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Opinión #Opinión

Primera semana muy intensa

Episodios de los últimos días reavivan el debate: ¿Cuál es el Alberto verdadero? ¿El moderado o el cristinista?

La primera semana del año puso en el centro de la escena un nuevo conflicto con el campo por las limitaciones a la exportación de maíz. A eso se le puede agregar tres ítems: el debate sobre una posible amnistía para “presos políticos” como Boudou, el aval del Gobierno a la composición de la nueva asamblea legislativa en Venezuela y los comentarios del presidente sobre los precios de la carne y la medicina prepaga. Casi todos estos son temas independientes –salvo la relación entre maíz y carne– pero los une una misma matriz con dos vertientes: el sistema de decisiones del gobierno de Alberto y su enfoque ideológico.

La lógica funcionaría más o menos así. Boudou no habría tenido un trato equitativo por parte de la justicia, basándose en la teoría del lawfare. Dicha herramienta habría sido utilizada por una coalición de intereses empresariales, mediáticos y transnacionales para debilitar a gobiernos populares (Dilma, Evo, CFK, Correa). El gobierno venezolano avala dicha teoría, por eso sería legítima su elección legislativa. Ese poder concentrado anti popular solo pensaría en sus ventajas sectoriales a expensas de las mayorías sociales. Por lo tanto habría que imponer medidas para regular ciertos mercados que afectarían los ingresos de los segmentos de menos recursos (como el maíz, la carne y la medicina prepaga). Por último, esa orientación política no solo se dirime en el plano de las decisiones de política pública, sino que también deberían ser acompañadas por una línea discursiva confrontativa para alertar sobre lo que está fuera de control, como hizo el presidente esta primera semana.

Nótese que está todo puesto en potencial, ya que nada es blanco o negro, ni hay ángeles y demonios. Todo actor político, económico y social tiene un poco de cada cosa de a ratos. No todos los empresarios son demonios, ni todos los gobiernos populares son santos. “Pero los relatos simplifican y estigmatizan, ¡no dicen la verdad!”. Claro, esto ocurre hace solo 6 mil años. ¡Bienvenidos a la Historia Universal!

Lo relevante es deducir cuánto le sirve políticamente a Alberto la línea que está siguiendo, aclarando que un mandatario no siempre hace lo que quiere, sino lo que puede. De todos modos, las sociedades no siempre exculpan cuando priman las circunstancias y no la voluntad del liderazgo.

Le será muy difícil al Gobierno obtener algún rédito del manejo de la pandemia Repasemos: la elección de 2019 fue una opción entre dos miedos. Por un lado, el miedo a la economía de Macri; por el otro, el miedo al regreso de Cristina. Ganó el primero, atrayendo a sectores independientes y moderados que se sintieron muy afectados por el último año y medio del ex presidente, y confiaron en la fórmula Alberto. Este firmó un contrato simbólico con el electorado: la moderación, tanto en el estilo como en la orientación ideológica.

Vale aclarar que qué se entiende por “moderación” es algo que le corresponde a los votantes y en esto son inapelables, estén equivocados o no. En este caso significa: 1) no confrontar innecesariamente, algo como “lo valiente no quita lo cortés”; y 2) no nos vayamos a la otra punta: “ni muy muy, ni tan tan”, ni Estado omnipresente, ni mercado “viva la Pepa”. Para un país desequilibrado, los argentinos y argentinas hace 10 años que están pidiendo equilibrio. Hace 10 años que no lo encuentran. Hace 10 años que el país está estancado.

Volviendo a si las acciones de esta primera semana le generan o no rédito político a Alberto, siempre se debe aclarar que no existe una sola forma de calcularlo. ¿En qué le reditúa? 1) el núcleo duro ideológico dirá “el presidente se despertó, ahora sí”; y 2) su base popular en todo caso agradecerá que se preocupe por el precio de la carne (porque no estará muy interesada en Boudou, Venezuela y las prepagas). Cristina lo seguirá viendo con resquemor porque tampoco se conformará con discursos y satisfacción simbólica, amén del frente judicial.

El punto acá es cómo le cae a los moderados que confiaron en él porque no iba a aplicar el modo Cristina, pero hace varios meses que están cayendo en la conclusión que es más de lo mismo: confronta, apoya a Maduro, se pliega al reclamo de Boudou e incrementa la intervención en la economía. Ahí es donde no se hace ningún favor, ya que ese segmento se le viene cayendo desde el caso Vicentin para acá.

El debate siempre será cuál es el Alberto verdadero: ¿el moderado o el cristinista? Hasta acá ninguno de los dos, porque el segmento moderado se siente decepcionado, y el cristinismo siempre lo ve como ajeno. Una especie de “ni chicha, ni limonada”. En política ese es el peor de los mundos, salvo que sea consciente de que podría inmolarse en aras de un rol histórico (por ejemplo, Adolfo Suárez en España). Veremos el próximo capítulo de la serie.

En síntesis: para primera semana del año, pasaron demasiadas cosas que indican cómo viene barajada la mano.

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