La Provincia

Jorge Rosenberg: ???El Zoco de la Buri Buri, es mi modo de ver la vida???

“El Zoco de la Buri Buri, es mi modo de ver la vida; todas mis alegrías, mis frustraciones. Es mi sociología. Una parte innegable de mí. En definitiva, un alter ego que convive conmigo en mi casa”, dice el escritor y licenciado en Sociología, Jorge Rosenberg. Una definición que sirve de entrada, a un mundo forjado en las voces e imágenes de la ciudad de Santiago del Estero, y que confluye en su expresión más poética y lograda, desde hace 30 años en las páginas de Nuevo Diario.

 

Pensar en un aniversario de Nuevo Diario, sin mencionar la figura de Rosenberg; pero sobre todo, sin detenerse en la dimensión del Zoco de la Buri Buri, es literalmente imposible, desde cualquier plano.

 

Rosenberg lo sabe. Y recuerda, como quien cuenta un suceso ajeno a su persona, los orígenes del Zoco.

 

“Es necesario decir que Santiago del Estero, había tenido la presencia de un solo periódico de papel durante muchísimos años, hasta que se instaló el Nuevo Diario. Había una visión unilineal de la información. Por ese entonces José María Cantos, amigo de mi padre, convocó para trabajar en el diario a gente de mucho nivel intelectual y literario: Alberto Tasso, Pedro Zurita, Pedro Ferrera Peña (Pedro Páramo), entre otros. Destaco también la presencia de Domingo Schiavoni”.

 

“Tasso un día me pregunta si quiero colaborar con una columna que se llamaba Sensaciones y allí empecé en Nuevo Diario. Un día vino un pequeño fantasma y en vez de dejar Sensaciones, puso arriba del texto que trabajaba, Zoco de la Buri Buri. Así apareció lo que se llamó el primer Zoco, ‘La aventura incomparable de picar en el Petit’. El Petit era un cine que estaba frente la plaza Libertad, donde hoy funciona un bazar inocuo. Podría haberle puesto, Relatos de mi aldea o Memorias de la Ciudad, pero no, como dice Borges: ‘Alguien escribe por mí’. Un fantasmita puso eso con mis manos, Zoco de la Buri Buri. Yo había recordado una antigua burla, de entre los años 55 y 62, donde se decía Zoco de la Buri Buri, como para expresar un desencanto o decir 'te has chasqueao', un sinónimo de 'ya veo'. Debo haber escrito el Zoco después del cuarto o quinto mes de inaugurado el diario”, recuerda el escritor.

 

Rosenberg, de a poco, comienza a develar porque el Zoco, puede disociarse de sí mismo, o lo que es aún más increíble, transformarlo de a momentos, en otro ser: “El Zoco surgió así, imponiéndose sobre Sensaciones, que era algo con un título poco feliz. Hoy ya van 30 años de rememorar la ciudad perdida, porque aquella ciudad no existe más. Hasta mi nombre ha cambiado, ya no soy Jorge Rosenberg, soy el Zoco de la Buri Buri”.

 

Las páginas de Nuevo Diario, se transformaron en aquellos años 90, en una referencia cultural. Rosenberg, completa el contexto: “Nuevo Diario, tenía en aquel momento, el suplemento Pluma y Pincel. Lo dirigía Alberto Tasso y luego me lo entregó a mí, que pasé a administrarlo, durante 4 o 5 años. Nos tomamos las cosas muy en serio. Escribíamos sobre el arte desconocido del interior santiagueño. Fue un trabajo realizado febrilmente”.

 

Describir al Zoco, es una pretensión meramente de intento, fallido por cierto, como cada hecho limitante. En la literatura, aún más. Pese a esto, Rosenberg, se permite una licencia. La ocasión lo amerita.

 

“El Zoco, son voces e imágenes que traigo de la calle, que luego vienen a mi escritorio y las desarrollo, con un cáliz hasta filosófico, en esta inclinación filológica que yo tengo. Son cosas que suceden en un instante, como la floración de un lapacho. Los lugares de los que escribo existieron, pero pueden parecer fantasía en un lector joven. Y son exclusivamente de la ciudad de Santiago del Estero. Tengo experiencia en el campo, como sociólogo y como antropólogo, pero el Zoco no me deja salir. Muy pocas veces salgo al campo, tengo como alambrada la ciudad”, grafica con palabras.

