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Opinión #Opinión

¿Tomé la mejor decisión?

Cuántas veces nos preguntamos si hemos tomado la mejor decisión posible en los diferentes aspectos de la vida.

En cada decisión que uno toma se dejan de lado alternativas para optar por el camino que uno decide seguir. Esto sucede frente a una decisión familiar o ante una definición de inversión, o simplemente cuando pensamos en cómo distribuir nuestro tiempo libre. En este sentido uno compara o debería comparar lo que  sacrifica por la opción elegida, respecto de la mejor alternativa posible a esa elección.

 

Esto en economía es lo que llamamos el “costo de oportunidad”.

 

En otras palabras, si yo decido abrir un bar del cual obtendré un ingreso de $30.000  por mes, el costo de oportunidad es el ingreso que me pierdo de obtener con la mejor alternativa posible: Digamos que podría trabajar como gerente de una importante empresa y ganar $25.000 por mes, entonces analizo y sigo adelante con mi proyecto del bar. Caso contrario -si el ingreso como gerente fuera mayor- debería trabajar como gerente y desestimar el proyecto del bar.

 

Diariamente, en forma consciente o inconsciente, medimos y cuantificamos los costos de oportunidad y así construimos nuestras vidas. No siempre es fácil cuantificar los mismos como en el ejemplo arriba mencionado; no obstante es productivo y prudente tener presentes los costos de oportunidad que nos orientan en las decisiones. Esto nos permitirá de forma concienzuda tomar las mejores alternativas en nuestras vidas, o al menos intentarlo.

 

En la economía como un todo y en forma casi inconsciente, millones de personas toman decisiones de esta manera. Los gobiernos también lo hacen y de igual forma para conducir los países. Los recursos son limitados y escasos, con lo cual, no se pueden elegir todas las alternativas posibles en forma simultánea.

 

La decisión por parte de un gobierno (como cualquier persona o sociedad) de asignar recursos a una actividad determinada, necesariamente conlleva un costo de oportunidad. Cuando el estado decide destinar recursos para determinadas actividades que no son de su incumbencia ni son tan productivas como otras; empezamos a pagar altos costos de oportunidad como sociedad. 

 

Las acciones o inacciones gubernamentales impactan en la sociedad como un todo, directa o indirectamente. Por ejemplo: si el gobierno define intervenir una actividad productiva determinada sin motivos económicos reales que lo ameriten y se destinan recursos que podrían haber mejorado la educación, pagamos como sociedad un costo de oportunidad.

 

¿Cómo medimos ese costo? Lo primero a tener presente es que el costo es elevado para la sociedad. 

 

¿Por qué? Simple. Tendremos generaciones de individuos menos formados, menos productivos en sus áreas laborales, reduciremos el capital humano de la sociedad en cantidad y calidad e impactaremos disminuyendo las posibilidades de crecimiento del país. Esto no es fácil de percibir en forma inmediata y muchas veces cuantificar el costo en pesos no resulta tan simple; pero existe.

 

Evidentemente, desde mi perspectiva personal, el análisis de estos costos de oportunidad no fue realizado en profundidad. Veamos algunos números para tratar de medirlos en forma indirecta respecto a los países vecinos: El crecimiento del Producto Bruto Interno per cápita* entre el año 2009 y 2019** indica lo siguiente: Uruguay creció un 31%, Chile un 23%, Brasil un 5% y Argentina un 2%.

 

Los números son contundentes. Los costos de oportunidad de políticas erróneas son cada vez más altos. Pasan los años, perdemos cada vez más posicionamientos y competitividad respecto de otras naciones.

 

No tenemos tiempos eternos.

 

 

 

*Fuente: elaboración propia en base a los datos del Banco Mundial

 

**Medido en dólares constantes de 2010.

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