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Pablo Roberto Salvatierra, otro crack de nuestro fútbol

Nació en Buenos Aires (Devoto) y de hecho comenzó su carrera en esa ciudad, defendiendo la camiseta de Deportivo Español. Sin embargo, con el correr de los años se instaló en nuestra provincia (además de ello, es hijo de santiagueños). Sus padres son oriundos de Beltrán, a donde vive actualmente.

 

 

Fue un jugador notable y con una técnica que hoy en día pocos la tienen. Se destacó en grandes clubes de nuestra provincia y Central Córdoba fue el primer club donde jugó en Santiago del Estero. También pasó por Unión Santiago, Independiente Rivadavia y San Martín de Mendoza, entre otros equipos y se dio el gusto de ser campeón en su Independiente de Beltrán querido, en los últimos años de su carrera. Sin lugar a dudas, Pablo Salvatierra tuvo una etapa brillante como futbolista y eligió a Nuevo Diario para contar su historia.

 

 

– ¿Dónde fueron y en qué año sus inicios en el fútbol?

– Me inicié en Deportivo Español, en  1988 o 1989, antes de venir a Santiago del Estero. Comencé jugando en la cuarta división y cuando llegó el “Cai” Aimar, subieron a una camada a la reserva. De ahí, empezamos a alternar con la primera división, equipo con el cual pude jugar tres partidos, contra Rosario Central, River y Ferro. Hasta que un día fue mi tío de Beltrán (hermano de su mamá) y me trajo a Santiago.  

 

 

– ¿En cuántos clubes jugó?            

– Son 16 equipos en los que tuve la suerte de jugar, pasando por Primera A, Nacional B y la reserva, como también Argentinos A, B y ligas locales. Tuve la suerte de jugar diferentes campeonatos. Jugué en Deportivo Español, Central Argentino, Central Córdoba, Unión Santiago, Comercio, Sarmiento, Vélez de San Ramón, Sportivo Fernández, Independiente de Beltrán, 9 de Julio de Rafaela,  Concepción de Tucumán, Policial de Catamarca, San Martín de Tucumán, Independiente Rivadavia, Chacras y San Martín de Mendoza.

 

 

– ¿Qué es lo que más se extraña de su etapa como futbolista? 

– Hay muchas cosas que se extrañan del fútbol y sin lugar a dudas el hecho de compartir con los compañeros. Era algo que disfrutaba mucho en los lugares que me tocó estar. Me fue bien con la convivencia, se extraña los entrenamientos, los fútbol tenis que hacíamos, se jugaba a muerte. También el ambiente y la gente. Que te rodeen 20 mil personas y la adrenalina que ello generaba, era algo único. 

 

 

– ¿En qué equipo pasó sus mejores momentos? 

– En la mayoría de los equipos la pasé bien, aunque en otros clubes no la pasaba de la mejor forma porque no encontraba mi lugar para estar tranquilo. Pero fueron muchos más los equipos en los que me sentía cómodo, al tener afinidad con los compañeros y tener los objetivos claros.

 

 

– ¿Cuál es la anécdota que más le quedó?

– Hay una anécdota que es muy linda para mí y la recuerdo siempre. Cuando yo llego a Santiago y me toca ir a Central Córdoba para jugar el Nacional B, tenía 20 años. Relativamente, para esa época era chico. En ese momento, me encontré con grandes futbolistas como el “Loco” Valoy, “Gringo” Asili” y Quiñones, de los más experimentados y que desde un principio me hicieron sentir alguien propio de ellos por mi edad. Después cuando terminaban los entrenamientos en doble turno, el “Gringo” me llevaba al departamento de la Pellegrini y Belgrano y allí estaba él con Quiñones. Me tiraron un colchón para que me quede con ellos. Siempre se los dije, eso está para siempre en mi mente y les agradezco. 

 

 

– ¿Haber estado en Central Córdoba fue de lo mejor?

– Central Córdoba fue un paso importante para mí. Ese club me dio la posibilidad de encontrarme en la mejor institución de Santiago del Estero. Haber jugado el Nacional B, pelear varios campeonatos, fue lo mejor. Central es un lugar donde uno añora estar siempre, aunque sea desde la tribuna. Es un gran lugar en el fútbol.

 

 

 

– Si tiene que elegir al mejor entrenador de su carrera, ¿quién sería?

– Remarcaría tres, en diferentes formas y conceptos desde mi punto de vista. Uno de ellos sería Alberto González, el técnico de mis inicios en Deportivo Español. Me acuerdo que cuando llegué a mitad de año, cuando se cerraba el libro de pases y yo tenía edad para cuarta división, iba a entrenar igual con ellos porque no había firmado. Sin embargo, a fin de año pude firmar y terminé jugando. Él marcó mis inicios. Llegando a Santiago, más allá del fútbol, me quedo con Alcides Merlo, tenía muchos conceptos de vida que escuchaba mucho y también lo hice renegar un montón. Uno a los 25 años era caprichoso y no entendía lo que él me decía. Y en muchas cosas tenía razón. Mientras que Valoy era un entrenador que te convencía de todo y tenía mucho respeto conmigo, a lo mejor soy egoísta y sentía que era un amigo conmigo. Por eso lo destaco mucho.

 

 

– ¿Un compañero?   

– Nombrar un compañero sería injusto de mi parte. Gracias a Dios, hay muchos con los que tuve muy buena relación. Si tendría que rescatar algo positivo del fútbol es la amistad, el cariño que recibí de muchas personas. Me hizo feliz ser compañero y que me hayan aceptado todos. El fútbol me hizo muy feliz.

