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El País #Viral

???Vecina del 7°E, deje de gritar cuando hace el amor, yo estuve con su marido y no es para tanto???

Un entramado de sexo, infidelidades y venganza tiene como protagonistas a vecinos y se conoció a partir de un curioso cartel que apareció pegado en un edificio. Mirá.

Una desopilante historia ocurrida en Buenos Aires y viralizada en las redes mantuvo en vilo a los usuarios durante varios días.

 

Se trata del "cartelito-gate", como lo llamó Andrés García, el responsable de exponer el entramado de sexo, infidelidades y venganza que tiene como protagonistas a sus vecinos y que se conoció a partir de un curioso cartel que apareció pegado en el edificio donde vive.

 

El título de su historia son dos simples palabras que resumen muy bien a qué va todo: "Se picó".

 

Me crucé a la encargada auxiliar, que es más chusma que Ángel de Brito y Chiche Gelblung juntos. Es la que limpia todas las escaleras y para a charlar cada 2 pisos. 

 

Gente, lo lograron, ahora arranco el hilo de acontecimientos que desencadenó ese cartelito. Voy a contar todo lo que me enteré, como me lo enteré, si sé algo más lo agregaré con el transcurso de los días.

 

Bue, arranquemos por presentar a los protagonistas. El Sr 7°E es un morocho pintón, entrado en años y, gracias a que dejó el pucho y la cuarentena, entrado en kilos. La Sra 7°E es una ex profe de gimnasia que se preserva más que bien, como sus permanentes calzas permiten pispear.

 

Hay un tercer personaje fundamental en toda esta historia, un jubilado ermitaño pero buena onda, completamente solitario desde que su último novio le rompió el corazón a fines de los 90. Un enfermero jubilado que aplicaba inyecciones en su departamento de la planta baja.

 

El enfermero jubilado ya casi no hace aplicaciones porque está muy grande, pero sí hacía cuando arrancaron los acontecimientos de esta historia, hará 6 años. Y terminó siendo el testigo protegido que desentrañó todo el cartelito-gate.

 

Una tardecita, cansado tras vacunar de antitetánica a toda una familia que se iba a ir de viaje a no sé dónde, le tocó el timbre el Sr 7°E. Fumando, nervioso, le preguntó con su ronca voz onda Sofovich si aplicaba antibióticos. Sí, aplicaba. Por?

 

"Mirá, tenemos que aplicarnos un antibiótico yo y mi señora (cuando me lo contaba la encargada me lo RE imaginaba poniendo el burro adelante)". El tema acá era QUÉ antibióticos necesitaba inyectarse el matrimonio del 7°E.

 

El enfermero, muy seriecito, le dijo que no había problema, que bajaran nomás. El Sr 7°E le había mostrado el prospecto así que el profesional le advirtió que se aplicaba intramuscular. En el culito, o sea. Lo otro que advirtió se lo calló bien callado el enfermero.

 

Porque lo otro que advirtió ni bien vio el prospecto fue que ese potente antibiótico se aplicaba para eliminar la GONORREA. O sea, dos vecinos supuestamente en un matrimonio monogámico habían contraído simultáneamente una misma enfermedad de transmisión sexual.

 

La sesión de inyección habría sido tensa, particularmente tensa. El Sr 7°E, nervioso, trataba de descontracturar con chistes. La Sra 7°E evidenciaba una ira contenida que hubiera vuelto a Bruce Banner irremediablemente verde. Así las 3 sesiones, 3 días seguidos.

 

Los hechos de por sí pintorescos hubieran quedado acá si no fuera porque, entre la segunda y la última sesión del matrimonio, acudió otra vecina a requerir los servicios del enfermero semirretirado. La recientemente separada profe de yoga del 6°E. Adivinan para qué?

 

Sí, la profe de yoga que nunca había sido vista en el edificio sin mambula o con corpiño necesitaba aplicarse EL MISMO ANTIBIÓTICO prescripto habitualmente PARA TRATAR LA MISMA ENFERMEDAD. Coincidencia? No lo creo. Tampoco se lo creyó el enfermero de la planta baja.

