Opinión

A 100 años de la Revolución Rusa: su influencia y su fracaso

Mucho puede decirse sobre la Revolución Rusa del 25 de octubre de 1917, consecuencia definitiva del levantamiento y golpe de septiembre de ese año (bajo el calendario Juliano), que instaló un fugaz gobierno transitorio que no cumplió con lo esperado, hasta que semanas después fue depuesto por los bolcheviques —la mayoría del pueblo— y los militares aliados, con la magnitud transformadora de cambiar la historia a partir del derrocamiento del régimen feudal zarista y la instauración de la ideología marxista-leninista, sintetizada en el Manifiesto Comunista de 1848 , que sostenía el principio de reivindicar al proletariado de la explotación del capitalismo. Una revolución que prometía abolir la propiedad privada dándole al Estado la facultad de repartir los bienes colectivamente.

 

Sin embargo, esa revolución —encabezada por Vladimir Ilich Ulianov (Lenin)— que prometía terminar con “la explotación del hombre por el hombre”, levantando banderas de libertad e instaurar una economía socialista y una cultura humanística contra la opresión y el materialismo, se fue distorsionando con el tiempo y cayó en el peor de los totalitarismos de Estado, caracterizándose por el sometimiento del pueblo al régimen, por las sangrientas persecuciones y asesinatos a opositores, guerras e invasiones territoriales en la lucha imperialista por dominar el mundo, los más oscuros rasgos del latrocinio en el mundo.

 

El poder alcanzado por la URSS al culminar la Segunda Guerra Mundial y su ideología revolucionaria comunista, logró expandirse por la Europa oriental. Pero a medida que pasaba el tiempo, varios de los gobiernos comunistas bajo el régimen soviético, comenzaron a sentirse ahogados por los dictados dictatoriales impartidos desde el Kremlin, y a soportar revueltas callejeras que condenaban las persecuciones políticas y reclamaban mayores libertades.

 

Así fueron los casos de Checoslovaquia, cuando en 1968 se produjo un movimiento que llevó al gobierno a modificar aspectos totalitarios del régimen soviético, o que se llamó la “Primavera de Praga”, que sólo duró de enero a agosto, hasta que el país fue invadido por tropas soviéticas.

 

En Hungría había sucedido algo similar en 1956 , y ya en los años 80, bajo el papado de Juan Pablo II —quien impulsó con el gremialista Lech Walesa, la caída del régimen comunista en Polonia— y del gobierno soviético de Mijaíl Gorvachov, con sus políticas de la perestroika y glasnot, de apertura e integración al mundo libre, la estructura imperialista de la URSS comenzaría a desmoronarse rápidamente, con el derrumbe del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y diluyéndose con la independencia de 15 repúblicas entre marzo de 1990 y diciembre de 1991.

 

Hoy, si bien la Federación Rusa sigue teniendo poder de influencia mundial y participación política y militar en el damero geoestratégico internacional, no constituye el país dominante y amenazante de tiempos de la Guerra Fría con EE.UU. Pero siendo uno de los cinco países con poderío económico y armamentista nuclear, el mundo espera que sea garante de la paz en el planeta.

 

 

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web