– Hay un gol que hice en Central y que me gusta. Fue uno por la liga local y contra Sportivo Fernández. De ellos atajaba Miguel Yelpo. Engancho tras un centro de Orellano y la pico al segundo palo. Después tengo otro muy lindo jugando para San Martín de Mendoza ante Godoy Cruz, en el Malvinas Argentinas. Pero hay otros goles que me quedaron y fueron importantes. 

 

 

– ¿Cuántos títulos pudo festejar y cuál es el que más recuerda? 

– El fútbol me dio esa felicidad de poder salir campeón en donde estuve, excepto en Sarmiento y Atlético Policial. En todos los que estuve, gané títulos. Me tocó ascender con Independiente Rivadavia al Nacional B, fue muy importante en mi carrera. Pero hay uno que me hizo muy feliz y fue salir campeón con Independiente de Beltrán, cuando jugué con mi hermano. Más allá de la humildad del lugar, el contexto, era muy familiar. En Beltrán jugó mi viejo y son hinchas mis tíos, mis primos. Se potencia mucho más porque jugué con mi hermano y logramos un título contra un montón de cosas. Nadie es profeta en su tierra, y sin embargo, la hemos remado adentro, en el interior del plantel. Te diría que fue lo mejor ser campeón con Independiente de Beltrán.

 

 

– ¿El jugador que más lo impresionó? 

– La lista es larga, vi muy buenos jugadores en todas las categorías del fútbol argentino en las que me tocó jugar. Sin dudas que al tener a Félix Aliende, a mi hermano Marcelo, uno se potenciaba. También “Bombo” López, “Rulo” Verón y “Wily” Carabajal. Y en Central Córdoba me encontré con el “Jetón” Alurralde, con la capacidad del “Gringo” Asili, Fabián Medina, Álvaro Serrano y Omar Orellano. En Unión estaba “Pino” Gerez, un crack, y “Petaco” Fernández. Seguramente me voy a olvidar de varios porque tuve grandes compañeros que fueron excelentes jugadores. En Mendoza lo tuve al “Turco” García, quien era un jugador diferente. 

 

 

– ¿Qué significó jugar con su hermano Marcelo?

– Jugar con mi hermano fue lo mejor que me pasó. Tuvimos la suerte también de lograr campeonatos juntos, de jugar en San Martín de Mendoza un Torneo Nacional B, jugamos un Torneo Argentino en Chacras de Coria y después culminé mi carrera saliendo campeones en el lugar donde nuestros viejos tenían sus raíces. Fue lo máximo. 

 

 

– ¿Cómo pasó a ser entrenador y en qué año?

– Mi carrera como técnico empieza justo el año que salimos campeones con Independiente de Beltrán (2006). En ese momento, sufrí una lesión muscular que me demandó tres semanas de recuperación y además tenía un estado gripal. Recuerdo que cuando me recuperé, volví en un clásico contra Unión de Beltrán, jugué 45 minutos y parecía que no había estado en la cancha. En ese instante dije: “No juego más”. Sentía que “los amortiguadores” no daban más y era la hora de decir basta. El fútbol me dio muchísimo.

 

 

– ¿Cómo está pasando esta larga cuarentena?

– La paso como todos. No mal, pero sí tratando de manejarme dentro de las normas que nos ponen los gobernantes. Gracias a Dios, no pasé muchas necesidades, pese a que no pude laburar con mi auto. Estuve 53 días sin poder hacer un viaje, pero es ahí donde rescato y digo siempre que uno cosecha lo que va sembrando. Quiero destacar a mis excompañeros de Central Córdoba, ahí te das cuenta de la calidad de personas que son y cómo lo demuestran. No me avergüenza para nada, me hicieron una canasta y me la mandaron. El primero en mandar un mensaje fue Juan Contreras, después otros amigos. Me alegra este tipo de actitudes de los amigos que uno va cosechando, como también de mis hermanos, mis tíos y mi amigo “Cushi” Rivero. Es una situación que la tenemos que sobrellevar y ojalá se pueda rescatar algo de todo esto. Aunque se ve mucha miseria humana afuera, como los ventajeros. Ojalá se recupere la palabra, que hoy por hoy se perdió.

 

 

– ¿Le quedó alguna deuda pendiente como jugador?

– Como jugador no me quedó nada pendiente. Cada uno sabe cuáles fueron sus limitaciones y convicciones. El fútbol es incierto, por ahí podes tener la suerte de jugar en la selección o no llegar nunca a jugar en primera. Más allá de las decisiones y responsabilidad, entra a jugar la suerte. No tengo ninguna deuda con el fútbol.

 

 

– ¿Pablo Roberto Salvatierra es...?

– Siento que soy una persona humilde, con valores, que fueron sembrados por mis viejos (“Bochio” y Mercedes), quienes fueron mis pilares esenciales para que me manejara en la vida con respeto. Mis hermanos también fueron fundamentales, al igual que mi hija Florencia que está en mi vida siempre y me acompaña en mi nueva etapa de técnico. Soy un agradecido de la vida por haber tenido la suerte de haber jugado en varios equipos y de cosechar varios amigos. Me gusta ser amateur porque me da la posibilidad de disfrutar más aún a los exjugadores, que antes no se podía por la responsabilidad de entrenar. Ahora me junto con ellos a compartir lindos momentos. Soy una persona humilde y agradecida.

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