Opinión

Rusia y el Covid

El mundo parece ser que se ha olvidado preguntar cómo se desarrolla la pandemia del COVID-19 en Rusia, cuáles son sus estrategias para controlar este mal, como distribuye sus recursos en un país que se extiende desde Europa a las costas del mar de Japón mientras trata al mismo tiempo de mantener su economía a flote y qué piensa el ciudadano ruso de a pie, sobre estos temas.

 

Debemos recordar en primer lugar que Rusia ha dejado de ser un país comunista hace mucho tiempo y que vive en una economía de mercado con reglas claras. Donde a pesar de no tener una democracia perfecta y con acusaciones de un profuso fraude electoral, el partido Rusia Unida viene gobernando el país por más de 20 años con Putin a la cabeza.

 

Este partido, que tiene mayoría en el parlamento, cuyo opositor más grande es el Partido Comunista con el 17% de los escaños;  tiene una serie de ideólogos políticos y filósofos que han delineado el desarrollo y la reconstrucción de Rusia para volverla a colocar como una potencia mundial en muy pocos años. Esta reconstrucción se basó en una unión entre pragmatismo, políticas pro-mercado y anti-radicales (tanto de izquierda como de derecha).

 

Respetando en general todas las tradiciones culturales e ideas religiosas de los pueblos que conviven en su territorio contando con el apoyo manifiesto de la Iglesia Ortodoxa, a la que considera una aliada fundamental para el resurgimiento nacional, revitalizando el legado de la Rusia Imperial Zarista. Es por esto que a pesar de sus deficiencias, hoy Rusia se podría considerar un baluarte de los ideales occidentales y no un antagonista a esta tradición cultural.

 

En lo referente a la pandemia, el país está registrando desde fines de Octubre una tasa de contagios admitidos de más de 17.000 casos diarios. Esta situación ha puesto en alerta a las autoridades sanitarias que no quieren admitir que se encuentran frente a una segunda ola de contagios. La Agencia Federal de Estadísticas (Rosstat) ha publicado una cifra de muertos por contagios del 2,7% aunque muchos médicos en diversas regiones del país admiten que estos guarismos no son reales y han sido manipulados para mostrar una mayor efectividad en el control de resultados. A pesar de este repunte en los casos de COVID-19 las autoridades políticas rusas han expresado que el sistema de salud del país se ha adaptado y están preparados para no tener que dejar de atender pacientes, aún en el peor de los escenarios médicos. Sostienen que un pico de contagios era predecible por la temporada invernal, asegurando que la situación es manejable con distanciamiento social, tapabocas y aislando a los grupos de riesgo. No tienen planeado un nuevo cierre de la economía y envían signos muy fuertes a la sociedad autorizando la apertura de fronteras y la habilitación de vuelos a Reino Unido, Suiza, Serbia, Japón, Cuba y Turquía.

 

Altos oficiales del gobierno, como Dimitri Medvedev y Andrey Belousov, han declarado que están en la búsqueda de un enfoque más flexible para encarar la pandemia porque la economía de Rusia no podría soportar otro cierre total. Mientras el Ministerio de Economía destaca que debido a las medidas pro-mercado que tomó durante la pandemia, que incluyen la reducción de impuestos a los sectores de micro-emprendedores y subsidios generales, el ingreso sólo cayó un 3,6% y los pequeños comercios ya se encuentran trabajando a niveles del año 2019. El Banco Central de Rusia estima que aunque la segunda ola ya se desató, los efectos negativos en la economía serán marginales y podrían provocar un deterioro de un 1,5% adicional en el ingreso per-cápita nacional; asegurando que tienen reservas líquidas por 117 mil millones de dólares para inyectar a la economía y ayudar a los empresarios e industriales en caso de necesidad. Agregaron que en Octubre solo han usado 1.600 millones de dólares en ayuda de emergencia, y que están confiados, siempre que no haya una catástrofe que eleve los precios del petróleo.

 

El Presidente Putin en una conferencia de Prensa a comienzos de Octubre admitió que no puede hacer nada más para mantener a la gente aislada en sus hogares privándolos de sus libertades básicas, aseverando que la gente está cansada de máscaras, distanciamiento social y especialmente del aislamiento. También dijo que la gente va por todos lados a cara descubierta y nadie usa guantes de protección.

 

Una encuesta realizada entre el 5 y el 7 de Septiembre por La Alta Escuela de Economía de Moscú mostró que el 43,4% de los entrevistados no creían que el virus exista o consideraban que los medios de comunicación exageraban los peligros del mismo. También un grupo cercano al 45,6% representado por hombres de entre 30 a 60 años no estaba dispuesto a vacunarse ni intentaría aislarse si volvía a aparecer la segunda ola. Sólo el 25% de los entrevistados dijo que prefería quedarse en su casa. Más de la mitad de los entrevistados se lavaba las manos en forma frecuente.

 

Un 18,6% expresó su deseo de esperar a ver cuáles eran los resultados con la vacuna; pero el 93,5% de los entrevistados dijo tener confianza en la vacuna, en el sistema médico y en los profesionales de su país.

 

Este nivel de desconfianza y de desobediencia civil con respecto al virus es mucho mayor que lo que se ve en Argentina y en el resto de los países Occidentales. Y esto puede ir en detrimento de las políticas públicas rusas, incrementando los niveles de infección y muerte. Porque si bien según fuentes consultadas, lugares como Moscú o las grandes ciudades como San Petersburgo, están preparadas para afrontar la crisis por los hospitales de emergencia que se han instalado y la alta tasa de médicos (1 por cada 165 habitantes); lugares remotos podrían sufrir colapsos ya que existe 1 médico cada 401 habitantes y pocos hospitales por lo que se debería estar preparado para lo peor.

 

Esta reticencia a las medidas restrictivas por parte de la población en general se debe al recuerdo aún fresco del control del estado y la opinión pública que realizaba el régimen comunista, aquel que la población rusa decidió repudiar para convertirse en un estado capitalista de mercado, aún a riesgo de su salud.

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