 

En el momento yo no lo supe pues vivo en un termo dentro de mi departamento, pero parece que corrió el rumor de que la profe de yoga le había dado al Sr 7°E. Lo que no se supo en su momento es que además de orgasmos le había dado gonorrea. Pero la Sra 7°E sumó 2 + 2.

 

En más de una reunión de consorcio en que había quejas por el olor a sahumerios y las visitas inoportunas que recibía la recientemente separada profe de yoga, la Sra 7°E se habría referido entre dientes a ella como "LA GONORREICA". Curioso apodo que recién hoy se comprende.

 

Sí recuerdo que por un tiempo a la Sra 7°E apenas se la veía en el edificio. Era frecuente cruzarse al Sr 7°E en el chino, en la verdulería, en la carnicería, incluso trayendo a las hijas de la escuela. Había pasado de compartir las tareas domésticas a ser la Esperancita del 7°E.

 

Ya de por sí la trama era jugosa, mientras me contaba esto la encargada yo iba rememorando pequeños fragmentos de lo que contaba, cosas que yo sí había percibido.

 

Pero todo se espesaría más una semana más tarde, cuando una nueva clienta acudió al enfermero de la planta baja.

 

La panadera de acá a 3 cuadras cayó al mediodía, nerviosa, preguntándole si aplicaba un antibiótico, que lo necesitaban ella y su marido que, desde hacía días, "hacía pis blancuzco y le dolía mucho". La ruta de la gonorrea. Pero lo de los panaderos no quedó ahí.

 

El Sr Panadero era un petiso morrudo, panzón, de brazos como garrafas y algún que otro tatuaje tumbero. Y no tardó en enterarse de la ruta de la gonorrea. Y no tardó en buscar al Sr 7°E para vengarse por estos cuernitos que no eran precisamente de harina.

 

El Sr 7°E tomó conocimiento de esto, presumiblemente por un sms de la panadera, y justo justo tuvo que irse a Entre Ríos a darle una mano a su hermano con algo urgente. Pasaron meses sin que se lo viera en el edificio ni en el garage donde guardaba su camioneta negra.

 

Unos meses después volvió, y todos dieron por hecho que las aguas se habían calmado, hasta que parece que una mañana fue temprano al garage a calentar la camioneta para llevar a las chicas al colegio y PUM lo esperaba el panadero, que le regaló dos tortitas negras. Dos tortazos.

 

Si la Sra 7°E se enteró de esa otra línea de acontecimientos o no, no se sabe. Pero desde aquel tiempo fue enemiga jurada de la profe de yoga. Lo que a la profe de yoga le costó más de un disgusto.

 

El disgusto más reciente fue cuando, en plena cuarentena, recibió clandestinamente a un chongo que tuvo la mala suerte al irse de compartir el ascensor con la Sra 7°E. Pocos detalles se supieron de ese viaje en ascensor, pero el chongo no habría vuelto nunca más a lo de la profe.

 

Ya con el aislamiento devenido en distanciamiento, la profe habría recibido a un nuevo chongo con quien, a juzgar por los aromas y los gemidos, habría compartido una velada repleta de marihuana y sexo desenfrenado.

 

La réplica de la Sra 7°E habría sido una velada sexual igual o más estruendosa, no exenta de algún epíteto quirúrgicamente dirigido a la oyente involuntaria del piso de abajo, tipo "Te gusta? Esto es un culo, no? No esos culos flácidos de hippie".

 

Eso último es conjetura, obvio. Lo que se dice es que la Sra 7°E dice cosas intencionalmente "para la de abajo" mientras hace el delicioso con el Sr 7°E.

 

Cuestión que ESA última velada sexual repleta de provocaciones a la vecina de abajo habría suscitado el cartel que, según la opinión generalizada, habría sido pegado en el ascensor por la profesora de yoga, supuesta paciente 0 de la ruta de la gonorrea.

 

Lamentablemente de todo esto me enteré recién hoy. Si no, ayer que llovía me hubiera corrido a la panadería de acá a 3 cuadras a comprar algo para el mate. Qué hubiera pedido? Pues claro, cuernitos y tortitas negras.

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