La Provincia

La mujer policía santiagueña, destinada a hacer historia

Que la mujer, en el desandar de los tiempos y de las sociedades, haya conseguido superarse notoriamente a fuerza de sus luchas y conquistas y logros individuales, profesionales y colectivos, no es una novedad.

 

Por el contrario, es el resultado y la representación de aquellas acciones que han logrado doblegar las imposiciones de la cultura y han propuesto un sinfín de representaciones deconstruídas y simbólicas que concretamente sitúan al protagonismo femenino en igualdad de condiciones del tipo jurídico, laboral, social, deportivo, educativo y demás.

 

Romper con los estereotipos sociales y superar las barreras y prejuicios resulta una tarea muchas veces difícil, sin embargo, la presencia de la mujer en la Policía de los Santiagueños es cada año más notoria, más visible y preponderante, ya sea en el campo de instrucción de los institutos de formación con duros entrenamientos y programas de capacitación, o en las unidades operativas y de contención social donde el trabajo demanda una preparación “de alto impacto”, o para entender las urgencias y necesidades de quienes llegan a una comisaría, o durante el recorrido de prevención para brindar seguridad a toda una comunidad que espera y confía en sus capacidades

 

 

Por ello es propicio repensar el lugar que ésta ocupa en las filas de la Policía de Santiago del Estero, para así coincidir con un único pensamiento, el que produce un despertar social donde esa mujer descubre que se encuentra preparada para desempeñar una tarea específica e incluso ocupar cargos jerárquicos, y de relevancia y de responsabilidad que la mayoría de las veces estaba reservada para los hombres.

 

Su inserción en la organización policial, trajo aparejada una visión positiva y distinta en cuanto a la igualdad de derechos, en la equiparación de condiciones laborales y en los cambios en la construcción de nuevos modelos de comportamiento social que permiten superar las limitaciones culturales, reposicionando a la mujer en el inconsciente colectivo hasta lograr el equilibrio entre sus ansias maternales y/o familiares y su realización como individuo, hasta establecer una relación más beneficiosa con sus afectos y con su entorno

 

 

La mujer policía santiagueña ha encontrado el balance entre esas ansias y su función, lo que se pone en evidencia a diario y trasciende sus lugares de trabajo hasta romper con ese “techo de cristal” cuando asumen el rol de funcionarias de la seguridad con la misma tenacidad y valentía con la que asumen ser madres y esposas, hijas y compañeras, amigas y abuelas, lo que contribuye al bienestar de toda una comunidad que las valora y admira.

 

Asimismo, en la Policía santiagueña se entiende que la presencia de la mujer en la vida y en cada espacio institucional está apuntalado por cuatro momentos.

 

El primer momento, da cuenta de las designaciones en la fuerza entre 1950 y 1963. Su trabajo era específico pero acotado a tareas netamente “femeninas”.

 

El segundo momento se ubica entre 1964 y 1977, cuando se ponen en marcha las llamadas Brigada Femenina y la División Femenina, dos dependencias creadas con un objetivo común aunque desde lo funcional, continuaba siendo diferente al que realizaban los hombres

 

 

En 1978 da comienzo el tercer momento que se extendió hasta 1998 cuando se produce el reconocimiento de los Derechos de la Mujer, sobre todo en lo concerniente a su protección, con la creación de las Comisarías del Menor y la Mujer N°1 en Capital.

 

El cuarto y último momento bien podría dividirse en dos, ya que alude a un período de ingresos entre 1999 y 2003 con el fin de dotar a la Policía de personal femenino. Mientras que la masivididad en los ingresos se produjo a partir de 2003 en los cuadro policiales.

 

Especialmente en 2005 y por iniciativa del actual Secretario de Seguridad, Comisario General ® David Marcelo Pato, quien tomó la máxima decisión de incorporar como cadetes de la emblemática Escuela de Policía “Coronel Lorenzo Lugones” a aquellas mujeres que pudieran alcanzar las jerarquías de la oficialidad.

 

Oportunidad en la que simultáneamente se iniciaron tres niveles de capacitación: la incorporación al curso regular de tres años donde las mujeres compartieron ese tiempo con cadetes varones; el curso especial para suboficiales para cubrir puestos de oficiales, una necesidad de la institución y el primer curso destinado a mujeres con titulación de grado, quienes en la actualidad ocupan cargos jerárquicos.

 

Su pretensión era clara, y su objetivo era uno solo. Dotar en un tiempo prudente a la Policía con mujeres egresadas con la titulación de oficiales, con una amplitud de criterios, creatividad y conocimientos que las habilitaba para realizar tareas en la fuerza con idoneidad.

 

Estos cuatro momentos, que parecen lejanos en el tiempo, hoy son una consecuencia natural del avance de la institución ya que la capacitación regular de las mujeres para el ejercicio de la función policial, abrieron además las puertas del reconocimiento y de la igualdad.

 

Multiplicaron los esfuerzos para comprender y trabajar desde la perspectiva de género en las dependencias policiales y potenciaron el talento y el liderazgo femenino con una profunda voluntad transformadora. Un liderazgo que no se mide en términos de poder, sino por el empeño puesto en cambiar la historia desde los pináculos de los puestos de mando, lo que ya se puede observar en dependencias vitales en la organización donde la autoridad la ejercen las “jefas”, a fuerza de creatividad, profesionalismo y logros y derechos que no les serán quitados.

 

En este 8 de marzo, cuando se rememora el Día Internacional de la Mujer, también es importante destacar que la mujer policía santiagueña, está destinada a hacer historia.

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