener el poder euroasiático ruso en el orden mundial estadounidense.

Trump apoyó el Brexit. Y promueve una alianza con Rusia, para dominar en conjunto los destinos de Medio Oriente.

Una pax ruso-norteamericana, que descree de los bloques regionales y de las instituciones (y los conceptos) financieros y comerciales creados para regular ese mundo.

Una pax que no implica una confrontación abierta con China, pero sí —tal vez— una reorientación hacia adentro de la gran producción exportable china.

Es decir, una nueva mesa de negociación entre los grandes para proteger sus intereses en una nueva globalización.

Todo eso sí lo puede hacer Trump, y el escenario ya está planteado.

 

3. Trump y nosotros,

los latinoamericanos

El Brexit y Trump suceden justo cuando los países del sur de América buscan acercarse a ese orden liberal de posguerra.

Más concretamente, a los dólares que este orden produce.

La agenda de libre comercio con Europa y Estados Unidos que nuestros líderes avizoraban ya no estará disponible.

No, al menos, en esa forma. Desembarcarán en Washington nuevos funcionarios interlocutores, más influidos por la visión neoconservadora de Newt Gingrich que por el consenso liberal.

Para el gobierno argentino hay un desafío adicional.

Tiene que rectificar aspectos de su discurso internacional.

El haber apostado tan expresamente por Hillary Clinton refleja el credo de Cambiemos en un mundo que ya no está.

La subestimación de Trump puede costarnos alguna frialdad inicial o el surgimiento tardío de algunos imitadores.

Tiene solución. No obstante, para el Gobierno de Mauricio Macri, la relación con “el mundo” fue un activo importante durante 2016, y mucho tiene que ver con su legitimidad interna.

Algo, en nuestro país, deberá empezar otra vez.

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