 

“Los personajes que pinto, para mí son invalorables e irrepetibles. Mi trabajo fue, como decía mi amigo Negro Rímini, caminar por la ciudad y levantar imágenes y voces. La oralidad, la fonética y la sintaxis del santiagueño, son asombrosas: dicen dos cosas en una, cuatro en dos. Yo a eso lo disfruto, escribo sobre ellas en el Zoco”, explica en postura casi académica.

 

Escribir desde hace 30 años, supone invariablemente, haber atravesado diferentes contextos políticos y sus dinámicas, algunas muy difíciles, por cierto. Sobre esto Rosenberg, reflexiona: “Hay un gran mérito del Zoco, que no es mío, y fue poder decir entre líneas, sin tener problemas, cosas en momentos muy graves y muy tristes de Santiago del Estero. Marta Terrera dice que mi literatura, es una literatura de resistencia, aunque aparentemente junte la poesía con el humor, el objetivo es la resistencia. Y hay algunos que dicen que el Zoco, no existiría si yo no fuese sociólogo. Las dos cosas posiblemente sean verdad, pero yo no lo siento así. Lo mío es un impulso poético, ‘una nostalgia angurrienta’”, define.

 

En este ir y venir, de emociones, realidades, sentimientos y procesos internos, Rosenberg desnuda una parte visceral suya, que recae ineludiblemente en el Zoco. Su decir es claro y profundo: “Generalmente produzco cuando no soy feliz. Nada que valga la pena ser leído, ha sido escrito en la bonanza. Escribo en la adversidad. En cierto modo la literatura salva mi vida. En el fondo, aunque escriba tristemente, quiero dar una mano de esperanza y una sonrisa, devolviéndole a la ciudad, la vida que me dio”.

 

El valor que Rosenberg asigna a Nuevo Diario, no es menor; por el contrario, la valoración es alta. “Yo inicié con una colaboración, que luego se volvió una pasión. Hubo un gran  entendimiento con los directivos del Nuevo Diario. Sin ese vínculo, no hubiera ocurrido que el Zoco esté hace 30 años”. Y agrega en retrospectiva: “El aporte cultural de gente muy brillante, se hizo posible por la apertura del diario. Éramos escritores ‘muy difíciles’, estábamos en una lista negra. La aparición pública era algo complejo, hablamos del año 1991, la democracia todavía estaba en pañales. Sin la apertura de Nuevo Diario, ese suceso no se habría producido”.

 

Los miedos e incertidumbre generados por la pandemia, también tiene un espacio en el devenir diario de Rosenberg. ¿Cómo atraviesa a un artista este contexto? “Uno no siempre está dispuesto a escribir. Es muy difícil hacerlo en situaciones de condicionalidad, de una tristeza que uno no esperaba. No haber salido mucho tiempo de mi casa, no significa que me quedaba a escribir. No funciona así. Uno escribe normal, cuando la vida es normal. Estamos viviendo una vida anormal y relativa, y eso se refleja en la literatura. El Zoco se las arregló para darme una mano y describir lo que se está viviendo en esta calamidad. Por eso el próximo libro se llamará Crónicas Precipitadas”.

 

Casi en el final de la charla, Rosenberg cuenta orgulloso: “Se hizo una película hermosa sobre el Zoco, realizada por Lorena Jozami, que hizo una lectura fantástica de mis textos". El filme, en el cual Rosenberg debutó como actor, ganó diversos premios internacionales.

 

Pasado, presente y futuro. Todo eso es el Zoco de la Buri Buri. O mejor dicho, se lo encuentra allí, porque es mucho más que eso. Rosenberg lo sabe y solo él puede lidiar con ello. O eso nos hace imaginar, para luego creer y también soñar. Como en cada contratapa de los domingos en Nuevo Diario.

 

“Mi sueño siempre es el pasado, lo mejor de la vida siempre ocurrió en el pasado. Mi sueño es que levanten el asfalto y vuelva la ciudad empedrada y de luces amarillas. Pero como el pasado no puede volver, vuelve en palabras para mí, y por ahí canalizo los sueños. Y sueño con poder vivir en una sociedad más justa. Mi deseo es paz y salud para todos”, cierra Rosenberg…o el Zoco.

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