Un día como hoy, del año 1770, y en el mes del Sagrado Corazón de Jesús, nacía en Buenos Aires uno de los más grandes próceres de nuestra patria, nos referimos a Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.
Vivió en una familia de un buen pasar económico, siendo la preocupación de su padre, prepararlo para los negocios familiares. Sin embargo, a los 11 años un hecho trascendental ocurriría, hecho que más delante influiría en su pensamiento: en Cuzco los españoles ejecutaron a Tupac Amarú.
Manuel Belgrano fue un brillante estudiante y, recibido ya de abogado, comienza a forjar su integra personalidad patriótica al negarse jurar lealtad al rey inglés tras las invasiones de 1806; aun cuando altos dignatarios de la Iglesia afirmaban que “todo poder viene de Dios”, Manuel Belgrano decide cruzar al Uruguay para sumarse a los preparativos para desalojar a los invasores. Años más tardes, ya en los procesos de Mayo, Belgrano comienza participar en las reuniones con ideas claras sobre las razones de cortar los lazos con los españoles.
Fue un convencido de que las ideas eran las únicas armas que llevarían adelante el sueño de una patria justa: “en el trono a la noble igualdad”. Se preocupaba por una educación que fuera útil y provechosa a la sociedad y al Estado: “¿hasta cuándo se han de estar vendiendo doctrinas falsas por verdaderas y palabras por conocimientos?” Ideas, convicciones, honradez y patriotismo, comienzan a ser su ideario político, un legado muchas veces en desuso.
Belgrano sigue inspirando y desafiando a defender y a no claudicar en los principios éticos políticos. Todo lo que tenía lo entregó a su patria y, tal vez pensó en Castelli en aquella frase suya tan cierta “la revolución es un sueño eterno”.
